Nace la oposición: Moyano, el dólar, la fría economía y asuntos internos llevan a Cristina a su estado de máxima tensión
"Esto se va a poner feo. La situación es muy preocupante, los dos están levantando la apuesta porque no pueden compartir el poder. No hay espacio para ambos. Son como dos trenes de frente a punto de chocar".
Esta frase por demás gráfica pertenece al politólogo Jorge Giacobbe, uno de los principales conocedores de la interna peronista, quien acababa de hablar con un alto dirigente sindical luego de que Hugo Moyano convocara a un paro nacional para la semana próxima.
Y su advertencia resume el sentir general de todos los observadores del panorama político.
Es que si alguna vez la relación entre Cristina Kirchner y el jefe de la CGT pareció una "guerra fría" -es decir, una pelea en la que se insinuaba pero que no llegaba a materializarse por el respeto y temor mutuo- ahora se convirtió en una pelea abierta.
Ninguno oculta su bronca, se pasó de las críticas elípticas a las acusaciones directas, los pases de facturas están a la orden del día y las consecuencias son, a esta altura, impredecibles.
Giacobbe destaca un hecho no menor: la convocatoria de Moyano para el miércoles próximo implica el primer paro contra un gobierno peronista en toda la historia.
"Pero no sólo eso, sino que se rompieron ciertos códigos de convivencia política cuando empezaron a acusarse de robo entre ellos", señala el experto.
Alude al duro discurso de la Presidenta en el que acusó a los sindicalistas de alentar irresponsablemente pedidos salariales que luego derivaban en despidos mientras los dirigentes "se vuelven a sus casas, que nunca son casas pobres".
No menos dura fue la reacción de Pablo Moyano, el hijo de Hugo, que acusó al vicepresidente Amado Boudou de estar "más sucio que un mecánico".
Lo cierto es que mientras el Gobierno hace denuncias penales contra los Moyano, y éstos tratan de "soberbia" a Cristina y comparan a su gobierno con la dictadura, empieza a quedar en claro una idea.
De las dos partes en pugna, la Presidenta es quien más tiene para perder en un conflicto.
"Si Moyano ocupa la Plaza de Mayo y se transforma en el nuevo Ubaldini, el monopolio y hegemonía política de Cristina se puede terminar y su gobierno va a quedar condicionado", afirma Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas (Cipol).
Tan convencido está sobre la gravedad de la situación que manifiesta sus dudas sobre si efectivamente tendrá lugar la concentración moyanista del miércoles: "El Gobierno va a tratar por todos los medios de que no se haga, sabe que puede ser un punto de inflexión".
¿Qué tanto podría agravarse la situación? Algunos analistas creen que lo que se ha visto en los últimos días -con el desabastecimiento a las estaciones de servicio y las dificultades en los cajeros automáticos- son apenas una pequeña muestra.
"Ambos tienen municiones guardadas que han preferido no usar todavía. Por el lado del Gobierno, puede meterse en las obras sociales e intervenir más directamente en la interna de la CGT. Tienen mucho para atacar a Moyano", describe Alejandro Catterberg, socio de la consultora Poliarquía.
Y agrega que el sindicalista, a su vez, "tiene muchas herramientas para alterar la normalidad del país, ya demostró que puede hacer que falten insumos fundamentales".
En este sentido, cabe recordar que casi el 90% de la carga que circula en el país se moviliza por camiones, al igual que un 80% del PBI. El gremio tienen cerca de 200 mil conductores habilitados. Traslada toda las materias primas y mercadería de los campos a los puertos.
Como si esto fuese poco, tiene injerencia directa en tres cuestiones muy sensibles para la población: el transporte de combustibles, de caudales (cajeros automáticos) y de residuos.
"Si un día no se recoge la basura la gente culpa a Moyano, pero si pasan cinco días sin recolección ya responsabilizan al Gobierno", reflexiona un funcionario.
Y este último punto es un elemento clave. Los analistas creen que ante una crisis de desabastecimiento, el malestar de la opinión pública ahora no se volverá tanto contra el sindicalismo sino contra el Gobierno.
Las falencias del modelo K nutren a "la oposición"
Una encuesta de Giacobbe da la prueba de que el líder sindical se beneficia más que el Ejecutivo.
Hace 40 días, cuando se le preguntaba a los argentinos cuál de las dos partes prefería que se "impusiera" en la confrontación, Cristina ganaba 7 a 1.
Pero, en las últimas horas, el mismo sondeo arrojó un resultado de 2,4 a 1.
Esta circunstancia refleja un cambio en la imagen de ambos contendientes.
Del lado del Gobierno, pesa la acumulación de crisis que tuvo la Presidenta desde su reasunción.
Un simple repaso a las situaciones conflictivas resulta agobiante e incluye:
•El colapso del sistema de transporte público.
•La escasez de productos por el cierre de importaciones.
•Las restricciones a la compra de dólares.
•Las tensiones con gremios, como el de los maestros.
•Las protestas contra la minería en el interior.
•Las acusaciones contra Amado Boudou.
•Las imputaciones de espionaje a militantes opositores.
•El malestar de los productores rurales por el revalúo impositivo.
•Las dificultades financieras de las provincias.
Y la lista continúa. Tal vez esa situación haya sido la que generó una serie de "curiosidades".
Clase media "anti K", más permeable a Moyano
En las últimas horas se han visto "coincidencias de sectores" que, tiempo atrás, parecían impensadas, como por ejemplo el acercamiento entre Moyano y el gobernador bonaerense Daniel Scioli, o la adhesión de la Federación Agraria a las protestas de los camioneros, esos mismos que hace cuatro años intentaban romper la huelga de los productores sojeros.
Y lo que más llama la atención es cómo la clase media, que siempre ha manifestado un fuerte rechazo por el estilo de Moyano, sea ahora la más permeable al reclamo por la actualización en el "piso" del impuesto a las ganancias.
A fin de cuentas, buena parte de ese segmento que gana por encima de los $7.998 se ve alcanzada por el tributo.
De manera que quienes se sienten identificados con este reclamo, del que Moyano tomó la bandera, no son precisamente los sectores populares sino más bien aquellos profesionales que en las últimas semanas también han manifestado su enojo por el hecho de no poder ahorrar en dólares.
"A los que no les gusta este modelo K, los que van con las cacerolas a manifestarse por la corrupción o por las medidas de la AFIP encuentran en Moyano alguien que canaliza una oposición que este nuevo Gobierno no tiene", señala un dirigente en estricto off the record.
La oposición "empieza por casa"
Los hechos confirman lo que muchos anticipaban apenas Cristina había logrado el contundente 54% en las urnas: que la oposición iba a surgir del propio partido, de las luchas internas e, incluso, del mercado financiero (representado entre otras variables por el dólar) dependiendo esto último de cómo evolucionase el escenario económico.
En este sentido, el analista Rosendo Fraga destacaba que el peronismo está lejos de ser un partido cohesionado y monolítico.
"Se ha transformado en una cultura política que ocupa el espacio del oficialismo y gran parte del arco opositor al mismo tiempo", señalaba.
En buen romance -tal como adelantaban los expertos- la victoria del 54% de los votos no iba a significar en absoluto un hegemonismo político para todo el mandato.
"En una sociedad democrática hay mucho poder que no está en la política, está en el mercado y en los ciudadanos", afirmaba en ese entonces Sergio Berensztein, director de Poliarquía.
Y también parece ratificarse una nueva particularidad de la política argentina: que la oposición verdadera sólo puede salir de las propias filas peronistas.
"Cada facción peronista está luchando para ver cuál va a ser el futuro del movimiento, y eso produce enorme inestabilidad porque traslada a la sociedad todas sus pujas internas", observa Enrique Zuleta Puceiro, experto en opinión pública.
Queda, entonces, una sensación flotando: la gestación de una nueva oposición que se nutre de las propias falencias del modelo K ya descriptas.
"La cuestión es cómo se combinan los camioneros, los productores rurales, los que cacerolean. No hay certezas sobre qué se puede generar a partir de eso. Lo que sí está claro es que en el fondo hay una discusión de gobernabilidad y Cristina debe evitar perder el control de la calle. No va a ceder en eso", afirma Catterberg, de Poliarquía.
¿Negociar o no negociar?
El debate del momento radica en cuál debe ser la reacción del Gobierno ante la escalada conflictiva. ¿Negociar es mostrar debilidad? ¿O es peor mostrarse intransigente aunque eso derive en un caos social?
Y aquí es donde sale a relucir una máxima que todos los politólogos tienen presente en la política argentina: en el imaginario social, el peronismo es el partido que garantiza la gobernabilidad.
En consecuencia, se puede perdonar la baja calidad institucional, los cambios de discurso y hasta las acusaciones de corrupción. Pero no se le perdonará que no se muestre dominador de la situación política y social.
"El 54% de votos que obtuvo Cristina fue por haber demostrado gobernabilidad. Por eso la sociedad ahora mira al Ejecutivo para ver si puede controlar la situación", señala Zuleta Puceiro.
El problema, claro, es si es posible gobernar "con Moyano en contra". Más aun en un país con alta inflación.
Hay varios analistas que creen que la Presidenta comete un error en exacerbar su intransigencia.
"Cristina no siguió lo hecho por su marido", sostiene el siempre provocativo Jorge Asis, aludiendo a cómo Néstor Kirchner -a pesar de tener diferencias con Moyano- buscaba negociar para coexistir pacíficamente.
"Reconocer que es un error cobrarle al laburante el impuesto a las ganancias nunca sería arrugar", afirma el exsecretario de Cultura del gobierno menemista.
En este punto, incluso los analistas más cercanos a la posición del Gobierno sostienen que, al menos, es necesario hacer ajustes en la comunicación.
"El Gobierno nunca cede bajo presión. Por eso, no va a cambiar su postura con el impuesto a las ganancias. Pero tiene que salir a fundamentar su postura del por qué no lo hace", argumenta Analía del Franco, directora de la consultora Analogías.
En la misma línea, el encuestador y politólogo Artemio López, uno de los más firmes defensores del kirchnerismo, sostiene que la jefa de Estado debería explicarle a la sociedad cuáles son los riesgos que trae aparejado el otorgar tal beneficio.
"El país no es una fiesta, ni lo será en el corto y mediano plazo, digamos así. De tanto repetir buenas nuevas, uno no debiera terminar creyéndolas. Se trata de levantar el ánimo sin bajar el análisis", afirma López con inusual sinceridad.
Lo curioso, en todo caso, es que si el Gobierno accediera al reclamo sindical y actualizara por inflación el "piso" del impuesto a las ganancias, el fisco no sufriría mucho.
Según dan cuenta economistas especializados en temas tributarios, ganancias representa un 15% del total de la recaudación pero, de ese total, sólo la tercera parte corresponde a aportes de personas, mientras que el resto son gravámenes a empresas.
"Es claro que la disputa es más política que económica. No sólo porque ganancias no es tanto en términos de ingresos, sino porque además, si actualizaran el piso, gran parte de esa plata volvería a las arcas del Estado bajo la forma de IVA", afirma off the record, el economista jefe de una de las principales consultoras.
Mientras tanto, la pulseada continúa subiendo de temperatura. Y el clima político cambia hasta el punto que muchos ya consideran irrelevante si hay una ruptura interna de la CGT.
Como dice Giacobbe: "A esta altura, si hay una CGT o si hay 14 ya no importa. Porque el tema pasó a ser quién puede sacar miles de personas a la calle. Y el desafío de Cristina es evitar que esa calle sea de Moyano".