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Durante la audiencia celebrada ante Griesa, Ted Olson, solicitó que el magistrado amplíe por 30 días el plazo para decidir si levanta las restricciones
07/03/2016 - 11:01hs

Paul Singer, que el pasado 29 de febrero estampó su firma para sellar un acuerdo que celebró a través de un comunicado enviado a los medios, no se conformó con que obtendrá al menos 369% en ganancias cuando Argentina finalmente le pague -según los cálculos más conservadores-, porcentaje que podría trepar hasta 1300%, a juzgar por el valor de mercado estimado al momento de la compra.

Por el contrario, el magnate decidió presentar una apelación en conjunto con los otros tres holdouts ganadores originarios del particular juicio "pari passu", todos fondos que en la jerga se denominan 'hedge funds' (de cobertura o riesgo), que se dedican a comprar activos o papeles de deuda a precios deprimidos, tanto de países como de empresas subvaluadas o en problemas.

A través de sus abogados, Singer había adelantado su maniobra. Durante la audiencia celebrada el pasado martes ante el juez Thomas Griesa, el reconocido letrado Ted Olson, solicitó que el magistrado amplíe por 30 días el plazo existente para decidir si levanta las restricciones contra el país.

Se trata de un pedido que fue compartido con el resto de los que ganaron el fallo "pari passu", y la justificación al respecto fue que, de esta forma, el resto de los holdouts que aún no habían acordado podían tener más tiempo para negociar con el país.

Una solicitud al menos llamativa y que da cuenta de que Singer pretende presionar según sus máximas posibilidades y hasta que la Argentina pague el último centavo que le debe.

Lo que para algunos es la codicia en su máxima expresión, para Singer es un tema de simple reputación. Singer se jactó siempre de ser uno de los fondos de riesgo más rentables del mundo, que desde su fundación en en los '70 hasta hace muy poco podía mantener una rentabilidades envidiables, habiendo incluso superado hasta los peores momentos que dejó la crisis del 2009.

Y el comunicado que envió Pollack esta semana, en el que reveló que Singer se involucró personalmente para lograr cerrar luego de 15 años de "batalla campal" un acuerdo con Argentina, lo calificó como "un negociador duro pero justo", con lo que reforzó de algún modo el ego del magnate.

El acuerdo con los cuatro fondos en cuestión tiene una cláusula en la que se establece que la Argentina pagará la suma de 323.000 dólares adicionales en una especie de interés punitorio por cada día que transcurra sin haberse efectivizado el pago, tomando como fecha de partida el pasado 29 de febrero y como tope el 14 de abril.

Antes de poder pagar, el Gobierno necesita el aval el Congreso para derogar las leyes Cerrojo y de Pago Soberano, y tener autorización para la emisión de nuevos títulos.

Es decir, en el escenario más favorable del debate parlamentario, Singer se llevará un adicional de al menos 5,5 millones de dólares, si se calcula que con tratamiento en comisiones y en recintos de ambas cámaras, el proyecto podría convertirse en ley en el mejor de los casos el jueves 18 de marzo.

Aunque en la propia ley sostiene que la misma comenzaría a regir a partir del 1 de abril, lo que casi duplicaría la cifra estipulada en intereses, según los tiempos oficiales.

Singer no se quedó satisfecho sólo con el acuerdo con Argentina. Siempre a través de Elliott, compró también la semana pasada casi el 10% de activos de la tecnológica Qlik de EEUU que, según declaró en un documento enviado a la justicia en otro de sus negocios legales, está a precio de "oportunidad" por un valor de 200 millones de dólares.

En el mercado nadie cree que Singer compró esa empresa para trabajarla, sino que están especulando en que la venderá a un actor grande del sector tecnológico.

Por otro lado, Singer se mostró por estos días a favor de motorizar movida anti Donald Trump, para tratar de evitar que el candidato gane la interna republicana.

El dueño de Eliott uno de los aportantes históricos al partido republicano, aunque también hizo lobby para demócratas, cuando creyó esto necesario. El magnate estuvo entre los 10 mayores aportantes a la campaña del derrotado candidato a presidente republicano Mitt Romney en las elecciones pasadas de EEUU.

Si bien es un hombre ultraconocido por las calles financieras en Manhattan, siempre cultivó el bajo perfil, salvo en apariciones puntuales en foros como el que todos los años se realiza en Davos.

No obstante, Singer se hizo más popular en las tapas de los diarios internacionales y de la Argentina con el embargo de la fragata Libertad en Ghana, en 2012.

En aquella oportunidad hasta se permitió hablar de nuestro país con tono irónico ante los inversores que alimentan y depositan confianza en su fondo Elliott, que hoy administra alrededor de 27.000 millones de dólares.

"No compramos deuda argentina para quedarnos con un barco demasiado grande para navegar en Long Island", lanzó Singer en esa oportunidad, al dar por entendido que su objetivo final no erá quedarse con la fragata.

Hubo muchas especulaciones de cómo Singer habría logrado convencer a la justicia en Ghana de embargar la Fragata Libertad -se habló hasta de sobornos-, que tuvieron su punto final cuando la Argentina ganó la contienda ante el Tribunal del Mar.

El paso en falso de Singer en las costas africanas no pareció inmutarlo. A lo sumo, se esmeró por superar una táctica fallida, de una estrategia que repite desde los tiempos de los cimientos de Elliott, en 1977.

La lista de países a los que dejó en jaque Singer es larga. Van desde Perú, Albania, hasta el Congo, entre muchos otros, con maniobras que excedieron los procesos meramente legales, buscando antecedentes de funcionarios y jueces para presionar y lograr sentencias a favor.

En diciembre de 2010, la revista Playboy desnudó la historia de Elliott y de Paul Singer y su socio Jay Newman, el verdadero estratega del negocio de las acciones legales, desde hace 39 años.

El autor del artículo, Aran Roston, comparó a Singer y Newman con los espías de la legendaria película Casablanca, donde llegaban al país africano exiliados ricos del nazismo, y luego quedaban atrapados por una red de inteligencia de la Gestapo.

Roston conto -en base a lo que le dijeron sus fuentes- que Singer tenía lazos con ex agentes de la CIA, que -vía Londres- consiguieron información sobre corrupción para arrinconar a los gobernantes del Congo y que una subsidiaria de Elliott, Kensington International, compró 30 millones de dólares en deuda del país africano a precio de ganga y obtuvo una ganancia de 100 millones en 2002 y 2003.

Tanto Singer como Newman tenían una apuesta personal con la Argentina, tal como lo reflejó un artículo publicado el pasado jueves en el Wall Street Journal, que consideró que ambos ganaron la batalla legal por su "osadía y persistencia", señala Télam.

En realidad, lo más osado de esta contienda fue la interpretación del 'pari passu' de Griesa, que pasó el filtro del sistema judicial de Estados Unidos y tuvo mucha resistencia en el mundo financiero. Incluso, uno de los timoneles de Elliott -en un diálogo en off con esta periodista- apostó a que Cristina Fernández de Kirchner terminaría arreglando con ellos, porque ya no tenía escapatoria y porque a la luz del fallo resultaba lo más conveniente en términos monetarios.

Lo que el tiempo mostró es que ese letrado subestimó los tiempos políticos, que no son tan lineales como los negocios financieros. Y cuando vio que en el 2014 no hubo acuerdo, supo que el pacto no iba a ser posible con Cristina Fernández de Kirchner, sino con la próxima gestión.

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