INDUSTRIA SIN DIVISAS

La crisis automotriz, una síntesis del "modelo Guzmán" en problemas: no alcanzan los dólares para crecer

Pese a la suba en producción y exportación de autos, el sector genera déficit de divisas. Y el BCRA no puede darle dólares aun en medio de un boom agrícola
ECONOMÍA - 28 de Abril, 2022

Pocas cosas sintetizan mejor las contradicciones económicas de la Argentina que la crisis por estrangulamiento de divisas que está viviendo la industria automotriz. En un momento de suba de las exportaciones y de alta demanda por compra de autos en el mercado doméstico, es el propio Gobierno el que pone el freno por falta de dólares.

"Es una paradoja: quieren impulsar la producción y exportar, pero frenan todo", critica el comunicado firmado en conjunto por ADEFA (Asociación de Fabricantes de Autos), AFAC (Asociación de Fabricantes de Componentes) y SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor).

Para el Gobierno, esa frase lapidaria no solamente deja al descubierto una crisis sectorial, sino que implica algo mucho más grave: se está contradiciendo uno de los pilares del discurso oficial, ese que afirma que todas las decisiones -desde el cepo cambiario hasta el acuerdo con el FMI- tienen el objetivo primordial de lograr un aumento en la producción nacional, consolidar el empleo e incrementar el salario.

Y lo que afirma el comunicado es que la política oficial está logrando exactamente lo opuesto: las terminales de la industria automotriz no pueden ser debidamente abastecidas porque las fabricantes de autopartes no obtienen los dólares con los cuales comprar los insumos. Es decir, se arriesga una parada en la producción y suspensiones de personal por culpa de un Banco Central que "descalabra todo".

El Banco Central, centro de las acusaciones: las restricciones a la importación por falta de divisas frena el crecimiento industrial

Crisis en un sector simbólico

Desde el punto de vista político, la queja del sector automotor -que, para colmo, incluye al sindicato- tiene la potencia de un misil. La producción de autos es uno de los símbolos de la recuperación que entusiasma al Gobierno y de la cual hizo una bandera durante toda la campaña electoral. Además de su peso específico en la industria -representa más de un 7% del PBI industrial- tiene también un contenido político.

"Cuando asumí la presidencia en 2019, 27 de cada 100 autos patentados eran de fabricación nacional y 73 eran importados. Hoy 54 de cada 100 autos patentados son de producción nacional", se enorgulleció Alberto Fernández el año pasadodurante la conferencia de la Unión Industrial Argentina.

Ya previamente el Gobierno había celebrado el hecho de que en la industria automotriz argentina se hubiera puesto el foco en incrementar la participación de piezas nacionales, de forma que el componente argentino pasó de 19% a 40% en dos años.

La producción se ha recuperado en forma sostenida y acumula en lo que va del año 105.000 vehículos, un 17% por encima del registro del año pasado.

Y, sobre todo, el orgullo del Gobierno es el sesgo exportador que recuperó este sector: más de la mitad de la producción automotriz va al exterior -principalmente al mercado brasileño-, con lo cual el sector ingresó divisas por u$s1.467 millones en el primer trimestre.

El lado B de la alta producción

Pero el problema es que la producción automotriz tiene un "lado B": en algunos momentos, requiere más dólares que los que genera. Y este es uno de esos momentos.

El saldo comercial del sector, según los datos del Indec, arroja un déficit de u$s180 millones en marzo, lo que implica para el primer trimestre del año un "rojo" acumulado de u$s694 millones. Implica un empeoramiento respecto de las cifras del año pasado, por una mayor dinámica de las importaciones de chasis, partes y neumáticos.

Hablando en plata, en lo que va del año hubo u$s 1.303 millones de saldo negativo en el rubro autopartes.

La situación podría haber sido mucho peor de no haber sido por la disposición del Banco Central de enero pasado, que cerró por completo la transferencia de divisas para la importación de vehículos a toda marca que no tuviera terminales industriales instaladas en el país y que pudiera compensar con exportaciones.

Las concesionarias, con mucha demanda y poca mercadería que ofrecer: prevén apenas 400 mil ventas este año

Este tema, lejos de ser nuevo, es un clásico de la economía argentina, ya que representa la "maldición del tres a uno": según el consenso de los economistas, por cada punto de crecimiento en la producción, se requiere que crezcan tres puntos las importaciones de insumos para la industria nacional.

Eso significa destinar dólares con prioridad para la actividad productiva y, a pesar del rígido cepo cambiario -y de la inusual caída del déficit turístico, consecuencia de la pandemia- el problema vuelve a sentirse con intensidad.

Concesionarios, resignados a bajas ventas

Quienes más están sufriendo la escasez de divisas son los vendedores de autos. Ya todo el año pasado, los concesionarios se habían cansado de advertirle al Gobierno sobre el riesgo en el que se estaba poniendo un sector que generaba 176.000 empleos directos -una cifra que llega a 530.000 sumando los indirectos- como consecuencia del cierre importador.

Tampoco surtieron efecto las insinuaciones sobre un inexorable empuje inflacionario en el sector, dado el cuello de botella de la oferta de autos.

Lo cierto es que el 2021, que había arrancado con grandes expectativas, terminó siendo un año para el olvido. La Asociación de Concesionarios había empezado con una proyección de 450.000 autos vendidos en el mercado doméstico. Era una cifra muy lejana al récord histórico de 2013 -un millón de cero kilómetro vendidos- pero que significaba un repunte tras la recesión.

La demanda del público se mantenía alta, pero los concesionarios no tenían stock para ofrecer, por la política de restricción de dólares para la importación que impuso el Baco Central. Esto llevó a que a medida que avanzaron los meses, el objetivo de ventas se fuera revisando a la baja, hasta cerrar en la modesta cifra de 381.000 vehículos -apenas 11,5% encima del pandémico 2020-.

Ya curados por la mala experiencia del año pasado, los concesionarios prefirieron mantener la cautela en el arranque del 2022: se fijaron la meta de incrementar sus ventas apenas un 5%, para alcanzar la marca de 400.000 autos vendidos.

Y Ricardo Salomé, presidente de la asociación, sabe perfectamente cuál es la fibra sensible del Gobierno: no por casualidad, el último reporte de ventas del sector afirma que, gracias a una mayor integración de piezas nacionales "el 50 por ciento de todo lo que se patenta es nacional y también las empresas que fabrican aquí van a bajar este año en más de 150 millones de dólares el déficit, contra lo que hubo en 2021, dato muy alentador para el contexto actual".

De todas formas, aun con la expectativa optimista de que la exportación y la producción estará este año un 35% por encima del registro de 2021, el ánimo en el sector no es el mejor. La estimación de los concesionarios es que se necesita un piso de ventas de 700.000 autos cero kilómetro vendidos cada año, de manera de sostener los costos de estructura y el personal empleado.

Pero, si todo sale bien y no hay mayores contratiempos a los ya vistos, las expectativas apuntan a ventas por 400.000 autos.

Martín Guzmán y Matías Kulfas, los dos ministros más cuestionados: aparecen síntomas que contradicen sus proyecciones de crecimiento

Mal momento para quejas industriales

Lo peor del comunicado de la industria automotriz es que llegó en un momento de hipersensibilidad política, con el ministro de economía, Martín Guzmán, cuestionado desde la propia interna de la coalición gobernante.

Paradójicamente, al mismo tiempo que se conocía el comunicado, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, estaba anunciando en el Centro Tecnológico Metalúrgico -ubicado en Florencio Varela-, el "régimen de Bienes de Capital 4.0", un esquema de incentivos para la producción nacional de bienes de capital.

Kulfas dijo que ese programa permitirá, a futuro, generar u$s150 millones en exportaciones, además de u$s2.000 millones en inversión privada. El ministro es uno de los funcionarios que ha destacado con más vehemencia que los indicadores positivos de la industria obedecen a "un crecimiento real y sostenido, no a un simple rebote".

Pero esa afirmación empieza a ser cuestionada por economistas de todas las tendencias. Y, justamente, uno de los argumentos centrales para poner en duda la sostenibilidad del crecimiento es la falta de divisas, que se está produciendo incluso cuando el campo está liquidando exportaciones en niveles récord -se estima en u$s11.000 millones el ingreso de "sojadólares" para el acumulado enero-abril-.

Los altos costos de la energía, el ya indisimulable retraso cambiario, el regreso del turismo y, sobre todo, el gasto público y la carencia de inversiones externas son los principales puntos mencionados para esta aparente paradoja de una sequía de dólares cuando hay récord de exportación.

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