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Con CFK en el Senado y un peronismo desunido llega la primera "oposición dura" a la gestión macrista

Con Cristina en el Senado y un peronismo desunido, llega la primera "oposición dura" para la gestión macrista
04/12/2017 - 11:04hs
Con CFK en el Senado y un peronismo desunido llega la primera "oposición dura" a la gestión macrista

Todavía no dio un solo discurso ni tuvo tiempo de argumentar en contra de ninguna ley. De hecho, no terminó de acomodarse en su banca y acondicionar su oficina en el Senado. Pero a todo el ámbito político le quedó claro cuál será el tipo de oposición que sostendrá Cristina Kirchner a partir del 10 de diciembre.

La ex presidenta, que el pasado miércoles juró como tercera senadora electa por la provincia de Buenos Aires, ya envió señales contundentes sobre qué espera de esta nueva etapa política:

- Liderar una oposición "dura" al macrismo, con un intento de traba sistemática a la agenda de reformas

- Ejercer una denuncia permanente sobre los costos sociales del "ajuste"

- Profundizar el discurso sobre un pacto entre el Gobierno y la Justicia para "disciplinar" a la oposición mediante el hostigamiento judicial.

Pero por más que esos objetivos estén claros, es un propósito que, por más que esté claro, no necesariamente le resultará fácil de implementar.

Entre otras cosas, implica el riesgo seguro de romper con la parte mayoritaria del peronismo y explorar un acercamiento insospechado con su otrora enemigo acérrimo: Hugo Moyano.

Por otra parte, implica cierta contradicción en el sentido de que los acuerdos a los que se opondrá en el Senado llevan la rúbrica de su cuñada Alicia, la gobernadora de Santa Cruz. Un ataque duro al pacto fiscal entre el Gobierno nacional y las provincias la podría llevar al borde de un conflicto de intereses con su propia familia.

Pero Cristina actúa con la determinación de quien cree que no tiene alternativa. Está, después de todo, condicionada por su propio discurso a la militancia kirchnerista, a quien prometió alejarse de cualquier intento conciliador con el macrismo.

Todos en el peronismo recuerdan cuál fue el eje de su campaña electoral entre las PASO de agosto y las legislativas de octubre: que la gente había elegido un "modelo de oposición firme" y que había castigado al resto del peronismo por haber intentado un tipo de "oposición light" y colaboracionista con el programa económico de Macri.

En un reciente encuentro de mujeres peronistas en Tucumán, ironizó al respecto del "apuro repentino" del Gobierno por aprobar sus leyes de reforma económica antes de que terminara el año legislativo. E insinuó que el macrismo trataba de que esos proyectos pasaran por el Senado antes de que ella asumiera su banca, para no darle la oportunidad de argumentar.

"El pueblo quiere saber de qué se trata la reforma previsional, la laboral y la reforma tributaria. Son tres patas del mismo proyecto que apunta a destruir derechos, a quitar derechos y garantías de nuestros trabajadoras y van a afectar la vida de todos ustedes", dijo ante la militancia.

Luego, mientras los proyectos de reforma previsional y el pacto fiscal ya formaban parte de la negociación en el Congreso, publicó en las redes sociales su crudo diagnóstico sobre la "pérdida de derechos" que sobrevendrían con la agenda de reformas.

La ex mandataria recordó las reformas laborales de 1991 y 1998 durante el menemismo, así como la reforma conocida como "Ley Banelco" del 2000 ya en la gestión De la Rúa.

Les atribuyó la responsabilidad por el aumento del desempleo y por la precarización laboral, y comparó esas leyes con las 48 "para ampliar derechos" aprobados durante el kirchnerismo.

"La Argentina circular. Hoy estamos volviendo al pasado, con debates que atrasan e ideas que fracasaron acá y en el mundo. Este debate debería estar saldado para los argentinos, que nos merecemos seguir caminando hacia adelante", escribió en su artículo.

Por lo pronto, lo otro que parece claro por su actitud de estos días es que está dispuesta a asumir un rol de senadora "full time".

Con una amplia experiencia legislativa -desde su ingreso al Congreso en 1997-, Cristina siempre demostró vocación por el debate parlamentario, en contraste con su fallecido esposo, Néstor Kirchner, que sólo pisó el Congreso dos veces: el día que juró como diputado y la sesión en la que se aprobó el matrimonio igualitario. La necesidad de radicalizar el discurso

Todavía no está claro si tiene voluntad de postularse para las legislativas de 2019, pero sí quedó en evidencia que Cristina valora la conservación de su capital político.

El contundente 36,25% en la provincia de Buenos Aires y la porción nacional superior al 20% que el kirchnerismo mantiene a nivel nacional es un activo lo suficientemente grande como para dejarlo diluir.

Los incentivos parecen claros. El Senado será ahora una vidriera política que le garantiza un mayor grado de exposición mediática y, según sus planes, una extensión de su influencia hacia parte del peronismo disconforme y también hacia el ala izquierda de la opinión pública.

Mientras que, por el contrario, un eventual "ablande" en su postura implicaría el riesgo de que otro dirigente ocupe el liderazgo ante quienes ansían ver una oposición dura.

Pero, además, hay motivos de índole más personal que motivan a la ex presidenta. Con tres procesamientos y otras tres causas en las que aparece imputada, y ahora con la prisión de figuras de alto perfil de su gobierno, como Julio de Vido y Amado Boudou, para Cristina el Senado es una trinchera.

Primero, naturalmente, por los fueros que le otorgan su condición de legisladora. Pero sobre todo, porque el Senado le dará el marco perfecto para profundizar su estrategia defensiva.

Desde el primer día en que, acompañada por su militancia, debió concurrir a los tribunales de Comodoro Py para declarar ante el juez Claudio Bonadio, el discurso de Cristina ha machacado en el mismo punto: que no puede entenderse el "hostigamiento" judicial sin considerar, al mismo tiempo, el objetivo del macrismo por llevar adelante un programa económico y social "antipopular".

En consecuencia, ya sea por convicción ideológica o por táctica política y judicial, todo lleva a Cristina a endurecer su postura y diferenciarse del resto de la oposición.

Pero lo que todavía está por verse es cuál será el costo político que deba pagar por asumir esa radicalización. Porque es cada vez más notorio que los intereses de Cristina chocan con las necesidades urgentes del otro peronismo, el que tiene responsabilidades de gobierno en las provincias y municipios.

Quien marcó esa contradicción de intereses desde el inicio fue Miguel Angel Pichetto, líder del bloque peronista en el Senado, que explícitamente la mandó a formar un bloque legislativo por su cuenta.

El senador por Rio Negro no sólo negoció con el macrismo sino que hasta proveyó la nueva fórmula de cálculo jubilatorio que permitió destrabar la discusión para avanzar en el pacto fiscal con los gobernadores.

Pichetto se encargó de marcar una frontera entre quienes ejercen una oposición "responsable" de ánimo negociador y los que no se atienen a las consecuencias de un boicot a todas las iniciativas oficialistas.

"Estas tres leyes formaron parte del acuerdo, que nadie se haga el distraído porque dentro estaba la cláusula previsional. Nos toca la ingrata tarea de votar esta ley porque acompañamos a los gobernadores", aseguró el senador, y su expresiva frase hacía alusión al pacto firmado entre el Gobierno y 23 provincias.

El debate intraperonista que Cristina deberá dar es si el Senado abandonará su rol de "garante de la gobernabilidad" para un macrismo que no tiene mayoría propia.

Fue así que el oficialismo logró aprobar por ley el acuerdo con los "fondos buitres", fue así que obtuvo apoyo para las leyes de presupuesto y también gracias a los senadores peronistas se frenó un intento kirchnerista de reducir el impuesto a las Ganancias.

Y Cristina, lejos de justificar ese voto por las necesidades de las provincias, calificó en duros términos a los legisladores peronistas que se mostraron colaboracionistas.

Fue, por caso, la alusión explícita a su ex jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina, a quien le aclaró que su arrepentimiento por haber votado iniciativas macristas era tardío e inútil. La difícil unidad

Esa postura extrema parece desconocer una de las máximas históricas del peronismo: la única lealtad inquebrantable dentro del partido es con la propia supervivencia. De manera que, a priori, parece poco probable que la ex presidenta pueda tener prédica entre sus compañeros de bancada.

Será uno de los temas más interesantes de los próximos dos años. Porque en su discurso ella alude continuamente a la unidad, pero el mensaje entrelíneas es que sólo puede ser una unidad bajo sus propios términos.

"No es hora de enfrentamientos o discusiones inútiles, nos quieren envolver en peleas entre nosotros, no le voy a dar el gusto a nadie. Que no me vengan con Cristina sí o Cristina no. Venime con trabajadores sí o trabajadores no. No me jodan más", dijo Cristina en el acto de Tucumán.

Y agregó: "Ellos nos quieren discutiendo entre nosotros, nos quieren peleándonos entre nosotros; conmigo no cuenten para eso".

Pero la realidad parece desmentir su discurso de unidad. Por lo pronto, parece irreconciliable la pelea con Pichetto.

Cristina publicó en su cuenta de Twitter una nota del diario Página 12 titulada "Gracias, Pichetto, no te hubieras molestado", en la cual se plantea que la nueva fórmula podría llegar a empeorar la situación de los jubilados en comparación con la planteada por el propio gobierno.

De hecho, Pichetto representa todo lo opuesto a lo que Cristina viene predicando. Es decir, un tipo de oposición que si no co-gobierna, al menos acompañe sin poner trabas y que tenga como una de sus prioridades atender las necesidades de los gobernadores provinciales. Y que, en el plano partidario, proponga una renovación drástica -es decir, tratar al kirchnerismo como una etapa superada-.

Hay, claro, quienes defienden la postura de la ex presidenta. Como el ex gobernador sanjuanino José Luis Gioja, actualmente diputado, quien en una entrevista -que también fue publicada en la cuenta de Cristina- sostuvo: "No hay duda que en la unidad tiene que estar, el que diga que Cristina no es peronista le funciona mal el 'peronómetro'".

La situación, hoy por hoy, es que Cristina aparecerá como líder de una bancada minoritaria. Conformará una pequeña fuerza que no puede ejercer una presión real para frenar propuestas del macrismo, aunque sí lo suficientemente grande como para marcar una oposición testimonial fuerte.

Las últimas horas dieron pistas respecto de cómo Cristina, a falta de una mayor fuerza parlamentaria, prevé ampliar su influencia fuera del Congreso. El día que asumió, le pidió a sus militantes que, en vez de acompañarla a ella en el momento de la jura, se plegaran al acto sindical que se realizaría para protestar contra la reforma laboral.

Sí, estaba pidiendo que se plegaran a un acto organizado por los Moyano. En una nueva muestra de vigencia de la eterna frase de Borges: en la política argentina, "no los une el amor sino el espanto".