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La necesidad de evadirse, el punto en común entre la adicción al trabajo y el hábito de posponer tareas

En una vereda, los workaholics. En la otra, quienes evitan obligaciones. Los riesgos de la búsqueda del placer y de no saber qué hacer con el tiempo libre
07/02/2011 - 10:35hs
La necesidad de evadirse, el punto en común entre la adicción al trabajo y el hábito de posponer tareas

Está claro que la vida laboral suele generar tensiones. Algunas personas las toleran en mayor medida, otras les escapan y hay quienes, contrariamente, se vuelven trabajo-dependientes.

En estos últimos casos, aunque resulte difícil de creer, tanto los workalcoholics -adictos al trabajo- como los procastinadores -aquellos que viven posponiendo sus obligaciones- tienen un parámetro en común: ambos buscan evadirse.

En un caso, la evasión pasa por sumergirse de lleno en las actividades laborales evitando involucrarse en una vida social plena. En el segundo, este mecanismo se pone en práctica recurriendo a algo placentero.

¿Son conductas contrapuestas realmente? "La procrastinación o posposición, es la acción o hábito de postergar actividades que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables", define Wikipedia.

Así, en contraposición al clásico "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", los procastinadores son afectos a la postergación eterna de sus obligaciones. Sin embargo, este escape hacia otra tarea más reconfortante, en realidad, esconde una patología que, incluso, puede conducir a cuadros depresivos.

Pero no siempre lo que se pospone es el quehacer laboral. También puede tratarse de una decisión importante para la persona y, justamente al revés, el trabajo termina resultando un buen aliado.

De esta forma, quienes toman esta actitud buscan evitar tensiones y estrés y hasta encuentran en ello una autojustificación.

En líneas generales, existe una asociación entre lo que "hay que hacer" y aquello que es "desagradable" y, por lo tanto, se deja de lado.

Si bien puede resultar difícil de admitir, los expertos aseguran que, de algún modo, todos tienen ciertas esferas de procastinación.

Pero el problema surge cuando esa conducta se generaliza e invade diferentes territorios de la vida cotidiana, generando cierto estado de parálisis decisoria.

Según el especialista en la materia, Ignacio Lirio, "un procastinador sabe con más o menos precisión qué debe hacer y cuándo, pero no lo hace".

Y esto, básicamente, tiene que ver con un problema de motivación, relacionado con el estilo de vida laboral que impone una competencia frenética.

Es en este contexto donde, muchas veces, surge la necesidad de la evasión.

"La mente procastinadora activa una serie de mecanismos inconscientes de evitación que, posteriormente, la mente consciente se encargará de traducirlos en sentimientos y pensamientos de culpa, frustración o, en la mayoría de los casos, también en autojustificación".

La adicción al trabajoEn el medio español Expansión, Ivonne Vargas Hernández, abordó la problemática de la evasión desde la óptica de la adicción al trabajo y cómo ésta se convierte en una patología peligrosa.

"¿Experimentas culpabilidad si no estás en contacto con temas de tu oficina?, ¿sientes que en cualquier rato libre deberías adelantar tareas pendientes? Ambos comportamientos pueden ser una alerta de adicción al trabajo", afirmó la analista.

El aspecto visible de Erika Robledo, de 34 años, era el de una publicista dedicada, que había alcanzado una buena percepción económica por el desempeño demostrado en su empresa.

La faceta oculta era la de una mujer que gastaba gran parte de su ingreso en visitar médicos alópatas y naturistas para soportar el estrés de jornadas laborales de 15 horas, casi a diario.

"Llegué a recurrir a acupunturistas varias veces a la semana, les pedía que me recibieran a las 7 de la mañana para después ir al trabajo. En más de una ocasión, tomé pastillas para dormir y el límite fue cuando uno de los médicos me dijo: tus enfermedades son producto de tu estrés incontrolable", comentó la publicitaria.

Desde entonces, Erika decidió empezar a buscar otro empleo y a bajar su ritmo laboral, pero el desafío no fue sencillo.

"Es difícil deshacerse del hábito de no tomar una llamada del jefe, o llevarse trabajo a casa, aunque sean días de descanso. Produce ansiedad saber cómo podrían calificar tu desempeño si actúas de esa manera", confesó.

Aunque no existen cifras exactas sobre la adicción al trabajo, se calcula que más del 20% de la población empleada en el mundo presenta este problema, según información publicada por la escuela de psicología de la Universidad Anáhuac del Norte de México.

El perfil de los workaholicLos adictos al trabajo son personas que actúan de forma compulsiva y suelen escapar de ciertas situaciones personales, refugiándose en la oficina.

La psicóloga Julieta González Noriega explicó que existen características peculiares de quienes padecen este cuadro.

Según la experta, estas personas se aferran al trabajo de manera "excesiva".

No les basta con dedicar muchas horas a la semana a sus tareas pendientes, sino que optan por aceptar cualquier otro proyecto que se les asigne, aunque ello implique dedicarle fines de semana y días festivos.

"Es gente que está simultáneamente en varios asuntos, sin importar si los disfrutan; parece que viven a contrarreloj. Tienen escaso o nulo tiempo para otras actividades, como convivir con amigos, y se sienten culpables, por ejemplo, si dedican una parte de su fin de semana a una cosa diferente, como leer un libro en lugar de resolver algún pendiente de la oficina", indicó González Noriega.

En tanto, la especialista de la escuela de piscología de la Anáhuac, Alejandra Guitart, remarcó que a estas personas les resulta difícil delegar responsabilidades, son desconfiados y su círculo de amistades y hobbies se centran en compañeros de trabajo o en contactos que les aporten algún beneficio profesional.

Además, indicó que tienen miedo al tiempo libre, porque les parece una pérdida de tiempo y no saben en qué ocuparse.

Se puede decir que los adictos al trabajo rondan entre los 35 a 45 años y tienen una incesante necesidad de controlar todo, según refiere una investigación publicada en la revista Psicothema.

Las dos caras de un problema

Un procastinador se aferra a los placeres para evadirse de sus obligaciones. Un adicto al trabajo se "atrinchera" en sus ocupaciones laborales.

Sin embargo, tienen un patrón en común: ambos se están evadiendo.

Con respecto a los workaholic, González Noriega sostuvo: "A veces, su conducta pasa desapercibida, pues culturalmente es bien visto que la gente se dedique con ahínco a sus tareas laborales" y, en contraposición, destacó que "esto es lo opuesto a lo que sucede con el procastinador, que se dedica a evadir sus obligaciones, porque, en ese caso, no está bien visto" por la sociedad.

Aunque el término workaholic ha existido siempre, fue a partir de los años ochenta cuando las personas con esas características comenzaron a ser catalogadas como "enfermos", por las repercusiones que esta conducta tiene en la vida personal y en la salud, señaló Guitart.

Y remarcó que "no se debe catalogar como workaholic a quienes trabajan más de 8 horas al día, por necesidad económica o profesional, de manera temporal".

"La adicción es diferente. En este caso, la persona escapa de aspectos que desconoce cómo controlar y busca en el trabajo su opción para seguir adelante", aclaró.

Por otra parte, González Noriega puntualizó que "la gente en esta situación, generalmente, se desempeña en actividades con tareas que les permiten potenciar su creatividad, aprender, desarrollarse y estar en contacto con muchas personas".

"Para los workaholic, esto termina por convertirse en una especie de droga", afirmó.

De esta forma, convergen dos adicciones: el perfeccionismo y exigencia con la entrega de tareas, "porque quieren tener el control de algo y destacarse en ello" y, por otro lado, la obsesión por crecer y tener proyección, "por lo cual buscan cualquier actividad que esté ligada a su mundo laboral; es decir, el lugar donde se han destacado", indicó la especialista.

En un principio, las compañías que contrataban a una persona adicta al trabajo estaban muy satisfechas. Sin embargo recientes estudios demuestran que esto no es del todo favorable. Según Guitart, "el problema radica en que si bien suelen parecer muy rendidores y productivos, a largo plazo el ritmo laboral que llevan, tan prolongado y sin control, los hace caer en errores o bien, no pueden cumplir con las fechas y las metas establecidas".

Eso es "sólo una cara del conflicto", advirtió González Noriega. "A ello se agrega que terminan siendo un elemento controversial en las empresas, porque obligan a otros -principalmente si el workaholic es el jefe- a mantener la misma dinámica que ellos, por lo que se crean problemas entre los integrantes del equipo", remarcó.

Los expertos también destacaron los inconvenientes de salud y sociales que llegan a padecer estas personas.

"Son muy propensos a males gastrointestinales, cardíacos, y sufren de ansiedad, cambio de carácter inesperado y problemas para dormir. El extremo pueden ser las adicciones a sustancias como el alcohol y las drogas", indicó Fernando Hernández, médico de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Es por estas razones que González Noriega, concluyó que el control de este tipo de problemas corresponde no sólo al trabajador, sino también a la cultura corporativa, que debe promover entre sus trabajadores el desarrollo, a través de otro tipo de actividades extra curriculares y sociales que aporten valor a su desempeño.