Milei va por la mística ganadora y rebelde del 2023, pero en contexto de crisis: ¿jugada maestra o efecto búmeran?
Javier Milei tiene clara cuál es su mejor estrategia electoral: volver a dar la pelea en el terreno en el que se siente más cómodo: la "batalla cultural". Estética rockera, discurso "anti woke", reivindicación de valores tradicionales, conexión directa con la generación joven y una pizca de picardía futbolera al dedicarle cantitos de tribuna al rival.
En la noche del lunes, se notó la influencia de Santiago Caputo, las "Fuerzas del Cielo" comandadas por el Gordo Dan y otros estrategas que construyeron el fenómeno Milei de 2023: con la excusa de la presentación de un nuevo libro del presidente, recuperar la mística que lo llevó a la Casa Rosada.
Y, por eso, la apuesta fue recuperar la esencia del Milei candidato: un completo "outsider" de la política, que no tiene pudor en recurrir a ningún método con tal de transmitir su pensamiento liberal. Volvió el Milei showman, lo cual para algunos analistas es un acierto y para otros un riesgo electoral mayúsculo. Pero, en todo caso, tiene una consecuencia innegable: le devuelve a Milei la centralidad de la escena política y el control de la agenda.
Hasta el lunes a la tarde, los temas que acaparaban la atención eran la forzada renuncia de José Luis Espert a su candidatura -abrumado por las acusaciones de vínculo con el narcotráfico- y la emergencia financiera, que llevó a un pedido de salvataje urgente al Tesoro de Estados Unidos.
Tras una seguidilla de reveses en el Congreso, errores económicos, turbulencia, peleas con políticos y periodistas, acusaciones de corrupción, una dura derrota electoral en Buenos Aires, el futuro político de Milei parecía condenado a un deterioro inexorable. Las encuestas demostraban cifras contundentes de su mala imagen -un 63% de menciones negativas tras el escándalo Espert-, pero Milei decidió dar la pelea volviendo a sus raíces.
El activo político de la celebrity
Dijo alguna vez el analista Jorge "Turco" Asis que el mayor capital político que tenía Mauricio Macri era su condición de celebrity. Y que, por eso, quienes lo criticaban por la "estética tinelliana" de sus actos, por imitar a Freddy Mercury o por haber aceptado un cargo en la Fundación Fifa, no entendían que en ese tipo de acciones, precisamente, radicaba su fortaleza política.
No se trataba de una originalidad, por cierto. De hecho, hasta podría decirse que esa estrategia está en el ADN del propio peronismo, que con Evita simplificó y acercó a las masas los conceptos políticos de la doctrina justicialista.
En los años ’90, Carlos Menem forjó su popularidad al acercarse al deporte y al espectáculo. Se transformó él mismo en un personaje de la farándula, y profundizó esa condición ya estando en el poder. Menem podía dormirse en una reunión donde se hablara del presupuesto, pero nunca se perdería la oportunidad de invitar a Olivos a los Rolling Stones,a Madonna ni a Charly García para compartir la célebre pizza con champán.
Incluso la propia Cristina Kirchner bailó en fechas patrias junto al grupo de percusión Choque Urbano, y Alberto Fernández cantó, acompañado de su guitarra folk, los temas de Lito Nebbia.
Con una pizca de folclore peronista
Pero claro, Milei se propuso superar todos los límites de lo ya conocido. Y los asesores del presidente hicieron un diagnóstico claro: mientras siga siendo un "rupturista", mantendrá una base de apoyo popular por parte de una ciudadanía desencantada de la política tradicional. Si, por el contrario, se transforma en uno más de "la casta", será desplazado por otros dirigentes que ostentan mayor profesionalismo en ese campo.
Por eso, volvió el mileísmo fundacional: desafíos sarcásticos al rival con cánticos como "kuka tirapiedra" o "Cristina tobillera", apropiación sin pudor de los símbolos patrios y reivindicación de la alegría frente a la cultura de la cancelación y la solemnidad del progresismo.
Todo eso, mezclado con un show de nivel artístico bastante aceptable donde las consignas libertarias se mezclaron con las letras de La Renga, Charly García, Sandro, Nino Bravo, Gilda y Los Ratones Paranoicos. Con muchos momentos que rozaron lo bizarro, y otros que directamente entraron en la categoría de lo risible. Candidatos a diputados tocando la batería o haciendo coros mientras Milei entonaba el "Hava Naguila" en solidaridad con los rehenes de Israel ante una multitud de veinteañeros que grababan con sus celulares es una situación que ya merece el estudio de los teóricos de la ciencia política.
En definitiva, Milei no hizo nada que un veterano estratega peronista no aprobara en su fuero íntimo. Buscar una conexión directa con la gente, reivindicar la cultura popular, humanizar la figura del presidente, resaltar su condición de héroe solitario enfrentado a una casta villana -algo representado en la graciosa recreación libertaria de la Guerra de las Galaxias- y prometer todo el tiempo la recuperación de una gloria pasada: el manual del populismo más clásico.
Más batalla cultural que economía
Esta vez, Milei habló mucho menos de economía y mucho más de la necesidad de dar la batalla cultural y de "meter los pies en el barro". Se cuidó de no insultar y envió guiños a los aliados del macrismo y fuerzas provinciales a quienes quiere invitar a la agenda de reformas estructurales para la segunda mitad de su gestión.
Repasó, claro, la baja de la inflación -su "job description", como le gusta decir, apelando a la jerga corporativa- y también a la mejora en las cifras de la pobreza. Y también reivindicó la rebaja de impuestos por el equivalente a dos puntos del PBI. Pero reconoció que lo logrado todavía no es suficiente como para garantizar el bienestar de la población.
Pero, sobre todo, el mensaje que se preocupó de enviarles a los jóvenes que llenaron el Movistar Arena es que la victoria dependía de que ellos tomaran a su cargo la tarea de persuasión de votantes, exacerbando su influencia en redes sociales y círculos de pertenencia.
Y, tan importante como los temas que mencionó están los que omitió: ni una mención al dólar ni a la suba del riesgo país, ni a la necesidad de un segundo salvataje financiero en seis meses. Hubo elogios para Toto Caputo pero ningún adelanto sobre lo que el ministro está negociando con su colega estadounidense Scott Bessent.
Y, desde ya, ni una mención a la estafa de la cripto moneda Libra, ni a las acusaciones por soborno contra Karina Milei ni al reciente escándalo del diputado Espert. Milei, al igual que el "ideólogo" de la nueva derecha, Agustín Laje, siguen manteniendo la tesitura de la superioridad moral del movimiento libertario respecto del progresismo, la izquierda y el peronismo tradicional.
¿Jugada ganadora o efecto boomerang?
En los próximos días, el deporte de los analistas políticos será debatir sobre si este tipo de acto, en el actual contexto de incertidumbre, implica una jugada política astuta o si se puede volver un efecto boomerang.
Hay politólogos que creen que Milei cometió un error garrafal, por no comprender la diferencia de contexto entre 2023, cuando él era el retador del poder, que el actual, cuando es presidente de un país en crisis.
"La gracia que lo hacía ver distinto en 2023 y le daba capacidad de representar un cambio, hoy es la desgracia que lo hacer ver distinto a lo que todos imaginaban, provocando frustración más que esperanza. Lo gracioso de Milei en 2023 hoy se está volviendo patético", fue el duro diagnóstico de Lucas Romero, director de Synopsis Consultores.
Es un punto de vista que, en general, se expresó en varios medios que vienen siguiendo el proceso de deterioro financiero y el enfriamiento de la economía. En situaciones así, un show político como el de Milei corre el riesgo de ser percibido como un desacople de la realidad y hasta provocar rechazo.
Sin embargo, del lado de enfrente hay quienes se cuidan de no subestimar la estrategia de Milei, a la que ven como un refuerzo del vínculo con su núcleo duro de votantes jóvenes, que le garantizarían el piso de 30% de votos que obtuvo en las PASO 2023.
En tres semanas, las urnas dirán quién tuvo la razón. Por lo pronto, logró levantar la moral de una militancia que venía desanimada, y que en la entrada al Movistar Arena había sido recibida por militantes opositores que les gritaban: "son todos narcos, la p… que los parió".
Y, acaso, Milei hay logrado también levantar su propio ánimo, en un momento en que, con todos los números en contra, necesita recuperar la mística ganadora.