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La estrategia de Massa en EEUU: un mensaje de ruptura con el programa económico del kirchnerismo

Las claves: sin prejuicios ante la toma de deuda en dólares, disposición a modificar el cepo cambiario y confirmación de la voluntad de ajuste fiscal
02/08/2022 - 06:58hs
La estrategia de Massa en EEUU: un mensaje de ruptura con el programa económico del kirchnerismo

Para Kristalina Georgieva y los empresarios estadounidenses que se entrevistaron hace apenas una semana con Silvina Batakis será una experiencia extraña: a fin de mes volverán a entrevistarse con un nuevo ministro de Economía argentino que repetirá argumentos parecidos al de su antecesora pero que tratará de llevarse una respuesta diferente de parte de sus interlocutores.

El resultado del encuentro de Batakis con la plana mayor del FMI fue la sensación de que Argentina se encontraba un paso más cerca de incumplir las metas del acuerdo "stand by" -es decir, el déficit fiscal de no más de 2,5% del PBI, la asistencia monetaria al Tesoro por no más de 1% del PBI y la acumulación de reservas del Banco Central por u$s5.800-. Porque, por más que la funcionaria ratificara su voluntad de cumplimiento, el contexto político y económico del país dejaban en claro que las probabilidades de eludir un "waiver" eran escasas, a no ser que el Gobierno argentino se animara a tomar medidas de fondo en el plano cambiario, algo que la ex ministra dijo que no estaba dispuesta a realizar.

Es por eso que el argumento principal que llevará Sergio Massa a su encuentro con el FMI y los potenciales inversores en Argentina no pasa tanto por los números sino por dejar en claro un mensaje: que él no es Batakis, porque cuenta con un hándicap político propio y una agenda de aceitados contactos en el ambiente financiero internacional.

Y, además, que cuenta con mayor margen de acción para tomar medidas que hasta hace pocos días eran consideradas "tabú", como una modificación en el cepo cambiario, de manera que los exportadores cuenten con mayores incentivos para liquidar su producción y se pueda así reforzar la exhausta caja del Banco Central.

Apenas un mes después de haber recibido a Batakis, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, recibirá a Sergio Massa, que llevará un fuerte mensaje de compromiso con el ajuste
Apenas un mes después de haber recibido a Batakis, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, recibirá a Sergio Massa, que llevará un fuerte mensaje de compromiso con el ajuste

Por lo pronto, el cambio de actitud del Banco Interamericano de Desarrollo, que destrabó un pago pendiente, significó una señal de alivio. Y ahora toca el turno de la negociación con los bancos internacionales.

Pero, más allá del dinero que se consiga con la estrategia de los "repo" de bonos, esa negociación tendrá una consecuencia más de fondo: será la demostración de que, a diferencia del kirchnerismo, Massa no comparte la idea -sostenida durante toda la gestion Guzmán- de que la deuda en dólares es nociva y la que se toma en pesos es inocua.

Una agenda de reuniones con "halcones"

Por lo pronto, el embajador Jorge Argüello, que el año pasado ya había ayudado a Massa a realizar una gira estadounidense en la que se entrevistó con funcionarios de alto rango, trabaja en la agenda para que el nuevo ministro pueda llegar con su mensaje de cambio político hasta el corazón de la administración Biden.

El objetivo es que, además de sentarse frente a Batakis, Massa pueda reunirse con Juan González, principal asesor del presidente Joe Biden para temas latinoamericanos, y también con algún funcionario del equipo de Janet Yellen, la poderosa secretaria del Tesoro de Estados Unidos.

El objetivo es ganar influencia política sobre el "nuevo- nuevo FMI", que ante la crisis inflacionaria mundial está dando un giro para volver a sus raíces de fiscalismo duro, luego de un período de permisividad hacia los déficits, provocado por las emergencias sociales de la pandemia.

En lo que respecta a Argentina, eso se refleja en el hecho de que ya no figura a cargo de las negociaciones Julie Kozack, a quien el renunciado Guzmán llamaba cariñosamente "la compañera Julie", por su predisposición a mostrarse comprensiva con los problemas del Gobierno. La funcionaria había dado su aval para que, en la revisión de los números macro se aceptara la inclusión de ganancias contables por tenencia de títulos como si fuera un ingreso fiscal, gracias a lo cual el país pudo mostrar un cumplimiento de las metas macroeconómicas.

Ahora, en cambio, con "halcones" como el brasileño Ian Goldjajn con el control de las negociaciones, las perspectivas son de un menor margen de tolerancia por parte del FMI. Y coincide todo con un empeoramiento de la visión que el mundo tiene sobre Argentina, que empieza a estar en el foco de los medios financieros internacionales como candidato a recibir algún tipo de castigo ejemplarizante.

Es así que el The Wall Street Journal advirtió que el país "se encamina a otro colapso", mientras el influyente Financial Times reclamó en un editorial que el FMI endureciera su postura y le exigiera a Argentina que tomara una amarga medicina de austeridad fiscal.

Pese al contexto desfavorable, en el entorno de Massa se trasluce cierto optimismo. Está el antecedente de la gira del año pasado, en un momento en el que la relación bilateral con Estados Unidos pasaba un mal momento. Y Massa logró cierta distensión, que más tarde llevaría a la concreción del acuerdo con el Fondo.

Su mensaje, en aquel momento, había sido claro: que Argentina no se "kirchnerizaría" y que las declaraciones radicalizadas de la vicepresidente eran para consumo interno de la militancia, pero que no marcarían la política del Gobierno. La firma del "stand by", luego refrendado por el Congreso aun con la oposición de Cristina, terminaron confirmando aquel pronóstico.

Massa junto a Juan González, asesor de Joe Biden para temas de América latina, el año pasado cuando el ahora ministro realizó una gira para reencauzar la relación bilateral
Massa junto a Juan González, asesor de Joe Biden para temas de América latina, el año pasado cuando el ahora ministro realizó una gira para reencauzar la relación bilateral

Esquivando el "efecto Batakis"

El mensaje que dejará Massa, en concreto, es que comparte la misma vocación fiscalista planteada por la ex ministra -y que despertó elogios por parte de los empresarios que la entrevistaron, encantados de escucharla recitar el libreto contrario a la financiación del déficit con emisión monetaria-, pero que, a diferencia de Batakis, él contará con un apoyo político que no dejará dudas sobre su capacidad para realizar un ajuste.

Porque, en definitiva, el comunicado de la directora del FMI al hablar sobre la necesidad de profundizar los "esfuerzos iniciales" de la ex ministra apuntaba a un reclamo concreto: más tijera y menos promesas.

Y ahí es donde Batakis mostraba un flanco débil: al mismo tiempo que anunciaba un plan de ajuste, desde el propio Gobierno surgían señales en el sentido contrario a la política de austeridad. Y eso ponía en dudas que se pudiera hacer el ajuste de 8% en el gasto público en el segundo semestre, después de haber sobrepasado la meta de la primera mitad.

La lista de señales contradictorias era larga y contundente. Por ejemplo, el apuro con el que ministerios y diferentes reparticiones públicas concretaron el ingreso de nuevos empleados en sus nóminas, luego que la entonces ministra dijera que se cerrarían las altas en el aparato estatal.

O, también, por la extensión por decreto de la moratoria previsional, una medida que reactivó el debate sobre la sostenibilidad del sistema previsional, que tiene un déficit equivalente a 3% del PBI. O en el hecho de que, contrariando la afirmación de Batakis sobre la imposibilidad de financiar el "salario básico universal", el bloque kirchnerista haya presentado en el Congreso una iniciativa en ese sentido.

Lo cierto es que ya la mayoría de los economistas escuchados por el mercado estima en que el rojo fiscal no podría ser inferior al 3% este año. Entre otras cosas, porque una de las premisas originales de Martín Guzmán, que era el de un ahorro de 0,6% del PBI, pero la disparada inflacionaria hará que ese gasto en realidad se incremente en términos reales.

Pero, además, aun si se depura el rubro energético, se percibe una vocación expansiva. Por caso, la obra pública subió en términos reales un 16,6% respecto del año pasado. Y el presidente Alberto Fernández acaba de ratificar, tras un encuentro con gobernadores provinciales, que no habrá un ajuste de la obra pública y que se mantenía el plan de $837.000 millones -que equivale a un 14% del PBI-.

Señales ante un FMI más duro

Por lo pronto, Massa ya tiene en claro que no hay margen para pedir una flexibilización de las metas -en particular la de la acumulación de reservas por u$s5.800 millones-. Porque si bien en un momento se llegó a especular con la posibilidad de que, argumentando la situación imprevista de la suba de costos energéticos, Argentina podía plantear mayor laxitud, el Fondo ya dio señales de que no se conmoverá con ese argumento.

Lo cierto es que, aunque en Argentina se plantee que hay una emergencia por la suba del costo de la energía, desde el exterior no se comparte el argumento de que eso justifique la imposibilidad de acumular reservas. Después de todo, el nivel de importaciones del país -que en junio marcó un récord de u$s8.547 millones- no resulta tan alto cuando se constata que es similar al de las importaciones de Chile, un país cuyo PBI es la mitad del argentino.

El cepo al dólar, en el centro del temario que espera a Massa ante la plana mayor del FMI y de los inversores de Wall Street
El cepo al dólar, en el centro del temario que espera a Massa ante la plana mayor del FMI y de los inversores de Wall Street

Más bien, la percepción desde el exterior es que si Argentina tiene dificultades para retener dólares es porque está sufriendo las típicas consecuencias del retraso cambiario. De hecho, una de las recomendaciones del FMI que el país ha incumplido es la de mantener en términos reales el tipo de cambio que regía en diciembre del año pasado.

Según los pronósticos de un IPC en torno de 8% para julio, esto implica que mientras la inflación en lo que va del año fue de 45%, el dólar sólo se movió un 28%. Eso implica que Argentina tuvo una "inflación en dólares" de 13%, que cuando se corrige por la inflación estadounidense queda en 6%.

Si se hubiera cumplido el pedido del FMI, el deslizamiento del tipo de cambio oficial tendría que haber sido de 35%. En otras palabras, hoy el dólar del Banco Nación tendría que cotizar a $146 en vez de los $138 del cierre del lunes.

Esto es lo que ha acentuado la expectativa sobre una corrección discreta del tipo de cambio, además de una aceleración en la tasa del "crawling peg" para evitar que se siga generando retrasando el dólar oficial.

Por otra parte, ya antes de que Massa asumiera formalmente, se dieron otras señales de cambio de rumbo, como la drástica suba de ocho puntos en la tasa de interés. También esto funcionará como un guiño ante el FMI, que había pedido que las tasas se mantuvieran positivas en términos reales, algo que en todo el año se incumplió.

Y esa tasa negativa era una política que había sido criticada por economistas que ahora formarán parte del comité de asesores de Massa, como Martín Redrado y Emmanuel Álvarez Agis.

Este último había sido particularmente duro al afirmar, durante la corrida cambiaria sufrida por Batakis, que el propio Banco Central está financiando la escapada del dólar paralelo: "La política monetaria del BCRA es completamente expansiva, con tasas de interés en términos reales negativas en el orden del -35%/ -40% anual", había escrito en un comentado informe.

Pero, en definitiva, lo que marcará si la gira de presentación internacional de Massa como ministro es exitosa no será apenas las declaraciones de apoyo, que se dan por descontadas. El flamante ministro quiere demostrar que tiene forma de reforzar rápidamente las reservas del BCRA. En ese punto se juega el principal partido: la reversión rápida de la volatilidad cambiaria.