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Un experto en gestión de cambio afirma que el recital de la banda británica en la isla marcó el fin de un modelo, un proceso que también se da en empresas
28/03/2016 - 21:30hs

Si en un libro de historia sobre el Siglo XXI hubiera que citar la fecha de finalización de la revolución cubana, probablemente elegiría el pasado 26 de marzo de 2016. No es que hayan desaparecido los líderes de la revolución, sino que ese día quedará reservado a los Rollings Stones y su primer concierto en La Habana, Cuba.

Para entender mejor esto, me remonto a eventos culturales similares que han graficado el fin de un período en la historia.

Uno de los mejores ejemplos tuvo lugar el 21 de Julio de 1990, ocho meses después de la caída del Muro de Berlín, con Roger Waters y su histórico concierto en Berlín junto a los restos del paredón. Waters (líder de Pink Floyd) y otros invitados, interpretaron la música del álbum "The Wall" junto a una reconstrucción escénica del nacimiento y caída del muro.

Fue un evento musical y cultural que nos hizo tomar consciencia y materializar el tremendo cambio que el mundo estaba viviendo en esos momentos. Nada volvería a ser lo mismo.

El concierto lo puso en imágenes y en sonidos, sacando al hecho histórico de las noticias en papel y llevándolo a todos los dispositivos de reproducción existentes en ese momento en el mundo, dándole además una trascendencia tangible a las futuras generaciones.

Suponer "casualidad" o "fortuna" entre la cercanía del viaje de Barak Obama a Cuba, el recital en sí mismo, el intento de levantamiento de embargos, la llegada de la telefonía móvil a la isla y las flexibilizaciones de modelo económico cubano, no tiene mucho sustento.

Los Rolling Stones fueron un símbolo claro, bien pensado y planificado para representar el fin de una era y el comienzo de otra en la isla caribeña. Un símbolo que se convierte en la bandera de este acontecimiento histórico.

Esto mismo ocurre en las organizaciones, ya sean empresas, organismos no gubernamentales o estratos de la administración pública.

Un proceso de cambio no está dado solamente por los hechos, sino por los símbolos que se generan alrededor del mismo. Son símbolos de alto impacto que dan cuenta que algo ha cambiado y que no es reversible.

Cientos de experiencias a lo largo de estos años muestran que la transformación de un modelo no es el resultado de realidades que se dan con un par de chasquidos de dedos.

Son procesos profundos que tienen un sentido estratégico, un sentido de urgencia positivo y por esa razón deben ser conectados con el placer: el placer de ese cambio.

El liderazgo juega un aspecto clave. Sin el convencimiento y ejemplo de los lideres, será constantemente la esquizofrenia organizacional la que predomine, lo cual dará lugar aún mar de contradicciones y los símbolos del cambio quedarán en el olvido, sin nada que los sostenga.

En este contexto, materializar el cambio es la tarea más difícil. Implica dotar a los equipos de habilidades y procesos posibilitadores alineados a ese nuevo destino.

Los símbolos juegan un rol clave en la articulación del rumbo del mundo y las organizaciones en general. Y así como se pueden leer e interpretar, es importante que recordemos que también se pueden construir, crear y dotar de sentidos.

Detrás de estos símbolos, existe una cultura que se construye luego de un prolongado tiempo de planificación, sobre una clara estrategia y con una articulación y proceso de comunicación ejecutados con precisión casi absoluta, del cual ninguno ha sido testigo pero del que hoy todos somos espectadores.

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