Macri asimiló la derrota y está obligado a cogobernar junto a Alberto F. para evitar el caos económico
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Terminó la campaña electoral. Alberto Fernández es el próximo presidente de la Argentina.
No importa que el calendario electoral marque que falta la votación "de verdad" en octubre. Al igual que había pasado tras las PASO de 2011 cuando Cristina Kirchner había arrasado en las urnas, la elección será apenas una formalidad, un trámite.
La diferencia que le sacó el kirchnerismo al Gobierno es ilevantable: la suma de los votos de Mauricio Macri, la de Roberto Lavagna, la de José Luis Espert y la de Juan José Gómez Centurión no llegan a empardar el contundente 47% que obtuvo Fernández.
Las caras de Macri y sus principales dirigentes era el canto a la derrota. No se necesitaron muchas palabras para entender que todo había terminado. Fue evidente que el "efecto decepción" de votantes del macrismo de hace apenas dos años fue mucho mayor que lo que sospechaban hasta los más optimistas militantes del kirchnerismo.
Hasta las obligadas arengas para levantar la moral de la tropa con vistas a octubre parecieron más una formalidad que algo realmente sentido.
Y, a esta altura, a todo el mundo le quedó en claro que el objetivo único, fundamental y obsesivo de Macri será poder completar su mandato sin que el país estalle en un caos económico. No será fácil porque restan cuatro meses para la asunción del próximo gobierno.
Lanata: "En la Provincia no me esperaba que la diferencia fuera tan alta"
Ese lapso en la Argentina es una eternidad. Los más veteranos recuerdan con claridad cómo Raúl Alfonsín debió adelantar la entrega del poder a Carlos Menem en 1989 porque los siete meses que restaban para el cambio de mando se hacía imposible de transitar.
Macri quedará severamente afectado por el síndrome del "pato rengo", y la contundencia de los resultados se encargó de disipar muchas de las dudas que se planteaban en la previa. Cuando todavía se creía que la diferencia de la fórmula Fernández-Fernández podría ser de cinco o seis puntos, en la City se preguntaban si el Banco Central estaría dispuesto a defender el tipo de cambio a cualquier precio (es decir, vendiendo los dólares del Fondo Monetario Internacional) o si convalidaría una devaluación.
Esa pregunta ya dejó de ser relevante. Al conocerse los resultados, ya los bancos de inversión que cuentan con apps para comprar dólares antes de la apertura de los mercados orillaron los $49. Y con tendencia al alza.
Los informes de los bancos en las últimas semanas eran lapidarios respecto de lo que ocurriría si ganaban los Fernández: se veía un dólar por encima de los $50 en lo inmediato y de $70 a fin de año, un riesgo país de 1.500