Moreno bajó la inflación: los peligros ocultos de su "éxito" y el de una victoria "a lo Pirro"
"El alto costo de los bajos precios". Así se titulaba una controversial película documental de 2005 en la cual el cineasta Robert Greenwald cuestionaba cómo, en el afán por abaratar al extremo los productos de sus góndolas, la cadena Walmart podía generar perjuicios a nivel social (por ejemplo, llevar a la quiebra a los pequeños almacenes).
Parafraseando ese film, en la Argentina de 2013 podría filmarse una historia llamada "El alto costo del congelamiento de precios" o, tal vez, "El peligro oculto de la eficiencia de Guillermo Moreno".
Es que el celo del secretario de Comercio Interior por solucionar problemas -que son consecuencia y no causa de aquello que se busca resolver- suele generar inconvenientes mayores.
El año pasado esto se observó en la presión para que las empresas no importasen productos. El objetivo: cuidar los dólares y mostrar un saldo positivo en el comercio de la Argentina con el mundo.
Para muchos analistas fue una victoria a lo "Pirro", ya que lo consiguió a costa de muchas pérdidas que finalmente afloraron en el país.
En efecto, el éxito en lograr un saldo en la balanza comercial superior a los u$s10.000 millones (finalmente fue de u$s12.690 millones) tuvo el alto costo de un enfriamiento de la economía, por la represión de las importaciones.
Algo similar sucedió con su empecinamiento con el dólar blue, que lo llevó a ejercer una fuerte presión sobre bancos y casas de cambio. El resultado final: hoy el billete paralelo, lejos de haber bajado, cotiza en valores cercanos a los $8,30 y alejado más de un 60% del oficial.
En todos los casos aconteció algo similar: en el arranque de la medida, parecía que se había alcanzado el "éxito". Pero, con el correr de los meses, la realidad terminaba mostrando que el problema que se buscaba resolver terminaba acentuándose.
Ahora, en este 2013, el "enemigo a vencer" es la inflación. Y se corre el riesgo de que la historia, una vez más, vuelva a repetirse.
¿El problema de fondo son los súper?
En enero pasado la aceleración inflacionaria llevó el "índice del Congreso" a su nivel récord de 2,6%. Ese registro había impresionado no sólo por su magnitud (si se proyecta a un año daría un impresionante 36%) sino porque era una confirmación de que el proceso inflacionario venía en rápida aceleración.
En febrero, por el congelamiento se produjo un freno en el índice.
Así las cosas, el "acuerdo" impuesto a las cadenas de supermercados parecería estar logrando sus frutos. Con el 1,2% que midieron los consultores privados, el indicador tocó su punto más bajo en los últimos 22 meses.
Incluso, todo indica que su implementación estaría marcando un punto de inflexión, ya que hay probabilidades de que en marzo dicho índice vuelva a dar una cifra relativamente baja (seguramente menor a los 2,3 puntos registrados el mismo mes del año pasado).
En este contexto, el Gobierno está convencido de que extender el congelamiento, ahora hasta el 31 de mayor, viene a ser la "mejor receta" para domar la inflación. Y así es que Moreno impuso una fuerte presión a los empresarios.
"Visto el cortoplacismo de la política y aún cuando en el mediano plazo resulta ciertamente inconsistente contener la inflación vía un congelamiento de precios, con costos que suben, no era de descartar que esta estrategia se iba a extender varios meses más", afirma el economista Miguel Bein.
El lado oscuro del congelamiento
Claro que este nuevo "éxito", de haber cambiado la tendencia inflacionaria, tiene su lado oscuro.
Ese es el temor generalizado que expresan masivamente los analistas, para quienes esta política económica está prendiendo mechas que pueden explotar en un futuro no tan lejano.
Para empezar, porque no parece haber un verdadero éxito en cuanto al manejo de expectativas de la sociedad: los indicadores de opinión pública marcan un escepticismo de la población sobre un cambio de escenario.
El último indicador de la Universidad Di Tella sigue mostrando que los argentinos esperan un 30% de inflación.
"El acuerdo de precios se encuentra distante del camino ideal. El público lo sabe y descuenta que el ritmo de incrementos no se reducirá", sostiene Economía & Regiones, la consultora dirigida por Rogelio Frigerio, en un informe que lleva el contundente título "El Gobierno no está tomando medidas para bajar la inflación".
Su argumentación es que ningún plan puede tener éxito en cambiar la tendencia inflacionaria si no ataca sus causas fiscales y monetarias, algo que no percibe que esté ocurriendo en el caso argentino.
"En enero, la base monetaria creció a un ritmo interanual de 35%, lo cual permite descartar que se piense en una política anti inflacionaria", afirma.
En la misma línea opina Jorge Todesca, titular de la consultora Finsoport: "El acuerdo con los supermercados aparece como una medida en solitario. Puede funcionar en el corto plazo, por la capacidad del Gobierno para imponerle disciplina a los comerciantes, pero luego volverá todo a la normalidad y los precios subirán".
También se muestra escéptico Gustavo Lazzari, economista de la fundación Libertad y Progreso, quien cree que es probable que fracase al no haber un plan que contenga el gasto público.
"Cuando se anunció el congelamiento, pensé que tal vez se lo fuera a acompañar por otro tipo de medidas, algo tendiente a aminorar el ritmo de emisión monetaria. Porque lo que muestra la historia es que cuando los acuerdos de precios han salido bien, es porque en paralelo se controló la emisión. Y no es lo que está pasando ahora", advierte, pese a que ahora se intente moderarla un poco.
En definitiva, la percepción que predomina en el gremio de los economistas es que el éxito de corto plazo es la contracara de una aceleración de precios que se está "incubando" para el mediano plazo.
Esto es así porque, según remarcan, no se opera sobre las causas de fondo, sino que apenas se aplica una "contención" que luego se revierte con una corrección abrupta.
Capítulo 2: la MorenoCard
Los hechos parecen darle la razón a quienes creen que la dinámica intervencionista lleva necesariamente a nuevas medidas regulatorias.
Al congelamiento inicial le siguió la implementación de la tarjeta de crédito de los supermercados -la "MorenoCard", como se la bautizó en el mercado- con el explícito objetivo de disminuir la renta del sector financiero.
No es, por cierto, una sorpresa. En el contexto de rentabilidades que se achican, el sector de los bancos, con márgenes por encima de 20%, aparecía como un objetivo político inevitable.
A fin de cuentas, los bancos mejoraron sus ganancias durante 2012, gracias en buena medida a la focalización en los créditos al consumo. Y sólo por concepto de comisiones en ventas de supermercados, embolsaron $8.300 millones.
De manera que la nueva tarjeta SuperCard se inscribe en ese contexto. Para el Gobierno, es la forma de eliminar un intermediario que encarece la operatoria. O, en el peor de los casos, será una manera de presionar para que las entidades financieras bajen sus comisiones y tasas de interés.
No queda claro si lo logrará. Probablemente, si el nuevo plástico tiene éxito en "morder" la participación de mercado de las tarjetas bancarias, las entidades elaboren alguna "contraofensiva" que haga más atractivo su producto.
En principio, los economistas se muestran escépticos sobre los resultados de la medida oficial.
Como Carlos Melconian, quien con su contundencia habitual calificó a la SuperCard como "otro intento desesperado para ocultar la decadencia del modelo. Cuanto más parches implementen, peores serán las consecuencias".
El pasado que condena
Es tema de discusión cuánto tiempo podrá funcionar el efecto congelamiento, hasta que el "largo plazo" se haga presente.
Aun en el supuesto de que el Gobierno logre su cometido de que los aumentos no se desborden, la expectativa es que luego de las distintas negociaciones salariales se producirá un salto en los precios.
Basta observar lo que sucede en la vereda gremial.
"Las paritarias se están cerrando con subas del orden del 25%. Sin lugar a dudas se trasladarán a precios. No creemos que las empresas puedan seguir sin aumentar ante semejante incremento del costo laboral", sostiene el economista Salvador Di Stefano.
Pero el argumento de mayor peso para justificar el escepticismo en el plan antiinflacionario es la historia.
"Revisando la experiencia argentina, surge que ningún acuerdo de precios funcionó en el mediano plazo para anclar la puja distributiva y contener la inflación", señala Bein.
Reconoce que sí fue posible un buen resultado de corto plazo, pero que "luego tuvo que pagarse un alto costo de salida".
Como ejemplo, menciona las distorsiones generadas en las tarifas públicas, que desestimularon la inversión.
También el efecto boomerang ocurrido en el mercado de la carne.
"El congelamiento del precio en 2007 generó una caída en el stock ganadero que posteriormente pagamos todos los argentinos con precios que no sólo se duplicaron a partir de 2010, sino que además hoy se ubican incluso por encima de los valores internacionales", reflexiona el influyente economista.
Yendo más atrás en la historia, Luciano Cohan, director de la consultora Elypsis, recuerda el congelamiento de precios de finales de 1971. En aquella oportunidad, tras cinco meses con una inflación promedio de 2,7%, se logró un éxito inicial, ya que en septiembre y octubre bajó a 0,9% y 1%, respectivamente.
"En noviembre permitieron trasladar costos de insumos a precios. La inflación de los seis meses siguientes fue de 2,7%; 11,9%; 5,2%; 3,6%; 4,2% y 4,9%", apunta Cohan.
Un acuerdo de precios ambicioso fue el de José Alfredo Martínez de Hoz, durante la dictadura militar. En 1977 implementó una "tregua" de 120 días. En ese período, se instaba a las empresas a "deponer sus pretensiones alcistas y absorber los ajustes salariales".
Pero aun en semejante entorno represivo el plan fracasó y la suba general de precios terminó en 176 por ciento.
Otro ejemplo clásico es el inicio del Plan Austral en 1985, que logró una abrupta baja en el inicio. Tras un galopante índice de aumentos de 688% registrado el año anterior, se logró bajar al 2% mensual, para terminar 1985 con una cifra de 385%, en aquel momento todo un logro.
Por cierto, la falta de control fiscal derivó en el fracaso del plan, que necesitó un retoque en 1988 y llegó al pico hiperinflacionario de mediados de 1989.
El debate de "la gilada"
En la era kirchnerista también se encuentra un antecedente cuando, a fines de 2005, preocupado por el índice de 12%, el presidente Néstor Kirchner impulsó un acuerdo con los supermercados para que se mantuvieran sin aumentos un listado de productos de primera necesidad.
El resultado inmediato fue relativamente bueno, ya que 2006 terminó con una inflación de 9%. Sin embargo, sobre fin de año, el índice comenzó a estacionarse en un promedio de 1% mensual, y ello derivó en la polémica intervención del Indec, una de las causas por las que aún hoy día la Argentina está alejada de los mercados de crédito internacionales.
Lo más paradójico del acuerdo actual es que la propia Cristina Kirchner -en un discurso pronunciado una semana antes del congelamiento- había manifestado su escepticismo sobre los intentos de contener los aumentos mediante este recurso.
"Está demostrado por el paso de la historia que obligar, acordar, esas cosas no sirven. Es el propio usuario y consumidor el que tiene que hacer valer sus derechos", había dicho la Presidenta.
En estos días, los funcionarios deben estar respirando aliviados. Aun en un contexto de inflación alta, el hecho de que se haya quebrado la tendencia debe ser un factor tranquilizador.
El problema, claro, es el costo a pagar por la "marca registrada" de Moreno, donde la priorización del cortísimo plazo conlleva distorsiones que se van agravando a futuro.
"La prioridad vuelve a ser octubre. Tenemos la sensación de que el Gobierno sabe lo que está haciendo hasta las elecciones pero es probable que no sepa todavía, ni se esté planteando, la hoja de ruta posterior", observa Bein.
Y resume la sensación generalizada entre los analistas: que en un contexto de disputa electoral, "la preocupación por el mediano plazo aparece como un debate intelectual de ‘la gilada'".