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El peor temor del peronismo en campaña: Guzmán corre el riesgo de tener el "síndrome Sturzenegger"

El ministro se vio obligado a fijar una meta de inflación en la cual el mercado no cree. ¿Se puede ir a un IPC de 1,5% mensual sin enfriar la economía?
08/03/2021 - 20:00hs
El peor temor del peronismo en campaña: Guzmán corre el riesgo de tener el "síndrome Sturzenegger"

Un nuevo temor se está instalando entre los estrategas del Gobierno: que el ministro Martín Guzmán -hasta ahora, la figura más "market friendly" en una gestión que despierta desconfianza- comience a sufrir el "síndrome de Sturzenegger".

En otras palabras, que a medida que pasan las semanas y las variables económicas no convalidan sus pronósticos sobre inflación, empiece a ser víctima de una pérdida de credibilidad que afecte todas las decisiones de política económica.

Claro, a diferencia de Federico Sturzenegger -ex titular del Banco Central durante la gestión macrista- que había adoptado la política de metas de inflación, Guzmán se maneja con otros criterios y solamente se limita a prometer que las variables se irán "tranquilizando". Pero cuando vio que ese objetivo era difícil de lograr, empezó a comprometerse con el cumplimiento de metas que cada vez generan mayor desconfianza.

Sobre todo el 29% de inflación y el 24% de devaluación para todo el año. Algunas primeras señales de desconfianza ya se están viendo. Por caso, la encuesta de expectativas de la Universidad Di Tella marca que la población espera una inflación de 45,2% en el año y muestra una tendencia ascendente.

Entre los economistas y banqueros, la cosa no es demasiado diferente. La encuesta REM que realiza el Banco Central prevé una inflación de 48,1%, lo que implica un promedio de inflación mensual de 3,7%.

Y si bien después del cambio de política cambiaria de Guzmán disminuyeron su expectativa de devaluación del tipo de cambio oficial -ahora esperan para diciembre un dólar de $118%- igual su visión sigue lejos de la del ministro, que ve al dólar en $102.

Lo cierto es que este jueves se dará a conocer el dato de inflación de febrero, sobre el cual la estimaciones de las consultoras privadas están más cerca del 4% que del 3%, sobre todo por el comportamiento del rubro alimentos, que tiene fuerte peso en la canasta y que sufrió una variación mayor al 4%, a pesar de los esfuerzos de los funcionarios por contener las subas mediante un mix de acuerdos y sanciones a las empresas.

Para marzo, como suele ocurrir, se espera una inflación relativamente elevada por motivos estacionales. Tradicionalmente el inicio de clases y el cambio de estación suponen que determinados rubros ya vengan con incrementos. Pero además, en este caso, se sumará la variación en precios regulados, que tuvieron permiso oficial para una actualización.

Lo cierto es que, en el acumulado enero-marzo, ya nadie cree que la inflación pueda ser inferior al 11%. Lo que implica que, para que todo el 2021 termine en un 29% -como prometió Guzmán- entonces la inflación de los nueve meses restantes tendría que estar en un promedio de 1,5% por mes.

¿Qué tan difícil es llegar a esa meta? Para tener una referencia, es una inflación que el año pasado únicamente se logró en los meses de abril y mayo. Es decir, en los momentos de cuarentena más estricta, con el peor desplome de la actividad económica y de la recaudación tributaria.

En aquellos meses, la inflación relativamente baja convivía con niveles récord de emisión monetaria y expansión del gasto, lo cual reavivó el ya folclórico debate sobre si la inflación es o no una consecuencia de "la maquinita" de imprimir pesos. El consenso de los economistas fue que, en ese momento, la alta emisión no impactó porque coincidió con un momento de baja circulación del dinero.

Pero este año todo es diferente. Guzmán prometió una recuperación de la economía de al menos 5,5% y un recorte del déficit fiscal de al menos dos puntos respecto del 6,5% (sin contar costos financieros) registrado el año pasado.

Federico Sturzenegger, ex titular del BCRA en la gestión macrista, encarnó el fracaso de la política de metas de inflación
Federico Sturzenegger, ex titular del BCRA en la gestión macrista, encarnó el fracaso de la política de metas explícitas de inflación

Obligado a fijar una meta

Después de ver lo que les ocurrió a funcionarios que prometieron niveles de inflación incumplibles, ¿tenía Guzmán necesidad de complicarse con el anuncio de una meta a la que la realidad se empeña en poner en duda día a día?

Entre los economistas se percibe cierto nivel de comprensión al respecto. Para empezar, había que convencer a muchos actores relevantes. Primero que nada, a los sindicatos, para que no se excedieran en sus reclamos. Pero también a las empresas, para que se limiten en las remarcaciones. Por no mencionar a los inversores financieros, que siguen financiando al Tesoro ante cada renovación de deuda. Y al propio Fondo Monetario Internacional, que mira con lupa los números macro.

Como dijo Domingo Cavallo en una entrevista, "Guzmán está haciendo lo único que puede hacer: manejar la economía en medio de una desorganización general. Se lo ve muy condicionado por el calendario electoral".

Y atribuyó el cambio en la política cambiaria -que abandonó el deslizamiento más o menos acorde con los precios para volver al dólar a una función de "ancla"- a las dificultades para convencer al mercado.

"Advirtió que con el anuncio anterior era muy difícil pensar en una inflación anual inferior al 50%, cuando él, en el presupuesto, había proyectado 29%. Creo que ahora con este anuncio cambiario es probable que logre que la inflación sea más baja, a lo mejor se pueda ubicar en alrededor de 40% para el año 2021", dijo el controvertido pero siempre escuchado ex ministro.

Lo cierto es que las señales de descreimiento sobre la posibilidad de cumplir la meta se multiplican. Los sindicatos que aceptaron firmar paritarias en línea con la inflación oficial, se cuidaron de incluir cláusulas de revisión, algo que incomoda al Gobierno pero que no pudo evitar, en su intento de enviar señales positivas al mercado.

Un ejemplo de ello es la paritaria bancaria, ponderada por el presidente Alberto Fernández como un ejemplo para ser tomado como referencia por otros sectores.

Pero donde se ven las mayores dudas es en las góndolas. Los planes de precios máximos dejaron al desnudo sus limitaciones, con el regreso de los faltantes de artículos de consumo en varios rubros.

Y la mesa de negociación entre los sectores dejó en claro la guerra entre proveedores, fabricantes, transportistas y comerciantes por trasladarse mutuamente los aumentos de los costos. Quedó en claro en varios conflictos, como el que llevó a que los dueños de flotas de camiones hicieran piquetes en protesta por el incremento de los neumáticos. O también con el conflicto en el sector de los panificados, que enfrentó a panaderos con molineros, que a su vez protestaron por tener precios regulados mientras el trigo explotaba al ritmo de las pantallas de Chicago.

En este contexto, el Gobierno, aprovechando algunas circunstancias favorables que permiten un aumento en la recaudación tributaria, está apelando a medidas "ortodoxas" como la contracción monetaria.

Pero hay dos problemas. Hacia la interna, está el temor de quienes creen que esto tenga al alto costo de enfriar la economía, algo impensable en un año electoral.

Y hacia fuera, está la desconfianza respecto de si esta disciplina fiscal y monetaria podrá sostenerse todo el año o si obedece apenas a una fase transitoria.

¿Festejando por anticipado?

Jorge Vasconcellos, uno de los principales economistas de la Fundación Mediterránea, publicó un pesimista análisis sobre las chances de que el Gobierno pueda sostener el camino de la desinflación.

Cree que luego de una emisión monetaria nula en el primer bimestre, esa tónica probablemente se extienda hasta marzo. Recuerda que la emisión para pagar los intereses de las Leliq y pases (es decir, el costo del Banco Central por aspirar pesos del mercado) es "un taxi que no se detiene", pero que en parte es compensada por la colocación de más deuda entre los bancos y por la venta de títulos de deuda.

Pero adelante que esta estrategia no tiene bases sólidas.

"Un freno a la inflación podría ayudar a recuperar parcialmente el consumo, pero faltan vías de empalme entre la estabilización y el crecimiento. Primero, porque varias de estas medidas lucen transitorias; segundo, porque el menú de instrumentos es complementado con la extensión y/o la profundización de medidas de represión, control de precios y/o restricciones para importar de una gama amplia de bienes y servicios, generando problemas de rentabilidad y abastecimiento; tercero, porque simultáneamente la agenda política introduce cada vez más riesgos institucionales".

La promesa de Guzmán para
La promesa de Guzmán para "tranquilizar" la economía se sustenta en medidas de corto plazo a la que los economistas no ven bases sólidas

Y recuerda que la situación fiscal está muy jugada a que efectivamente se cumplan los pronósticos de un boom agrícola. Puesto en números, el rubro retenciones a las exportaciones, que en el inicio del año pasado habían aportado un 8,1% de la recaudación, este año saltaron al nivel de 14,8%.

Con otras palabras, el consultor Salvador di Stefano apunta a una conclusión similar. Sostiene que la calma fiscal de estas semanas obedece a situaciones extraordinarias y de corta duración, como el ingreso de fondos del impuesto a la riqueza. Ese hecho generó un doble alivio: fiscal, por los $420.000 millones que potencialmente podrían recaudarse. Pero también cambiaria, porque muchos de los aportantes deberán deshacerse de divisas para tener los pesos con los cuales cumplir con la AFIP.

Sin embargo, Di Stefano advierte que el Gobierno está celebrando por adelantado un viento de popa que todavía no ocurrió. Para empezar, porque la suba de tasas de interés en el mercado internacional pone una nota de duda sobre si los actuales precios de la soja de sostendrán.

Pero, además, porque si bien el Gobierno tuvo éxito en cruzar el desierto de dólares que siempre aparece en verano, no está asegurado que tenga un alivio en el segundo trimestre.

"El campo no va a vender todo lo que el gobierno espera. Hay una gran venta de silos bolsas, el productor no quiere vender en este contexto donde la soja vale u$s520 en Chicago, y solo recibe a cambio u$s206 billetes. Con el maíz, el precio en Chicago es de u$s222, y en Argentina solo consigue u$s122. La lluvia de dólares está lejos de que aparezca", explica.

Y este dato es fundamental, porque un ingreso de dólares menor al esperado puede desestabilizar al plan de Guzmán que -como dijo recientemente, y se ganó el aplauso de los empresarios- obliga a ser más cuidadosos con la emisión, dado que los pesos "sobrantes" tienden a ir al dólar y el dólar a su vez contagia a los precios.

Una disyuntiva amarga

Guzmán tiene, además, otros problemas de credibilidad, que no son hacia el mercado sino hacia la interna. Los propios economistas afines al kirchnerismo ven, en el mejor de los casos, una inflación en torno a 35%, aunque la mayoría se acerca al 40%.

Y el debate por estos días se plantea en torno a si se puede dar la disyuntiva de tener que elegir entre sacrificar la meta inflacionaria o sacrificar nivel de actividad y consumo.

A primera vista, parece clara la preferencia política. Las encuestas marcan que un 20% de quienes votaron al Frente de Todos en 2019 están dispuestos a revisar su voto por causa de la recesión. Y por más que haya mejoras en índices de producción, el consumo sigue alicaído. La última encuesta de CAME marca una caída de 6,5% en las ventas de los pequeños comercios en febrero.

Sobre esta disyuntiva, es elocuente un artículo de Roberto Feletti, ex viceministro de Economía de Cristina Kirchner, que advierte que la cantidad de pesos circulantes ya equivale a un 28% del PBI, cerca del "tope" de 30% que tolera una economía bimonetaria como la Argentina.

En otras palabras, que el margen para estimular la economía en base a la emisión ya se termina. Y que, por consiguiente, la clave pasa por lograr que los ingresos fiscales sigan manteniéndose por encima del gasto.

"Estas tibias señales de mejora del esquema monetario y fiscal con que arrancó el año, que explican la calma cambiaria con que se transita hasta el presente, no despejan los límites que pueden presentarse a corto plazo en el desenvolvimiento de la reactivación de la actividad. Sin impulsos monetarios y fiscales a la demanda, la recuperación depende de las decisiones del sector privado y sus expectativas", explica Feletti.

En otras palabras, que serán las expectativas de los privados, más que el margen de acción política del Gobierno, las que decidirán la suerte del año económico.

En un momento en el que el riesgo país alcanza nuevos niveles récords, no parece ser un mensaje tranquilizante ni para Guzmán ni para los estrategas electorales del Gobierno.