iProfesionaliProfesional

"Eu quero ser vocé": ante el acuerdo nacional, Macri y Cristina quieren secretamente estar en el lugar del otro

A Cristina no le gusta el plan de Guzmán, pero se siente obligada a dar gobernabilidad. Macri comparte las reformas, pero teme perder el liderazgo opositor
20/11/2021 - 06:04hs
"Eu quero ser vocé": ante el acuerdo nacional, Macri y Cristina quieren secretamente estar en el lugar del otro

Las efemérides sobre Diego Maradona han traído el recuerdo de la visita que le hizo Pelé en 2005, cuando el astro argentino dirigía su propio programa de TV. En aquella ocasión, el brasileño le dedicó una canción cuya letra sorprendió a todos, porque dejaba en claro que la rivalidad entre ambos escondía un íntimo deseo mutuo de estar en el lugar del otro.

"Quem sou eu, Maradona?/Quem é vocé?/Vocé quer se eu/Eu quero ser vocé". Traducido: vos querés ser yo y yo quiero ser vos. En la simpleza del verso de un samba, Pelé resumió todo un tema complejo que da para el análisis de una convención de psicólogos.

"Eu quero ser vocé": ante el acuerdo nacional, Macri y Cristina quieren secretamente estar en el lugar del otro

Esa envidia secreta e inconfesable que a veces sienten los enemigos acérrimos por estar en el lugar del otro no se reduce al ámbito deportivo. En estos días, la Argentina está revelando una situación análoga entre los dos exponentes máximos de la "grieta" política: Cristina Kirchner y Mauricio Macri.

Ocurre que ambos están transitando una situación de incomodidad extrema, aunque por los motivos absolutamente inversos. Cristina se ve obligada a mantener una alianza e incluso dar apoyo a un programa de reforma económica en el que no cree, mientras que Macri se ve obligado a sobreactuar su rol opositor y criticar un ajuste con el que ideológicamente está de acuerdo.

Ni Cristina quiere aparecer ligada al nuevo plan económico diseñado por el ministro Martín Guzmán -hecho para garantizar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional- ni Macri quiere oponerse a un ajuste fiscal y un aumento de tarifas.

Pero ninguno de los dos puede ejercer su voluntad. Cristina, luego de haber condicionado a Alberto Fernández, de haberlo criticado públicamente y de haberlo forzado a cambiar su gabinete, ve ahora cómo el Presidente se toma su revancha.

Empoderado por la "remontada" electoral, Alberto siente que constituyó una base de apoyo político propio y que pudo independizarse del kirchnerismo, como quedó evidenciado en el masivo acto del Día de la Militancia. Allí, con el calor que le brindaron los dirigentes sindicales, líderes piqueteros, gobernadores peronistas del norte y, sobre todo, los imprescindibles "barones" del conurbano, el Presidente dejó en claro que en la segunda fase de su gestión sería él quien dictaría los lineamientos.

La jugada de Alberto en el Día de la Militancia: comprometió el apoyo de Cristina y trató de generar una fisura en la oposición
La jugada de Alberto en el Día de la Militancia: comprometió el apoyo de Cristina y trató de generar una fisura en la oposición

Cristina, presa de su condición de "dadora de gobernabilidad"

En otra circunstancia, Cristina no habría tenido inconveniente en marcar públicamente su diferencia, pero ahora le resulta más difícil. Paradójicamente, la debilidad política de Alberto es su mayor fortaleza: como él mismo recordó en su discurso de la Plaza de Mayo, hasta hace pocos días se especulaba sobre su continuidad en el cargo y sobre un "golpe de mercado".

Al no haber ocurrido esa situación, en parte gracias al resultado electoral mejor que el esperado, Alberto consiguió una tregua por parte del mercado financiero que esperará a ver su propuesta. Pero la paz incluye una condición que atañe a Cristina: ese programa debe "contar con un amplio consenso político y social".

Los voceros del Fondo no la mencionan, pero quedó obvio el mensaje político: no es el apoyo de Facundo Manes ni el de Horacio Rodríguez Larreta ni el de Patricia Bullrich, ni siquiera el de Sergio Massa, lo que quiere asegurarse el organismo, sino el de la vicepresidente. El FMI sabe, como toda la Argentina, que la líder kirchnerista es la única dirigente capaz de vaciar de poder a la coalición de gobierno.

Un acuerdo con el FMI que implique un sendero de ajuste del déficit fiscal, un incremento en las tarifas, un deslizamiento más rápido del tipo de cambio y una licuación del gasto público en términos del PBI sólo puede ser creíble si tiene el aval explícito de Cristina.

Es por eso que Alberto, en el inicio de su mensaje televisado del domingo aseguró tener el apoyo de la vice. Y repitió la frase en el discurso del Día de la Militancia. Cristina no confirmó públicamente ese apoyo: no aparece en público desde el acto de cierre de campaña del Frente de Todos, mientras mantiene su reposo por indicación médica. Pero tampoco se pronunció sobre el tema en las redes sociales.

Mientras tanto, el ambiente político va interpretando los pequeños gestos que hacen al modo peronista de hacer política: el hecho de que La Cámpora se haya sumado a último momento al acto de apoyo al Presidente, al cual llegaron cuando el discurso ya había terminado y en el que mantuvieron un ostensible segundo plano.

Lo cierto es que lo que se presentará en el proyecto de plan económico plurianual va en el sentido absolutamente inverso al que pretende Cristina, como ella misma dejó en claro cuando polemizó públicamente con Guzmán por su excesivo celo en mantener topeado el gasto público. O como advirtió Máximo Kirchner apenas tres días antes de la elección legislativa, al advertir que "las cuentas tienen que cerrar, pero con la gente adentro".

No será agradable para el kirchnerismo tener que apoyar la reforma que viene. De hecho, Alberto, en sus últimas reuniones con empresarios, hasta dejó en claro que, más allá de los programas de controles de precios, comparte la visión ortodoxa sobre el origen de la inflación: prometió que, superada la pandemia, y con un déficit fiscal en caída, ya no habría tanta necesidad de financiación monetaria del gasto público. Naturalmente, un argumento esgrimido por Guzmán, que sabe qué es lo que quieren oír los técnicos del FMI.

La movida del Presidente pone a Cristina en una situación incómoda: el tema será debatido en el Congreso, para dar más formalidad al compromiso nacional para la reforma económica. Si la vice se muestra excesivamente crítica, parecerá que boicotea el acuerdo con el FMI, y además liberará a la oposición de la obligación moral de dar también su voto. En otras palabras, estaría debilitando en extremo la posición de Alberto al sumirlo en un caos financiero y restarle capacidad de gobernabilidad, lo mismo que el kirchnerismo denunciaba que querían hacer "los especuladores".

Pero si da su apoyo sin reservas ni condiciones, quedará antes su base militante como contradiciendo el discurso que ha mantenido en el último año.

Macri, entre la coherencia ideológica y "no empujar cosas artificiales"

En la vereda opuesta, Macri tiene también una situación incómoda, pero por los motivos opuestos a los de Cristina.

El ex presidente basó su gestión en el discurso de que había que ajustar las cuentas y "sincerar" los precios relativos. Es decir, que por dolorosas que fueran las consecuencias, era imprescindible liberar el precio del dólar, ajustar las tarifas de los servicios públicos y recortar lo más rápido posible el déficit fiscal. Y todo eso, acompañado por una progresiva disminución en la presión de impuestos a los privados y por una reforma laboral.

De hecho, uno de los mayores orgullos que expresaban sus funcionarios -sobre todo tras la contundente victoria en las elecciones legislativas de 2017- era que habían logrado un consenso nacional sobre la necesidad de un ajuste. El entonces ministro Nicolás Dujovne había causado revuelo al afirmar que, por primera vez eso ocurría en democracia, porque anteriormente sólo las dictaduras, con su impronta autoritaria, habían podido hacer programas de ajuste.

Y, en el arranque del gobierno peronista, Macri volvió a las críticas habituales: señalaba que el problema de Alberto era haber agrandado el gasto público y haber exacerbado la presión tributaria sobre el sector privado. Se enfatizó especialmente en que el virtual congelamiento del dólar y las tarifas constituían bombas de tiempo que podrían explotar en una nueva versión del "Rodrigazo" de 1975.

Para Macri, un apoyo a la convocatoria del Gobierno pone en riesgo la unidad opositora y sus chances para 2023
Para Macri, un apoyo a la convocatoria del Gobierno pone en riesgo la unidad opositora y sus chances para 2023

Con semejantes antecedentes, es difícil imaginarse a Macri liderando una oposición férrea ante un programa de ajuste económico. No sonaría muy creíble escuchr al ex presidente denunciando "el tarifazo de Alberto".

Sin embargo, aunque ideológicamente pueda estar de acuerdo con la mayoría de los puntos que está diseñando el ministro Guzmán, Macri no quiere aparecer como un aliado circunstancial del Gobierno ni compartir el "costo político" del malhumor social.

Es por eso que la misma noche de la elección advirtió sobre los recaudos que hay que tener ante la convocatoria a un acuerdo nacional. Para empezar, pidió precisiones: "Hay que entender qué significa ese llamado, quién lo hace, quién va a gobernar en los próximos dos años en Argentina. ¿Lo hace el presidente? ¿Tiene el apoyo de la vicepresidenta, de La Cámpora, de Massa, o es sólo él?", planteó el ex presidente, que puso como condición que hubiera una "profunda autocrítica" por parte del Frente de Todos.

Pero, sobre todo, su preocupación principal es no caer en una trampa política: teme que se pueda resquebrajar la unidad de la oposición y que, además, se le haga compartir el costo político de medidas impopulares.

"Si hoy la gente siente esperanza porque Juntos por el Cambio ha mostrado madurez. Entonces cuidemos eso, y también les digo a ustedes los periodistas, no empujen a cosas artificiales", pidió en su primera entrevista tras el resultado electoral. Pero quedó la sensación de que no sólo les hablaba a los medios sino, sobre todo, a sus socios de la coalición opositora.

El propio Alberto Fernández demostró que muchos temores de Macri son fundados: la convocatoria presidencial al diálogo ya arrancó con acusaciones a la gestión macrista por las consecuencias de la toma de deuda. Y, explícitamente, el mandatario intentó provocar una fisura opositora al decir que no le interesaba dialogar con Macri sino con la "oposición responsable".

Es así que, también para Macri, se genera un dilema. Si se mantiene en una postura de oposición férrea, quedará ante su electorado como incurriendo en una contradicción ideológica, al boicotear un plan que incluirá muchas de las medidas que la oposición viene reclamando, como el equilibrio fiscal.

Además, arrastrará en esa postura a toda la oposición, con lo cual se agravará el riesgo de fisura entre los "halcones" y las "palomas" que vienen pidiendo instancias de diálogo.

Pero si convalida un acuerdo nacional, corre el riesgo de que se diluya su propia posición como líder opositor, cuando ha quedado en claro que no se resigna a disputar su "segundo tiempo" en 2023.

Es por eso que está tratando de ir por un camino del medio, que supondría un "apoyo condicionado". Algo difícil de realizar y que, de momento, parece más cerca de la ruptura que de la concreción del diálogo.

"Todos queremos salir mañana del desastre en que hemos caído y vemos que esto va a continuar, porque la ola de Leliq y pesos y regulaciones y lo que hace Feletti amenazando a todo el mundo no van a tener resultado, lo sabemos todos", sostuvo Macri. Y agregó que firmar un acuerdo nacional a un acuerdo que impulsa esas medidas implicaría defraudar al electorado de Juntos por el Cambio.

En palabras del ex presidente, "el trabajo para sostener la unidad, que ha sido mi obsesión, tiene ahora una responsabilidad mayor, que es la de sostener la esperanza. Entonces no podemos caer de vuelta en manoseos, conferencias de prensa que terminan en mentiras, manipulación, que no construyen nada".

En definitiva, Macri sabe que lo que viene es un programa para ordenar las cuentas pero teme que un apoyo a ese programa lo debilite políticamente. No le molesta tanto la letra del acuerdo como su protagonista. Cuánto más cómodo le resultaría dar su apoyo si el acuerdo que está escribiendo Guzmán fuera de un gobierno de Juntos por el Cambio.

En el otro extremo, a Cristina le ocurre lo contrario: cuánto más fácil sería su situación si fuera opositora, porque podría decir lo que realmente siente sobre el plan de ajuste que el ministro está preparando.

Dos enemigos que ambicionan en secreto ocupar el lugar del otro. La política argentina tiene esas cosas. Como diría Pelé: "vocé que ser eu/ eu quero ser vocé".