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Con la maquinita de imprimir "a full", la pregunta: ¿en qué gastan los argentinos?

No hay refugio en el dólar, sí exceso de moneda local. El cepo cambiario modificó algunas pautas de uso del dinero. ¿Es sostenible la pesificación forzada?
07/11/2012 - 10:05hs
Con la maquinita de imprimir "a full", la pregunta: ¿en qué gastan los argentinos?

Hasta hace pocos meses, si se les preguntaba a los economistas, el título más tenebroso posible para una película de terror, la respuesta habría sido: "Se cayó la demanda de dinero".

Es que uno de los temas que les generaba más miedo era la posibilidad de que los argentinos se negaran a mantener los pesos en sus bolsillos y que -tal como había ocurrido en viejas y convulsionadas épocas- se generase una suerte de histeria que los llevase rápidamente a desprenderse de moneda local, a cualquier precio.

En un escenario así, se temía que aun cuando el Gobierno pulsara "stop" en la maquinita de emitir dinero, la inflación siguiera acelerándose, ya no por una mayor cantidad de pesos sino por una circulación más rápida de los mismos.

No parecía un temor injustificado. Al fin y al cabo, les provocaba escalofríos que se dieran ciertas similitudes con lo sucedido en la década de los '80.

Y es por eso que, en los primeros meses del año, cuando el Gobierno modificó la carta orgánica del Banco Central -que ponía fin al "viejo principio" de que cada peso circulante tenía que tener un dólar como respaldo- los temores se acentuaron.

Los economistas tenían la firme sospecha de que ese cambio era para que el Ejecutivo tuviera vía libre para imprimir billetes "a full", casi sin límites, con la lógica tentación de financiarse con emisión.

"La desaceleración sostenida de la demanda real de dinero es una de las dos contracaras del enfriamiento del nivel de actividad. Y pone en evidencia que el público cada vez quiere menos los pesos que se emiten, reflejando que el BCRA imprime ‘de más' y que hay exceso de oferta", advertía en ese momento un informe de Economía & Regiones, la consultora de Rogelio Frigerio.

Igual que a muchos de sus colegas, le resultaba preocupante el nivel de expansión del dinero (31% anual) cuando estimaba que los argentinos sólo querían no más de un 6,5% de billetes.

Pasaron los meses y esta sobreabundancia, lejos de resolverse, se acentuó, con un nivel de emisión que ya se encuentra en un récord del 41%. Sin embargo, los escenarios de catástrofe no se han producido: la inflación sigue alta pero no se espiralizó y el dólar "blue" se estacionó en un nivel del 30% por sobre el tipo de cambio oficial.

La pregunta es inevitable: ¿Habrá encontrado el Gobierno la "fórmula" para emitir cada vez más sin que la suba de precios se descontrole? Esa sería, seguramente, la versión oficialista, a juzgar por las recientes declaraciones de los funcionarios kirchneristas.

Como la de Axel Kicillof, por ejemplo, quien en el Congreso defendió la tesis de que no puede establecerse un correlato directo y lineal entre emisión e inflación

El viceministro de economía destacó lo que ocurre en Estados Unidos, donde a pesar de haberse cuadruplicado la base monetaria desde que comenzó la crisis financiera, no sólo no hay riesgo de inflación sino que el principal temor es la deflación.

Ya no se crece en base a "pichicata inflacionaria"

Pero la visión del Gobierno está muy lejos de ser compartida por los analistas.

"Ellos tienen la teoría de que imprimir billetes no genera aumentos, sino que la causalidad es inversa, que hay una mayor actividad y eso determina una mayor necesidad de dinero. Lo cual hasta cierto punto podría ser cierto, pero no al extremo de justificar una emisión del 40% anual", argumenta el economista Enrique Szewach.

En línea con ese argumento, hay quienes sostienen que por más que no se haya incrementado significativamente el índice inflacionario, sí hubo un "incremento oculto o implícito" de la inflación.

"No se puede obviar el hecho de que la suba de precios sigue tan alta como en 2011, pese a que este año el país casi no crecerá y en el período la economía se había expandido un 6%", observa Fernando Marengo, economista jefe del Estudio Arriazu.

"Generar la misma inflación con menor actividad puede interpretarse, en definitiva, como un aumento del nivel inflacionario", agrega.

Para el 2013 los pronósticos tampoco son alentadores. Según el ex ministro Roberto Lavagna la Argentina está "condenada" a un incremento en el nivel general de precios del orden del 28 por ciento. ¿Quién ayuda a "barrer" la plaza?

Lo cierto es que, más allá de estas polémicas, hay una realidad innegable: con una emisión monetaria ya encima del 40% anual, la inflación sigue estando relativamente controlada y estable en torno de 25 por ciento. Y con un detalle adicional: ahora hay cepo cambiario.

Ocurre que antes los particulares y empresas, con sus compras de billetes verdes, sacaban de la economía los pesos que "sobraban". De alguna forma, le hacían un favor al Banco Central, que ya no tenía que hacer el "trabajo sucio" de emitir para comprar los dólares provenientes de la exportación.

Por eso se decía que la fuga de capitales, paradójicamente, le era funcional.

Ahora, en cambio, esos pesos en poder del público ya no encuentran esa "puerta verde" a la que recurrían como salida tradicional.

Es cierto que los pesos podrían irse al dólar "blue", pero los analistas creen que eso no cambiaría mucho las cosas.

"Cuando alguien compra dólares en el mercado paralelo, los pesos que entrega siguen circulando en la economía, porque el ‘cuevero' los hace trabajar. No es la misma situación que cuando se le compraban dólares al Banco Central", señala Marengo.¿Dónde van los pesos? 

La realidad de hoy día muestra no sólo que ya no hay dólares sino que abundan los pesos. Incluso en una cantidad superior a la que la propia sociedad pide.

La pregunta es, entonces -con la ventanilla cerrada para comprar billetes verdes- a dónde está yendo semejante cantidad de moneda local y qué están haciendo los argentinos con esa masa de dinero.

Parte se sigue canalizado al "consumo defensivo", tal como calificaban los economistas al boom de compras de LCD, celulares, computadoras y otros bienes durables ocurrido a partir de 2010, mientras la inflación subía.

Pero, si bien no cesó, esta conducta tuvo notorios cambios. Es así que los electrodomésticos- una estrella de los últimos años, cuya venta crecía anualmente a tasas de dos dígitos- ahora está virtualmente estancada.

Según una encuesta de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, una entidad cercana a las políticas oficiales, la comercialización medida en volúmenes, no en pesos, es un 3% inferior a la del año pasado.

La respuesta tampoco puede ser buscada en los autos, el sector emblema del kirchnerismo que ha batido récords sistemáticamente en los últimos años, y al cual el Gobierno apostaba para compensar la caída de la demanda en el mercado internacional.

De hecho, después de haber iniciado el 2012 con un pronóstico de suba de 15%, hoy las concesionarias se declaran contentas si las ventas no se ubican por debajo de las del 2011.

El acumulado marca unos 745.000 0km comercializados, es decir, un nivel levemente inferior al que se registraba hace un año.

Otro rubro tradicional, el inmobiliario, que absorbía una gran cantidad de pesos convertidos a dólares, se desplomó: actualmente registra el nivel más bajo de transacciones de la última década, con un derrumbe del 47% en octubre en relación al mismo mes del 2011. 

Cambio de hábitos 

Una de las pistas hay que encontrarla por el lado del turismo.

Como la propia Cristina Kirchner se encarga de informar mes a mes, ni las más duras restricciones a la compra de divisas han sido obstáculo para frenar el flujo turístico de argentinos yéndose al exterior.

Sin ir más lejos, en septiembre, el caudal de personas se incrementó un 8,5% respecto al mismo mes de 2011. 

Lejos de detenerse, más bien puede hablarse de un "efecto boomerang". Los propios directivos de las agencias de viaje señalan que los particulares -por temor a no poder hacerlo más adelante- optan por adelantar las compras de sus paquetes turísticos.

Las estadísticas confirman estos dichos: en el primer semestre se fueron por este concepto unos u$s2.500 millones, marcando una contundente repunte del 66% respecto del año pasado.

Y, dado que el momento más fuerte del gasto turístico se produce sobre fin de año, se estima que la "aspiradora de pesos" podrá funcionar con mayor intensidad.

Aun así, el turismo no alcanza para explicar el destino de esos pesos sobrantes. Y ahí es donde entra a jugar un rol más protagónico el sistema financiero.

Luego de varios meses de reticencia a dejar subir la tasa de interés, finalmente el Banco Central convalidó un incremento, de tal forma que ahora lo que se obtiene por una colocación a plazo fijo en pesos está en línea con el alza esperada para el dólar.

"La clave está en la tasa de interés de las colocaciones bancarias que, finalmente, llegó a un nivel lo suficientemente alto como para convencer a los argentinos a llevar sus pesos a los bancos", sostiene Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica.

Con unos $255.000 millones, los depósitos en plazos fijos tienen hoy un volumen que crece a un ritmo anual cercano al 50 por ciento.

Y, por más que una parte de esos pesos vuelvan luego al circuito en forma de créditos, Castiñeira argumenta que el ahorro en el sistema financiero juega un rol preponderante para evitar que la emisión monetaria se transforme en inflación.

Desde su punto de vista, la condición para que esta situación se mantenga estable consiste en que la tasa de los plazos fijos esté en línea con la devaluación esperada, pero tomando como referencia al dólar "blue" y no al tipo de cambio oficial.

Claro que para que este repunte de los depósitos ocurriera tuvo que darse otra cosa: el cepo cambiario.

Particulares y empresas "parecen haberse acostumbrado a las restricciones y, ante la imposibilidad de comprar dólares, comienzan a robustecer su requerimiento de pesos, lo que implica un incremento no sólo en la demanda de circulante, sino también una significativa expansión de los depósitos", destacan desde Economía & Regiones.

Ese "acostumbramiento forzado" a no poder ahorrar en dólares hizo que también se notara cierta predisposición a mantener pesos en el bolsillo, especialmente en los sectores de menores ingresos, que no están bancarizados.

"En definitiva, lo que vemos es una demanda de moneda local no del todo voluntaria, sino inducida por el Gobierno", sostiene Marengo.

"Es un esquema que funciona sólo en una lógica de economía muy cerrada. También la gente guardaba mucha moneda nacional en las economías socialistas, porque no tenía alternativa para gastarla", agrega.

En definitiva, antes el dólar, los LCD, los 0km y los ladrillos eran los que más absorbían los pesos que "estaban dando vueltas".

Ahora, la "canasta" parece conformarse por una mayor inclinación al turismo, plazos fijos, con la categoría autos en estado "estable" y algunos electrodomésticos en baja. ¿Pesificados "for ever"?

El tema, como siempre, es cuánto tiempo es sostenible la actual situación, que muestra a una sociedad sin poder refugiarse en una moneda dura, forzada a consumir o a dejar su dinero en moneda local en los bancos, a sabiendas de que pierde contra la inflación y sin que considere al peso argentino como resguardo de su capital.

"¿Será que vivimos una pesificación transitoria y en el 2013 vuelve la dolarización?", se pregunta el consultor Salvador Di Stefano, quien destaca que nunca se había visto semejante cantidad de pesos ($740.000 millones, sumando el circulante más los depósitos bancarios) en el mercado, sin que emigraran masivamente hacia la compra de divisas estadounidenses.

Para los analistas, el cepo puede servir en el corto plazo para forzar las colocaciones bancarias y algunos consumos. No así en el largo.

"La situación sigue siendo inestable, porque depende de elementos que el Gobierno no maneja. En definitiva, la demanda de dinero no es algo que esté bajo el control de los funcionarios sino del público", argumenta Szewach.

Para la Argentina de estos tiempos, en la que se piensa sólo en el "hoy" y el "mañana" suena lejano, las restricciones cambiarias resultan funcionales.

Por ahora, en el Gobierno prevalece la idea de ir tapando agujeros, emparchar el rojo fiscal, resolver las urgencias en materia cambiaria, energética y ver cómo se puede calentar la fría economía, mientras las inconsistencias del "modelo" (inflación, atraso cambiario, pérdida de competitividad) subsisten.

En tanto, los argentinos siguen "presos" de la fuerte suba de precios y de la pesificación forzosa.

Pero, como dice Mario Blejer, ex titular del Banco Central, "no se puede forzar para siempre el ahorro en una moneda en la cual no se tiene confianza".

Basta repasar la historia reciente y ver si los controles de precios que instrumentara Guillermo Moreno hace ya seis años, allá por 2006, sirvieron para bajar la inflación que hoy tiene la Argentina.