Fueron semanas de mucha negociación en el seno del fútbol argentino. En un marco de tensión entre la Asociación del Fútbol Argentino y la Superliga, muchos clubes de primera manifestaron su intención de postergar el reinicio del campeonato.

El motivo esgrimido por la mayoría fue que, a causa del torneo Preolímpico sub 23, en el que la Selección Argentina competirá en busca de un lugar en los Juegos Olímpicos de Tokio, muchos jugadores convocados por los diversos combinados de Sudamérica no estarían a disposición de sus equipos y, por lo tanto, algunos se encontrarían en desventaja.

Este jueves, en la reunión de Comité Ejecutivo debía tomarse una decisión final por medio de una votación. Pese a que el estatuto no lo define con claridad, los dirigentes se pusieron de acuerdo en que eran necesarios dos tercios del total de los votos para modificar una decisión tomada anteriormente. De ese modo, los clubes a favor de la postergación, que creían que alcanzarían el número en cuestión, se asegurarían una mayor legitimidad en la decisión.

Sin embargo, los números sorprendieron. Con 15 votos a favor -uno menos que lo necesario- y 9 en contra, se decidió que el campeonato vuelva al ruedo el 24 de enero, tal como estaba estipulado. Por otra parte se confirmó la suspensión de la fecha 18, la siguiente a la del reinicio, que estaba pautada para jugarse en días de semana, entre el 28 y el 30 de enero, y todavía se desconoce para cuándo se reprogramará.

Lo cierto es que, detrás de todas estas idas y vueltas, hay una puja de poder con tintes netamente políticos. La creación de la Superliga, dirigida por Mariano Elizondo, fue impulsada en buena medida por el ex presidente Mauricio Macri y sostenida por dirigentes afines como Daniel Angelici, presidente de Boca hasta diciembre pasado, Marcelo Tinelli, ex vicepresidente y actual presidente de San Lorenzo, que si bien tuvo altibajos en la relación con la gestión macrista, siempre tuvo buen vínculo con Elizondo y Víctor Blanco, quien siempre ha sabido ubicarse del "lado ganador" de acuerdo a la coyuntura. Tras el cambio a político a nivel nacional, que se dio a la par de elecciones en varios clubes, los intereses empezaron a cambiar.

Varios dirigentes que no se habían manifestado hasta el momento comenzaron a expresarse molestos por el "doble comando", en referencia a la AFA y la Superliga. En ese esquema y en medio de un torneo que se interrumpió faltando 7 fechas para su finalización, pero con un periodo de preparación menor al habitual en estas épocas, muchos equipos quisieron dilatar el retorno. Pero se presentó un poderoso obstáculo: el contrato firmado con la televisión en el cual se estableció que durante 10 meses se debe jugar.

Teniendo en cuenta lo difícil que será llevar a cabo cualquier competencia en junio y julio por la Copa América y los Juegos Olímpicos, disputar fechas en enero parecía indispensable. Al mismo tiempo, Fox y Turner, que conocían las intenciones de los clubes demoraban el pago de los derechos correspondientes al mes de enero, y los dirigentes pujaban no solo por recibir el dinero, sino también por reestructurar las condiciones del contrato acordado, ya que lo consideran desactualizado por haberse firmado con un dólar a $18.

Durante toda la semana la información que circulaba era que se retasaría el regreso, al menos hasta el 31 de enero. Sin embargo, desde el miércoles las versiones pasaron a ser cruzadas. Funcionarios del Gobierno nacional se habrían comunicado con dirigentes de algunos clubes expresándoles su ferviente deseo de que el reinicio no se postergue y esto habría modificado la voluntad de algunos de ellos.