CAMBIO DE TENDENCIA

El dato que mira hoy el Gobierno: así es como la brecha cambiaria agrava la escasez de dólares

El comercio exterior dejó un dato que demuestra que el gap cambiaria funciona como un desincentivo a la exportación y un potente incentivo a la importación
COMEX - 27 de Enero, 2021

El último dato del Indec sobre la balanza comercial confirmó los peores temores de los funcionarios del Gobierno: va a ser muy difícil que en 2021 se logre, por la vía del comercio exterior, la cantidad de dólares que se necesita para el que el modelo económico no entre en crisis.

Por primera vez en el año, el saldo fue negativo, con un déficit de u$s364 millones en el mes.

Sí, es cierto que la cifra de las exportaciones estuvo impactada por el paro de los trabajadores portuarios, pero la caída de u$s950 millones respecto del mes anterior no deja de ser un síntoma, sobre todo si se considera que en noviembre las ventas habían caído a u$s4.500 millones, el número más bajo del año y que la tendencia viene siendo decreciente en el último semestre.

En términos interanuales, las exportaciones de diciembre sufrieron una caída de 34% respecto del año anterior, una merma que habría sido mucho mayor de no haber sido porque se constató una mejora en los precios de los commodities agrícolas. Medido en cantidades, la exportación de productos de materias primas sufrió una caída de 47%.

En la otra vereda, las importaciones siguieron mostrando su pujanza. Con u$s3.908 millones, mostraron una suba de 24% comparada con el registro de un año atrás. En un año en el que la mayoría de los meses mostraron caídas en los volúmenes importados, diciembre fue el que mostró una de las subas más potentes.

En definitiva, por primera vez, en un año en el que todos los meses tuvieron un promedio de u$s1.000 millones de saldo positivo, se quebró la tendencia y se volvió a perder divisas.

La importación empieza a dar señales de recuperación: para el Gobierno no es una buena noticia

Más importaciones, ¿bueno o malo?

¿Qué tan grave es esta situación? Dependerá de quién opine. Para los que tengan su expectativa puesta en la velocidad de la recuperación de la economía argentina, podría ser un buen síntoma, dado que hay un consenso entre los economistas según el cual por cada punto de aumento del PBI se necesita que las importaciones aumenten tres puntos.

De acuerdo con ese criterio, con una expectativa de aumento del PBI de al menos 5,5% para este año, habría que esperar que las importaciones totales llegaran a rondar los u$s50.000 millones. Sin embargo, la expectativa del mercado, según las encuestas entre las consultoras económicas indica que, como mucho, se llegará a u$s48.000 millones.

Por otra parte, en el mercado creen que las exportaciones totales no llegarán a u$s60.000 millones.

En definitiva, que mientras las proyecciones oficiales indican que el saldo de la balanza comercial será de más de u$s15.000 millones, el mercado no cree que puedan llegar a u$s12.000.

Y todo ello considerando que este será un año con excelentes precios agrícolas y encima el clima está jugando a favor de Argentina, con lluvias aquí y sequías en otros países productores.

De hecho, a partir de que la soja superó la marca de los u$s520 en el mercado global, comenzaron a revisarse al alza los números, con la posibilidad de que todo el complejo sojero incremente su aporte de divisas en más de un 30%.Para la Bolsa de Comercio de Rosario, todo el complejo exportador estarían en condiciones de aumentar su aporte en 8% este año.

En la mayoría de los países esta situación sería motivo de festejo. Sin embargo, en Argentina rigen otros criterios: las exportaciones son reprimidas en vez de ser promovidas, en aras de mejorar la caja fiscal -a través de mayores retenciones- y en búsqueda de "desacoplar" precios internacionales que puedan traer presión inflacionaria.

Y las importaciones, en vez de ser estimuladas para ayudar a reactivar la industria, son reprimidas para preservar las castigadas reservas del Banco Central. De hecho, las últimas trabas a las compras del exterior fueron presentadas como medidas "anti-Lamborghini" pero afectaron a 70 posiciones arancelarias entre las cuales se incluye maquinaria e insumo para el trabajo agrícola.

Brecha, soja y desacople

En realidad, el dato que más preocupa al mercado es que el cambio de tendencia en el resultado de la balanza comercial no está preanunciando un inicio de ciclo expansivo en el que la industria requiera muchos dólares.

Más bien, lo que está demostrando es que la gran brecha cambiaria está funcionando como un fuerte desincentivo a la exportación y un potente incentivo a la importación.

Al principio, ese era apenas un efecto contable -los importadores se apuraban a pagar compras que tenían comprometidas para el futuro-. Pero luego se transformó en un problema real: las importaciones empezaron a crecer en términos reales, mientras los exportadores empezaron a especular con un posible mejora en el tipo de cambio y fueron soltando su producto en pequeñas dosis. Un clásico argentino de cada época de distorsión cambiaria.

Lo cierto es que en este momento, la idea que se está instalando con fuerza en el kirchnerismo es que, más que celebrar el aumento de los precios agrícolas, hay que preocuparse por su posible efecto en la inflación interna. Lo que llevó a la diputada Fernanda Vallejos a pronunciar su ya célebre frase sobre la "maldición de exportar alimentos".

Todavía no está claro cuáles serán las medidas tendientes a "desacoplar" los precios, y el Gobierno, con acuerdos como el reciente de los precios de la carne, quiere dar la señal de que se puede cumplir los dos objetivos: exportar y, al mismo tiempo, abastecer a precios bajos al mercado interno.

El boom de la soja ayuda a conseguir el objetivo de saldo comercial, pero por otra parte genera miedo al "desacople"

La hora de la tijera

Si en el lado exportador puede haber algún sentimiento contradictorio sobre si hay que estimular o reprimir, en el lado de la importación no hay duda al respecto. Hay que sacar la tijera.

Una mala noticia para los economistas que afirman que el 80% de lo que el país compra es, de alguna forma, usado como insumo de la producción.

Pero la necesidad tiene cara de hereje: lo que los funcionarios tienen en claro es que deben garantizar que la balanza deje superávit. Es un imperativo que no admite discusión.

Porque, ante las dificultades del país para acceder al crédito internacional a una tasas acorde al momento internacional -todos los países de la región se endeudan al 3% anual pero los bonos argentinos rinden un 16%- entonces no queda otra solución que recurrir a los dólares comerciales para pagar compromisos financieros -por ejemplo, los u$s300 de la cuota que saldará en pocos días con el FMI- pero, sobre todo, para mantener la economía funcionando sin que vuelvan las tensiones devaluatorias..

Se necesita reforzar la caja del Banco Central y pagar el déficit de cuenta corriente, que es pequeño en comparación con los grandes números de otros años pero que muestra una tendencia creciente. Y, después de todo, un rojo de u$s5.000 millones cuando no hay argentinos que puedan hacer turismo fuera del país ya es de por sí todo un signo de que el tipo de cambio empieza a necesitar una corrección al alza.

Es en ese punto donde aparecen las recomendaciones de los que ya pasaron por situaciones parecidas. Como Guillermo Moreno, el legendario ex secretario de Comercio Exterior, que aboga por una "sana administración del comercio exterior".

Es decir, un eufemismo para determinar de manera discrecional qué se puede importar y para obligar a los exportadores a que, antes de embarcar su producto, garanticen un volumen mínimo dirigido al mercado interno.

Para Moreno no hay dudas, al ver la evolución de la balanza comercial, e incluso con la suba de la soja, queda sin chances "cualquier posibilidad de renegociación de la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como así también el cumplimiento de lo acordado con los acreedores privados". Pese a que su propia experiencia personal no fue buena en ese sentido, Moreno aconseja la formación de mesas sectoriales que determinen cuánto será el saldo exportable de cada rubro productor.

Del lado de enfrente, no hay dudas sobre cuál puede ser el final de estas políticas. Según el consultor Salvador Di Stefano, influyente entre los productores agropecuarios, las consecuencias serán in inevitable cierre importador.

"No se puede importar más que lo exportado, se necesita un saldo favorable. Volvemos a retroceder, los que quieran importar deberán exportar. Esto limita el crecimiento futuro del país". Agrega que se buscará limitar al máximo la salida de dólares del país y que, además, se buscará aumentar impuestos para reducir el déficit fiscal. "En especial impuestos ligados a la exportación".  

Entre los economistas ortodoxos, más que ponerse la lupa en el resultado de la balanza comercial, lo que se reclaman es que aumente la masa total del comercio. Ese indicador, más que el saldo, suele ser el que se asocia a la velocidad de crecimiento de la economía. Y no cuenta con grandes chances de cambio en el corto plazo.

Por caso, Marcelo Elizondo, ex presidente de la fundación Exportar, destaca que Argentina está entre los países con menores importaciones respecto de su PBI. "Estamos en un 13%, cuando el promedio mundial es 30% y el de la región un 23%", afirmó en una videoconferencia. Y no cree que este año Argentina pueda recuperar el volumen de exportación perdido durante 2020.

Y tampoco dudó en el sentido de que la senda es hacia mayores límites: "El Banco Central sostiene que en Argentina faltan dólares y por eso cierra. Cuando la verdad es que en Argentina sobran dólares. Ponemos el cepo porque hacemos las cosas mal, no porque falten dólares".

En todo caso, un consejo que difícilmente tenga eco en un Gobierno que se ha fijado como consigna fundamental para 2021 no devaluar. Y, además, llegar con margen a las elecciones.

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