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El Presidente de EE.UU. reaccionó a la última represalia de Beijin con un pedido de mayores sanciones a productos provenientes del gigante asiático
06/04/2018 - 14:46hs

Donald Trump no pisa el freno con China. Beijin advirtió el miércoles de que respondería con aranceles del 25% a productos estadounidenses por valor de u$s50.000 millones si Washington confirmaba los que ha anunciado por el mismo montante.

Y el neoyorquino reaccionó este jueves a la "injusta represalia" pidiendo a sus asesores de Comercio que consideren la conveniencia de incorporar tasas adicionales por un total de 100.000 millones. Con el redoble de la apuesta, los tambores de una guerra comercial suenan con más fuerza.

Trump clama contra el déficit comercial de EE.UU., la diferencia negativa entre lo que exporta y lo que importa, y China supone el grueso de ese desfase, 375.000 millones de los 556.000 millones.

El presidente acusa a Beijin de lograr este poderío exportador a base del robo de tecnología estadounidense y otras formas de competencia desleal, así que ha activado la máquina de los aranceles. El Gobierno de Xi Jinping, por su parte, ha accionado la espiral de represalias.

"Las prácticas comerciales ilícitas de China -ignoradas por Washington durante años- han destruido miles de fábricas estadounidenses y millones de empleos estadounidenses", dijo Trump en un comunicado.

Justificó que los aranceles de 50.000 millones sobre unos 1.300 productos procedentes de China -aparatos electrónicos, productos químicos, maquinaria industrial y tecnología, entre otros- se había decidido como reparación tras una investigación del Gobierno. Esta determinó la apropiación indebida de tecnología por parte de la potencia asiática.

Sin embargo, "lejos de remediar su conducta, China ha optado por dañar a nuestros granjeros y nuestras fábricas", lamentó el mandatario.

"A la vista de la injusta represalia de China, he pedido a la Oficina Comercial de EE.UU. que considere si aranceles adicionales de 100.000 millones serían apropiados bajos la sección 301 de la ley de Comercio de 1974, a través de la que ha vehiculado la investigación", añadió.

El Gobierno chino respondió a Estados Unidos con aranceles a 106 productos de un montante económico igual -50.000 millones- que incluyen los automóviles, los productos químicos, la soja y algunas aeronaves. Condicionó su entrada en vigor a que Washington dé marcha atrás, algo que a la luz de este último órdago de Trump no parece probable.

China limita de forma considerable los sectores en los que los extranjeros pueden invertir en el país e impone la asociación con una empresa local en otros y ni esto ni la posible apropiación tecnológica han suscitado solo críticas en EE.UU. Pero Trump ha optado por ir solo en su ofensiva contra estas prácticas económicas, en lugar de buscar la complicidad de los países aliados en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

"No estamos en una guerra comercial con China, esa guerra se perdió hace muchos años por las personas tontas o incompetentes que representaban a EE UU", dijo Trump en Twitter, según El País.

"Ahora tenemos un déficit comercial de 500.000 millones al año, con robo de propiedad intelectual de 300.000 millones. ¡No podemos permitir que continúe!", dijo el presidente el miércoles. Las tarifas anunciadas por parte de China le enfrentarán a los intereses de algunas regiones agrícolas que son su feudo electoral.

Al margen de esta oleada de aranceles que ambas potencias han anunciado, hay otras de menor calibre ya oficializadas. Las de Washington incluyen los impuestos al acero y aluminio chinos por 3.000 millones y las de Beijin la carne de cerdo, ciertas frutas, vino y tubos de acero por el mismo valor.

Pese al conflicto económico, Trump se ha mostrado muy amigable con Xi Jinping, a quien ha elogiado de forma entusiasta. Además, China ha apoyado a EE UU en la estrategia de más mano dura con Corea del Norte, cuyo régimen se ha mostrado abierto a negociar una desnuclearización. La del déficit comercial, sin embargo, es una batalla que Trump parece dispuesto a dar hasta el final y que, cuando empiece a cristalizar, puede tener efectos globales.

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