MENSAJE ANTE EL CONGRESO

"Fui yo con mi moderación": Alberto hace un balance optimista y envía un mensaje conciliador a Cristina Kirchner

Al inaugurar el año legislativo, el Presidente reivindicó su gestión, fustigó a la oposición y a la justicia, en un mensaje dirigido a la interna peronista
POLÍTICA - 01 de Marzo, 2023

No faltó ninguno de los ingredientes: en el discurso anual ante el Congreso, Alberto Fernández hizo un repaso y reivindicación de la propia gestión -aun forzando algunos números de la economía para que lucieran mejor de los que son en la realidad-, tuvo gestos dedicados a Cristina Kirchner -como la crítica al Poder Judicial- y dejó para el cierre una dura crítica a la oposición y su propuesta de reformas económicas liberales.

No mencionó, sin embargo, las dos palabras con las que se había generado más expectativa: "reelección" y "proscripción".

Hizo alusiones indirectas, claro. Sobre lo primero, al trazar un balance favorable y optimista sobre el resultado de sus políticas y advertir sobre la necesidad de no modificar el rumbo. En el momento más optimista del repaso a su gestión hasta pudo darse el gusto de escuchar el cántico "Boron bombón/ Boron bombón/ para Alberto/ la reelección", que agradeció con una sonrisa.

Y sobre el segundo gran tema espinoso -si hay o no una proscripción de Cristina-, el Presidente se refirió elípticamente al criticar el fallo judicial que condenó por corrupción a la vice en la causa "vialidad".

Ese fallo, al decir de Alberto, "busca su inhabilitación política". Es parecido, pero no es lo mismo: buscar la inhabilitación no significa haber proscripto a una persona de hecho. Con lo cual el Presidente encontró una fórmula para salir airoso de una situación potencialmente conflictiva: criticó la práctica del "lawfare" con los mismos argumentos con que lo hace el kirchnerismo, pero se cuidó de no afirmar que la vice está proscripta.

"Fui yo, con mi moderación"

La frase más repetida a lo largo del discurso fue: "Fui yo, con mi moderación", toda una reivindicación del estilo personal que irrita al kirchnerismo. La frase encabezó una enumeración de logros económicos y sociales en los peores momentos de la pandemia y la crisis económica.

Fue una fórmula retórica hasta con algunas reminiscencias del célebre "No fue magia" patentado sobre el final del gobierno de Cristina Kirchner.

La consigna "Alberto 2023", en contradicción con las críticas kirchneristas, habían calentado el clima en la previa del discurso: finalmente, Alberto buscó un tono conciliador hacia la interna peronista

Con esa fórmula, Alberto dirigió su mensaje al público que más le interesaba: el de la propia interna peronista. Los días previos al discurso inaugural del año legislativo habían estado poblados de críticas y frases duras para con el Presidente, expresadas por dirigentes kirchneristas, como Andrés "Cuervo" Larroque, a quien suele tomarse como un vocero autorizado de la propia Cristina.

La reivindicación del estilo moderado fue acompañada por Alberto de una enumeración de logros valorados por el electorado progresista y como la defensa del ex presidente boliviano Evo Morales tras su derrocamiento, como la visita al presidente brasileño Lula da Silva cuando estaba preso.

Y también, en una clara respuesta a quienes desde el Frente de Todos lo acusan por no haber sido más decidido en la confrontación con el poder judicial, recordó que hizo "todo los institucionalmente posible" para que la justicia fuera reformada, con una propuesta que desde hace tres años tiene trabado el tratamiento parlamentario.

Hubo también alguna devolución de "chicanas" hacia el kirchnerismo, en la mención a que él no había "ocultado necesidades ni dibujado un mundo ideal", una frase que puede ser interpretada como un recordatorio de la manipulación de datos estadísticos durante la gestión kirchnerista.

Respecto de Cristina fue ambiguo, porque al mismo tiempo que defendió su inocencia y calificó como "absurdos" los argumentos de su acusación, también reivindicó que cuando a él le toque dejar el poder nadie podrá recriminarle situaciones de corrupción ni que se haya enriquecido personalmente.

Un "toque peronista" con la gente común en los palcos

El discurso incluyó algunos condimentos originales respecto de lo que suelen ser estos mensajes de apertura del año legislativo. Alberto eligió, para cada bloque temático, incluir una "persona común", a quien había invitado para estar presente en el palco, y que hiciera de ejemplo del punto que intentaba argumentar.

Así, hubo combatiente de Malvinas que había logrado jubilarse gracias a la nueva ley y una madre soltera habitante de un barrio popular de La Plata que podía trabajar gracias a un programa implementado por el Ministerio de Desarrollo Social -la televisación oficial "ponchó" en ese momento la cara llorosa de la ministra Victoria Tolosa Paz-.

Las reacciones de Cristina Kirchner ante el discurso del Presidente, otra vez convertidas en un tema de seguimiento periodístico y del análisis político

Se sumaron a esa lista rectores de universidades del interior, médicos, científicos, una mujer que se pudo incorporar a la industria de la construcción y una beneficiaria de los planes de entrega de viviendas populares -que al ser tomada por la cámara de TV mandó un beso y exclamó "Gracias Alberto".

Y no faltó ni siquiera el rubro empresarial, representado por Guillermo Battolla, directivo de BioSidus, una de las principales empresas argentinas de biotecnología. El Presidente eligió ese caso para argumentar el apoyo gubernamental a la industria nacional, sobre todo en el campo de la investigación para la exportación con valor agregado.

Una estrategia comunicacional que tuvo un objetivo claro: poner de relieve el perfil peronista del Gobierno, como respuesta ante las críticas internas sobre la pérdida del rumbo en cuanto a la necesidad de mantener los principios de "inclusión social".

De esa forma, el Presidente reivindicó el carácter popular de su gestión y se mantuvo en sintonía con el eslogan oficial –"Primero la gente"- justo en un momento en el que arrecian las críticas por la inflación creciente y por la necesidad de revisar las "cláusulas de ajuste" en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

No por casualidad, uno de los temas a los que el Presidente dedicó más tiempo fue al avance en el empleo, sobre el cual destacó los avances en la creación de puestos del sector formal. Sobre la industria, recordó que lleva 15 meses consecutivos de subas y que el empleo en esa rama está en el nivel más alto desde 2018.

La parte dedicada a las estadísticas fue, como ya es tradición, una de las más polémicas, dado que también se han difundido números negativos. Sin ir más lejos, el mismo día del discurso se conoció el dato de que la industria en enero había registrado una caída de 1,3%, la segunda caída consecutiva. Por otra parte, también se había difundido que el consumo en supermercados había caído en diciembre un 5,1%, de la mano de la caída de salarios y jubilaciones.

Eso no fue obstáculo para que Alberto Fernández repitiera un dato altamente polémico: que el haber mínimo jubilatorio había superado la variación inflacionaria, un dato que desmienten las propias estadísticas oficiales.

De todas maneras, esos detalles no fueron obstáculo para el que Presidente consiguiera su objetivo principal: imprimirle un tono peronista al discurso y al balance de su propia gestión.

Rosenkrantz y Rosatti siguieron imperturbables un discurso plagado de críticas a la Corte: los otros dos jueces faltaron a la cita

El show de las caras

Como ya es tradicional desde que Alberto Fernández debe hablar cada 1° de marzo con Cristina Kirchner sentada a su lado, uno de los principales motivos de análisis político y de entretenimiento de los medios consiste en seguir los gestos de la vicepresidente, una experta en enviar mensajes sin necesidad de pronunciar una palabra.

Es así que todo el ceremonial, desde la recepción en la puerta del Congreso, la revista militar, la firma del libro de actas, el ingreso al recinto y, sobre todo, las expresiones faciales de Cristina ante cada parte del discurso, fueron nuevamente objeto del escrutinio periodístico bajo el foco de las cámaras de televisión.

Y, contrariamente a lo que se esperaba, podría decirse que el Presidente aprobó el "test de la cara de Cristina". A diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones -sobre todo el año pasado, cuando Alberto debió defender el acuerdo con el FMI, que los legisladores kirchneristas no votaron- este año Cristina no se mostró fría durante la recepción ni expresó gestos de desagrado durante el discurso.

Si bien se mantuvo sobria y no aplaudió el discurso, en muchas ocasiones sonrió ostensiblemente. Sobre todo, cuando Alberto dedicó elogios indirectos a Máximo Kirchner, al poner de relieve que gracias al impuesto extraordinario a las grandes fortunas se habían podido financiar programas de asistencia social.

También se le vieron gestos aprobatorios durante la diatriba final contra Corte Suprema de Justicia por el diferendo sobre el punto de coparticipación -primero sacado y luego devuelto- a la Ciudad de Buenos Aires-, un pasaje que generó los consabidos intercambios de gritos y acusaciones con los legisladores de la bancada macrista, en particular con el controvertido diputado Fernando Iglesias.

Pero la prueba de fuego llegaría cuando el Presidente tuviera que hacer mención a la reforma de la justicia, al "lawfare" y a la condena judicial a Cristina Kirchner. Es un tema en el cual la militancia kirchnerista le reprocha una postura blanda y la falta de un deseo real de generar cambios.

Fue así que Alberto, en un párrafo íntegramente dirigido a la interna, reivindicó su intención reformista en varios planos, desde la convocatoria a un consejo de notables para reformar la justicia, hasta el reciente juicio político a la Corte Suprema, pasando por el envío de proyectos de ley para cambiar la conformación de ese cuerpo. Y no perdió la ocasión de mencionar el fin del uso del espionaje -los "sótanos del a democracia"- con fines políticos. Cristina sonrió durante ese pasaje, mientras los legisladores peronistas aplaudían y los opositores protestaban.

Pero claro, el verdadero show televisivo fue el de los rostros incólumes de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti, los jueces de la Corte Suprema que asistieron al mensaje y que, sin expresar ni un gesto de protesta ni desagrado, casi sin darse por aludidos, escucharon la larga enumeración de críticas -incluyendo el recordatorio de que habían sido nombrados por decreto y que en varias decisiones habían violado la constitución-.

Un pedido de tregua

En definitiva, el discurso logró varios de los objetivos que Alberto se había propuesto: una reivindicación de su gestión, incluso en los temas más espinosos, como la gestión de la pandemia, los alineamientos internacionales y la política anti inflacionaria.

También el envío de mensajes a públicos específicos, incluyendo al establishment empresario. No por casualidad, el Presidente destacó que la búsqueda del equilibrio fiscal y del aumento en las exportaciones responden a una vocación del propio Gobierno y no a una imposición del Fondo Monetario Internacional.

Pero, sobre todo, el mensaje político principal tenía como destinatario la propia interna peronista. Lo que el Presidente quiso expresar, al reivindicar su gestión -y sobreactuar su solidaridad con las peripecias judiciales de Cristina Kirchner- es que el peronismo debe firmar una tregua, de manera que la campaña electoral se centre en la confrontación con Juntos por el Cambio y no en la crítica a la gestión de Alberto.

En los próximos días quedará en claro si ese propósito se cumplió o no. Pero, en principio, las sonrisas y gestos distendidos del Presidente y sus principales asesores daban la pauta de que había satisfacción por la prueba superada. Después e todo, no eran pocos los pronósticos en el sentido de que después de este discurso Alberto Fernández no sólo iniciaría la decadencia del "pato rengo" sino que agravaría las hostilidades con su vicepresidente.

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