EMPRESAS FAMILIARES

De Polonia a la Casa Rosada: la desconocida e increíble historia de la marca argentina de cubiertos Volf

Nacida en Polonia y arraigada en Buenos Aires, la marca convirtió un oficio artesanal en legado familiar y una marca elegida hasta por presidentes
Por Laura Andahazi Kasnya
NEGOCIOS - 11 de Octubre, 2025

El sonido del metal golpeando el yunque fue, alguna vez, la música de una familia. En la Polonia, a principios del siglo pasado, Moisés Perel moldeaba a mano cubiertos de plata sin imaginar que su oficio cruzaría el océano y sobreviviría a guerras, crisis y fronteras. Casi cien años después, ese mismo pulso artesanal late en Volf, una empresa familiar argentina que hoy viste las mesas de los principales hoteles y restaurantes del país, y que aún fabrica con el mismo respeto por el detalle que tuvo su fundador.

La historia de Volf comenzó en un pequeño pueblo polaco, donde Perel fabricaba cubiertos de plata maciza para las familias más distinguidas de Europa. Cada pieza se pesaba, se fundía y se moldeaba a mano. "Era un trabajo muy artesanal —recordó en conversación con iProfesional Leandro Vainberg, bisnieto de Moisés—. Se pesaba la plata, se fundía, se usaban matrices simples. Si mi bisabuelo no quedaba conforme con el resultado, la pieza se volvía a hacer desde cero".

Pero la historia tuvo su quiebre cuando el antisemitismo comenzó a crecer en la Europa de entreguerras. Moisés decidió dejarlo todo. "Un día, mi abuela llegó del colegio ensangrentada: le habían tirado una piedra por ser judía. Mi bisabuelo dijo ‘hasta acá llegué’", relató Leandro. Vendió sus tierras, hizo las valijas y emprendió viaje hacia Buenos Aires.

En 1931, tras una larga espera de la llegada del barco que traía sus máquinas, montó su primera fábrica en la calle Maza, en el barrio porteño de Almagro. Allí nació Cubiertos Perel, una marca que pronto se ganó el reconocimiento de los hogares más elegantes de la ciudad. Uno de los primeros hitos fue cuando Moisés presentó una valija de cubiertos en la Casa Rosada y el entonces presidente Agustín Pedro Justo encargó un juego completo para la residencia presidencial.

Los cubiertos de Moisés llegaron a la Casa Rosada y cautivaron al presidente Agustín Justo

Con los años, su yerno Volf Vainberg tomó la posta y propuso modernizarse. Los tiempos cambiaban y la plata empezaba a ser un lujo inalcanzable. "Mi abuelo fue quien impulsó el paso a los metales combinados. Nació la idea de fabricar cubiertos de acero inoxidable, un material más accesible que permitía llegar a más mesas", contó Leandro.

A fines de los años 50, Perel y Volf siguieron caminos separados, convirtiéndose en dos empresas distintas: una dedicada al lujo artesanal, la otra enfocada en el diseño y la funcionalidad.

Volf se trasladó a Parque Patricios, a la esquina de Famatina y Caseros, donde aún hoy funciona la base operativa de la empresa.

El crecimiento fue sostenido. En la década del setenta, Fernando "Freddy" Vainberg, hijo de Volf y tercera generación familiar, marcó un nuevo punto de inflexión. "Mi padre siempre fue un visionario —dice Leandro—. En los 70 decidió viajar a Japón para aprender cómo fabricaban cubiertos allá. Le recomendaron visitar China, y fue uno de los primeros en hacerlo. Mandó incluso a un operario argentino a capacitarse a una fábrica china. Imaginate lo que significaba eso en esa época."

Volf Vainberg impulsó el paso al acero inoxidable y revolucionó la mesa argentina

Aquel viaje cambió el destino de la empresa. Fernando Vainberg entendió que la calidad y la escala de producción en Asia eran imposibles de igualar, pero también comprendió que el valor de la marca Volf debía estar en el diseño, la selección y la calidad del producto final. Así, la compañía comenzó a importar cubiertos y vajilla, manteniendo el control del diseño y las terminaciones desde Argentina.

"Mi viejo no copió modelos: adaptó los diseños europeos al gusto argentino, pensó el tamaño, el peso, la comodidad. Logró que el producto fuera lindo, durable y accesible", recordó Leandro.

Con esa visión, Volf dejó de ser solo una fábrica de cubiertos para transformarse en una marca integral de mesa. La empresa amplió su catálogo con platos, copas y cristalería importada desde Asia, y se posicionó como proveedora de hoteles y restaurantes en toda la región.

De la fábrica familiar al mundo gastronómico y hotelero

El tiempo, las crisis y la economía argentina pusieron a prueba la resiliencia del apellido Vainberg. En los años 90, la fábrica bajó el ritmo. "Fue una etapa muy dura —admitió Leandro—. Mi padre tuvo que rematar máquinas. Pero en 2001, cuando parecía que todo se caía, decidió volver a empezar. Nos reunió a mi hermana, a mí, y nos dijo: o cerramos, o volvemos a invertir en la fábrica. Los tres elegimos seguir."

La empresa mantiene su fábrica en Parque Patricios, donde comenzó su historia hace décadas

Leandro recuerda esa reunión como un punto de quiebre. "Yo tenía 18 años. Me acuerdo que pensé que no podía imaginarme haciendo otra cosa. Yo le regalaba platos y cubiertos a mis profesoras del colegio. Estaba en mi ADN", cuenta entre risas.

Rearmaron la planta, reimportaron sus matrices desde China y retomaron la producción local. Sin embargo, la realidad del país y los costos industriales volvieron a imponerse. Actualmente, solo una pequeña parte de la producción se realiza en el país, principalmente por pedido de organismos oficiales como la Presidencia, Gendarmería o la Armada, que conservan los modelos históricos.

"Fabricar en Argentina cuesta entre 10 y 20 veces más que hacerlo afuera. No es ético vender un producto tan caro solo por hacerlo acá", explicó.

El equilibrio entre producción nacional e importación se volvió una estrategia de supervivencia. "En los momentos en que no se puede importar, tener fábrica nos salvó. Pero cuando la industria local no puede competir, es absurdo negar lo que el mundo ya perfeccionó", resumió.

Los productos de Volf están certificados por el INAL y el ANMAT para garantizar calidad

Con la expansión del sector gastronómico en los 2000, Volf encontró su lugar natural en el canal Horeca (hoteles, restaurantes y catering). Hoy, el 70% de su negocio está enfocado allí y el resto en retail y ecommerce. "El cliente gastronómico busca durabilidad, estética y garantía sanitaria. Todos nuestros productos cumplen los requisitos. Son lindos, perduran en el tiempo y además están certificados por el INAL y el ANMAT porque son seguros para la salud", detalló Leandro.

El local de Belgrano, en Vuelta de Obligado 1980, funciona como showroom y punto de encuentro con chefs y referentes del sector. La otra base, en Parque Patricios, mantiene la mística de la fábrica original que su abuelo fundó cuando decidió separar la sociedad con su suegro. "Acá todavía vienen cocineros y hoteleros a vernos. Les gusta ver dónde empezó todo", dice.

Durante un tiempo, la marca apostó al formato minorista y llegó a tener siete sucursales propias y más de treinta puntos de venta, pero el proyecto se desactivó. "Nos equivocamos —admite Leandro—. Perdimos foco. Aunque le vendemos al público en general, hoy sabemos que nuestro principal canal y dónde hacemos la diferencia es el profesional."

Mauro Colagreco, Alain Ducasse y Massimo Bottura, con Leandro Vainberg

Volf emplea hoy a unas 50 personas y exporta cerca del 40% de su producción —realizada en Asia bajo diseño propio— a Perú, Uruguay, Paraguay y otros países de la región. "Nos reconocen afuera por nuestra constancia. Nunca dejamos de cumplir, ni en los peores momentos del país", asegura Leandro.

Hoy, un juego de cubiertos Volf completo para 12 personas cuesta entre $600.000 y $1.000.000, mientras que un set básico para 6 personas ronda los $90.000. "Es un cubierto que te dura toda la vida. Hoy un tenedor sale lo mismo que un sándwich de miga", ironizó el empresario.

Su padre, Fernando, sigue siendo el alma de la empresa. A los 76 años, continúa viajando a ferias internacionales, reuniéndose con proveedores y clientes. "Es incansable. Tiene la misma pasión que cuando empezó a los 12 años en la fábrica", dice Leandro. "Siempre nos dice: equivóquense, duélanse, fracasen y vuélvanse a levantar. Esa fue su escuela y la nuestra."

'No teman equivocarse', aconseja Fernando a sus hijos, herederos del legado familiar

Y con esa filosofía también transmitió una enseñanza práctica: "Aunque te vayas de vacaciones, llevate una camisa —nos decía—. Nunca sabés cuándo puede aparecer una oportunidad de negocio."

La empresa sigue bajo la dirección de Fernando Vainberg, con Leandro y su hermana Karen como nueva generación al mando. Pero ya se asoma la quinta generación. "Mi hija empezó a trabajar tres veces por semana. Estudia psicología, pero le encanta venir. Me escribe a la noche con ideas, sugerencias. Le digo que lo primero es la facultad, pero si demuestra compromiso, el lugar se lo va a ganar sola."

En las paredes de la sede central todavía cuelgan fotos en blanco y negro: Moisés fundiendo cubiertos plata, Volf al frente de las primeras máquinas probando nuevos metales, Fernando recorriendo ferias de Asia y más actuales en color de Leandro con reconocidos chefs como Fernando Trocca o Germán Martitegui, solo por nombrar algunos.

El local de Belgrano, en Vuelta de Obligado 1980, funciona como showroom y punto de encuentro con chefs y referentes del sector

"Esto es más que una empresa familiar, es una gran familia —dice Leandro—. Hay empleados que están hace más de cuarenta años. En el fondo, seguimos siendo los mismos que empezamos fundiendo plata hace un siglo, creyendo que un buen cubierto puede contar una historia entera."

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