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Paradoja de bolsillos llenos: por qué cuanto más vuelca a consumo, Gobierno más se complica

El Ejecutivo está empeñado en inyectar dinero a la sociedad para mejorar el humor electoral y reactivar la economía. Efectos en inflación y dólar blue
12/09/2013 - 06:39hs
Paradoja de bolsillos llenos: por qué cuanto más vuelca a consumo, Gobierno más se complica

En estos días parece que al Gobierno no le sale bien ni una jugada: suavizar el impacto del Impuesto a las Ganancias no mejoró las chances oficialistas en las encuestas, asumir un discurso de "mano dura" le valió al kirchnerismo el enojo de sus aliados de izquierda y llamar a un diálogo a los empresarios le trajo como consecuencia un reclamo por cambios de funcionarios.

Parecería el colmo de la mala suerte política. Sin embargo, siempre existe la posibilidad de que las cosas puedan empeorar: ocurre que, además de estos reveses en el ámbito político, podría suceder también que las medidas de incentivo económico terminen genrando un efecto boomerang.

Al menos eso es lo que están sospechando los analistas, quienes ven como un arma de doble filo el hecho de que el Gobierno esté volcando millones de pesos al mercado.

Es que estas iniciativas podrían funcionar no tanto como reactivantes de la economía sino como aceleradoras de la inflación, del dólar blue y de la caída de reservas.

Las expresiones de desconfianza llegaron ni bien se empezó a hablar sobre la posibilidad de una suba en el "piso" del Impuesto a las Ganancias.

"El Gobierno va a tratar de revertir en algo los resultados de las elecciones de agosto con más gasto público, aunque aumente el déficit. Esta lluvia de emisión con su efecto sobre la inflación puede deteriorar el consumo, por el efecto que produce la suba de precios sobre el poder adquisitivo, ya que carcome parte de los salarios, de las jubilaciones y de los planes sociales", advertía el influyente Orlando Ferreres.

Luego, cuando sobrevino la explicación sobre cómo se financiará el agujero fiscal de $4.500 millones vinculado con la mejora en Ganancias, esa opinión empezó a generalizarse.

Los dos nuevos tributos creados (que gravan en un 10% el reparto de dividendos y con 15% la venta de acciones no cotizantes) sólo cubren la mitad del costo fiscal de la medida. Y, por otra parte, tienen un potencial de desincentivo para la inversión, según han dejado trascender muchos expertos en materia tributaria.

Fue así que empezaron a surgir visiones que relativizaron el optimismo oficial respecto de cómo esta medida permitiría generar un shock de demanda que, a su vez, sirva para reactivar una economía enfocada al mercado interno.

Como la de Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe del Estudio Ledesma, quien afirmó: "Hay que ver en cuánto se incrementa la oferta de bienes producidos localmente. Sospecho que buena parte de este dinero irá a la compra de artículos importados y que, además, también habrá una mayor presión sobre la inflación".

Así, mientras el Gobierno ya avanzó en nuevas medidas, como la de aliviar la situación de los monotributistas -duplicando el régimen de facturación anual- y tiene en carpeta otras iniciativas, como la de una eventual rebaja en el IVA para productos de la canasta básica, se hace palpable un agravamiento en el humor de los economistas, que ya hablan abiertamente sobre un inexorable ajuste.Un fantasma: la caída en la demanda de pesosSemejante escepticismo ante las medidas de incentivo que empezó a definir el Gobierno puede resultar sorpresivo.

A fin de cuentas, para cualquier empresario o comerciante es difícil considerar una mala noticia el hecho de que se volcarán a la calle $30.000 millones de aquí a fin de año.

La cifra se compone de los $4.500 millones que dejarán de ingresar a la AFIP por Ganancias para "lubricar" la maquinaria de consumo, a la que se le deben sumar otros rubros, como la mejora en asignaciones familiares, los ajustes en los programas de asistencia social, la suba del salario mínimo, de las jubilaciones y el cambio en el régimen de Monotributo.

Hasta allí, son más de $17.000 millones aportados por las arcas estatales para reactivar la economía. Si, además, se considera el ajuste semestral de las jubilaciones, entonces el impacto llega a unos $30.000 millones.

Si a esto también se le agrega el efecto de los asalariados privados, que mayoritariamente cobrarán su segunda cuota de las paritarias en los próximos meses, entonces la masa de dinero que se volcará a los bolsillos será nada menos que de $87.600 millones, según las estimaciones realizadas en los propios despachos oficiales.

El peligro que perciben los analistas no reside en que la sociedad actúe con desconfianza y guarde ese dinero extra en vez de gastarlo. Más bien, esperan que ocurra todo lo contrario: que casi el total de ese monto vaya inmediatamente al consumo.

En el caso de los jubilados y de los sectores de ingresos bajos, porque tienen una baja propensión al ahorro, y la percepción de una suma extra es vista como la posibilidad de una puesta al día en sus intenciones de compra, tras un período de erosión salarial.

Y, para los trabajadores de clase media, porque no hay alternativas atractivas para ahorrar, de manera que el consumo termina siendo la forma más cercana que encuentran para proteger su capital, amenazado por la inflación.

Entonces, ¿cuál es el motivo del pesimismo? La respuesta debe buscarse en la analogía que los economistas suelen hacer entre la inflación y las adicciones.

Ya desde el boom de consumo del ahora lejanísimo 2010, había analistas que afirmaban que la estrategia de forzar el crecimiento de la economía solamente sobre la base de volcar más dinero a la calle, emitiendo más y otorgando incentivos fiscales, tendría escasa duración.

La explicación era que, tal como ocurre con ciertas drogas, la inflación genera al comienzo una sensación de euforia pero, a medida que pasa el tiempo, su efecto es decreciente. De manera que se van necesitando dosis cada vez mayores que logran un estímulo menor.

En otras palabras, que el dinero que se vuelca al mercado provoca cada vez menos reactivación económica y más suba de precios, hasta que se llega al punto en el que se pierde todo el efecto de esa inyección.

Tras siete años de inflación superior al 20%, ahora con déficit fiscal y escasez de dólares, resulta difícil que simplemente el hecho de poner más pesos en los bolsillos genere un aumento de la oferta de bienes, que es aquello que puede contener al índice inflacionario.

Más bien, se incrementa la probabilidad de que la producción continúe con pocos cambios, dado que los niveles de inversión se mantienen bajos, con lo cual una mayor demanda sólo termina provocando un alza en los precios.

"Con tarifas congeladas y atraso cambiario afectando la rentabilidad de los sectores exportadores, sin excedente de dólares, sin crédito y con reservas cayendo, cualquier intento de acelerar la economía por la vía fiscal o por la política de ingresos va a tener efectos contrapuestos", advierte Miguel Bein, uno de los economistas más influyentes del mundo empresario.

Su temor, compartido por otros analistas, es que ese esfuerzo del Gobierno derive en más descontrol, sea por la vía de una escapada de la inflación o por una mayor brecha entre el dólar blue y oficial.

De hecho, todavía no se ha empezado a notar el efecto pleno del alivio en Ganancias, y los dos peligros señalados por Bein ya están produciéndose.

La inflación está en franca aceleración -por encima del 2,5% mensual-, dejando en claro que terminó el período de "eficacia" de los controles de precios de Moreno.

Al mismo tiempo, el blue sigue su carrera ascendente y amplía su distancia con el valor fijado por el Banco Central, pese a que la entidad haya acelerado su ritmo devaluatorio a un ritmo del 40% en agosto (anualizado).

Hay economistas que ya están avisando sobre una "caída en la demanda de dinero", una expresión técnica que significa que se está entrando en un terreno peligroso.

Es aquél en el que la sociedad empieza a sentir que los pesos "queman" en el bolsillo, trata de sacárselos de encima a como dé lugar y esa mayor rotación alimenta aun más el índice inflacionario.

¿Los pesos van a pedir más dólares?

Así, se da la paradoja de que los intentos por estimular la actividad terminan empeorando la situación económica y se consigue un efecto exactamente opuesto al buscado.Un ejemplo de esto ocurre con la demanda turística, que agrava la salida de reservas del Banco Central. Los rumores sobre un desdoblamiento cambiario han llevado a que el turismo se exacerbe.

Y los pesos "extra" que llegarán ahora a la clase media, lejos utilizarse en su totalidad para la compra de productos de producción local -tal como pretende el Gobierno- tienen altas probabilidades de ir a la compra de paquetes turísticos o de bienes importados, como los autos.

Así lo aseguran las encuestas sobre intención de gasto realizadas luego del anuncio del alivio en Ganancias. Y es la expectativa que manifiestan los expertos en consumo (ver nota: Voto consumo: ¿a dónde irán todos los pesos que el Gobierno "depositará" en la clase media?).

En otras palabras, el esfuerzo fiscal del Gobierno para reactivar la economía tiene un alto riesgo de ponerle una presión aun mayor al nivel de reservas y, por consiguiente, al precio del dólar blue.

La situación se presenta entonces como un verdadero dilema. Y entre los analistas se nota la inquietud por la falta de respuesta que, hasta ahora, han tenido los intentos del Ejecutivo por controlar la economía. Y las perspectivas justamente no son de mejora.

"El gasto público se expande por cuestiones inerciales (subsidios) y electorales. Esto requerirá de un mayor financiamiento en pesos, en un contexto en el que las medidas antiinflacionarias no parecen tener efecto", advierte un informe de la Fundación Mediterránea, dirigida por Jorge Vasconcelos.

Para proyectar la situación de los próximos meses, el analista plantea dos escenarios: uno moderado y otro en el cual el Gobierno decida profundizar la política expansiva.

  • En el primero, el gasto crece a un ritmo de 43% anual, el déficit fiscal llega al 0,7% del PBI. En este caso, el dólar blue se ubicaría en los $11,75 para fin de año.
  • En el segundo, el gasto sube al 55% y el déficit llega al 1,4% del PBI. Bajo esta situación, el tipo de cambio paralelo alcanzaría un nivel de $12,29.

Con este marco, las señales que está dando el Gobierno en plena campaña electoral no permiten un cambio de humor entre empresarios y economistas.

Así lo describe el analista Salvador Di Stefano: "La base monetaria y la inflación están casi correlacionadas. La primera subió el 44% y la segunda el 40% desde que asumió Cristina".

No hay dudas que los tiempos cambian. Tras años de tener al consumo como principal aliado, ahora el kirchnerismo enfrenta la paradoja de los "bolsillos llenos": cuanto más dinero vuelque a incentivar el ritmo de compras -sin correlato en una mayor oferta de bienes- mayores serán las complicaciones con las que se enfrentará pasada las urnas.

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