• 18/12/2025
ALERTA

Crece la deuda de las familias por la "ganancia" que da la cuota fija ante la inflación

El efecto "licuadora" de la inflación arremete contra todo y también erosiona el valor de las cuotas de los créditos a tasa fija, en relación al sueldo
14/04/2010 - 10:10hs
Crece la deuda de las familias por la "ganancia" que da la cuota fija ante la inflación

"El capitalismo es consumo", se encargó de afirmar categóricamente semanas atrás la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en una justificación contundente de por qué ve con malos ojos cualquier consejo que implique dejar de inyectar dinero al mercado o enfriar la economí­a.

En consonancia con tal definición, el Gobierno está más dispuesto que nunca a crear todas las condiciones que resulten necesarias para que florezca el mercado de crédito para así­ potenciar el nivel de compras de los argentinos.

No es que las tasas de interés estén bajas, sino que la inflación sigue en aumento, de forma que, en términos reales, las cuotas fijas se van licuando -de manera casi exagerada- a medida que pasan los meses.

Y a mayor plazo, mayor es la erosión, para beneficio del usuario. Siempre, claro está, que éste tenga un trabajo estable y reciba ajustes salariales más o menos acordes con la suba de precios.

En definitiva, de eso se trata la Argentina que viene: de un corte más pronunciado entre quienes tienen posibilidades de defenderse contra el impuesto inflacionario y los que no.

El primer grupo tendrá un alto incentivo para consumir, asumiendo deuda. El segundo, en cambio, notará un franco retraimiento en su poder de compra.

En ese marco, estar o no en el segmento de la población bancarizada supondrá una diferencia importante.

Al respecto, cabe señalar que en la Argentina el í­ndice de bancarización es bajo si se lo compara con el resto de la región, ya que sólo cerca del 45% de los hogares opera con alguna entidad financiera. El restante 55% está fuera del sistema y no accede a tales beneficios.

Sacar un préstamo hoy y dejar que la inflación haga el resto
Para ver más claro cómo la inflación puede jugar a favor de quien se endeuda en pesos y a tasa fija, vale la pena analizar un ejemplo concreto.

Un préstamo de $10.000 a devolver en dos años, concedido por el banco Santander Rí­o, comienza con una cuota de $610 y termina con una de $552, con un promedio de $583.

Si la persona que toma el crédito cobra actualmente un salario de $3.200 (el ingreso medio del paí­s, según el INDEC), la cuota número uno representará casi un 20% de su sueldo.

Pero si luego recibe un ajuste salarial del 20% anual (que es el piso que están negociando los grandes sindicatos en las industrias con convenio), dicha cuota comienza a licuarse con relación al salario.

Cuando pague su cuota 12, ya su incidencia habrá bajado a un 15% de su remuneración y, cuando pague la última, será de sólo el 11,9 por ciento.

El siguiente cuadro permite apreciar, la misma situación para distintos ingresos y créditos solicitados:

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La disminución relativa de la cuota puede agudizarse aun más en los préstamos a plazos mayores.

Claro está, que en estos casos, se hace difí­cil establecer un pronóstico sobre cuánto será la inflación y los ajustes remunerativos.

Si se miran las tasas de interés nominales -en nuestro ejemplo, una tasa efectiva anual (TEA) del 32% y un costo financiero total de 50%- surge a las claras que las mismas son mucho mayores que las de otros momentos en los que se registraron picos de consumo (en 2005 la TNA era del 27% y a mediados de 2007 del 26 por ciento).

Pero hay una diferencia sustancial: la inflación de precios y salarios estaba por aquel entonce, muy por debajo de la actual y, por lo tanto, la perspectiva en esos momentos era que una cuota se mantuviera razonablemente estable, en relación a los ingresos familiares.

Entre la tentación y la cautela
"En este contexto, el endeudamiento de las familias irá en aumento, es decir, que aplicarán el ‘consuma ahora y pague después’", afirma Alejandro Bernhardt, director de Esade Business School.

Su análisis se fundamenta en que -dado que las empresas no se endeudan al mismo ritmo que los individuos, porque temen una disminución en sus márgenes de retorno- el sistema financiero alentará decididamente un boom consumista.

"Los bancos tienen elevada liquidez, y la orientan hacia el crédito para consumo, por cuanto los consumidores reaccionan mejor que las empresas ante el estí­mulo que representan tasas de interés reales negativas", asegura, aludiendo al hecho de que el dinero hoy pierde valor si se lo destina al ahorro.

Entonces, ¿hay que esperar una explosión en el crédito para el consumo? No tan rápido. Porque la inflación trae incentivos por un lado pero nerviosismo por otro.

"Lo que se ve en el mercado financiero es que la gente tiene intención de tomar crédito para consumir, porque percibe esta situación de tasas reales que van bajando, pero al mismo tiempo mantiene una actitud de cautela", afirma Gustavo Giraldez, director de la consultora ZonaBancos.com.

Para este experto del sector, faltan todaví­a algunos ingredientes de certidumbre polí­tica, para que pueda recrearse un entorno favorable hacia un boom del crédito.

"Tomar un préstamo personal implica tener una sensación de estabilidad en el empleo, y a diferencia de lo que ocurrí­a tres o cuatro años atrás, eso es algo que hoy mucha gente no tiene", agrega Giraldez, quien sostiene que el dinero de los bancos no se canalizará tanto por los préstamos tradicionales sino por la modalidad de tarjetas de crédito.

Hasta ahora los números están confirmando este pronóstico.

Un relevamiento del centro de estudios Cefidar indica que, aunque el saldo financiado de la tarjeta sea inferior al de los préstamos, su nivel de crecimiento ha sido muy superior: 25% contra 12%, en los últimos doce meses.

En términos reales, sólo los montos de financiación con tarjeta superan a la inflación del perí­odo, que los economistas privados ubican en 19% anual.

En buen romance, esto significa que cada vez los argentinos se muestran más propensos a "tarjetear" y menos a tomar un préstamo.

En tanto, los hipotecarios y los prendarios muestran una caí­da (2% y 3% respectivamente) respecto de los volúmenes operados hace un año.

Pero, en el caso de los prendarios, hay motivos para el optimismo.

Es un tipo de crédito que básicamente se aplica a los automotores, y en un año en el que la industria automotriz está esperanzada en vender 580.000 vehí­culos y superar así­ su récord de 2007, esta ví­a de financiamiento está llamada a jugar un rol destacado.

El siguiente cuadro muestra la cuota que debe pagarse por un crédito de $30.000 a 60 meses:

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"Es notable observar cómo los usuarios están propensos a tomar crédito como hací­a muchos años no sucedí­a", afirmaba dí­as atrás Dante ílvarez, presidente de la Asociación de Concesionarios, a iProfesional.com.

El directivo de la entidad no dudaba en vincular esta nueva actitud de los compradores con la intención de elegir bienes durables "como una de las mejores alternativas para preservar el valor de sus recursos".

La deuda familiar vuelve a trepar
La propensión de las familias argentinas para tomar deuda está en aumento, si bien todaví­a se encuentra por debajo de su último pico, ocurrido a fines de 2007.

La consultora Deloitte es una de las que lleva una medición de este indicador, que compara los saldos de la deuda (sin contar préstamos hipotecarios ni prendarios) con los ingresos familiares.

Guillermo Barbero, socio a cargo del departamento financiero de la firma, explica que de un nivel de 2,2 salarios se redujo a 1,9 el año pasado (una baja de 14 por ciento).

Sin embargo, afirma que este año el nivel de endeudamiento familiar volverí­a a ubicarse por encima de los dos salarios, en promedio.

"Lo que hoy existe es una disponibilidad mucho mayor de dinero para prestar, después de superada la crisis global que habí­a retraí­do la oferta financiera. Y eso va a ser aprovechado no por todo el mercado, pero sí­ por un segmento más sofisticado, bien informado y con memoria inflacionaria, que detecta una oportunidad", sostiene el socio de Deloitte.

Al respecto, un ejecutivo de una de las principales cadenas de electrodomésticos del paí­s asegura que en momentos de alta inflación se detectan dos actitudes marcadamente distintas.

El segmento de la clientela que no está bancarizada tiende a retraer su demanda. En tanto, el resto está proclive a consumir más, siempre que se mantengan las herramientas de crédito.

Y por estos dí­as tales herramientas no sólo están disponibles, sino que son las estrellas del mercado. En un momento en el que el negocio tiene un fuerte componente de comisiones, los bancos tratan de que sus clientes extremen el uso de sus tarjetas de crédito.

La estrategia marketinera del momento es la promoción de compras de electrodomésticos en varias cuotas, con 50 meses de plazo sin interés.

Claro que el costo financiero real existe, porque el cliente paga una serie de gastos administrativos ligados al seguro de vida, emisión de la tarjeta y cargos de mantenimiento. Estos precios no sólo suman una cifra importante sino que además sufren ajustes con el paso del tiempo (ver nota: Si usted saca una tarjeta para comprar a 50 cuotas, sepa los fuertes gastos que enfrentará).

De todas formas, los clientes ven un beneficio en la financiación de bienes durables mediante la tarjeta, y así­ lo prueba cada acción promocional de fin de semana: el volumen de dinero que se mueve puede llegar a triplicar el de un momento normal, aseguró el ejecutivo de un banco que acaba de sumarse a la ola.

Las promociones suelen ser por un perí­odo de tiempo breve, a veces sólo un fin de semana, ya que se limitan a un stock limitado, o a un monto lí­mite de dinero estipulado en el acuerdo entre los dos socios. Por ejemplo, la promoción compartida entre Garbarino y el banco Santander Rí­o se hizo hasta completar operaciones por un monto de $30 millones.

"Si uno mira con atención, las rebajas son por un número limitado de televisores de plasma, por ejemplo. O sea que no se busca liquidar mercaderí­a, sino que el sentido de todo esto es ganar clientes y fidelizar a los que ya se tienen. Las cifras muestran que el negocio de las tarjetas se está expandiendo a un ritmo más fuerte que cualquier otra modalidad de préstamos", afirma Giraldez,

Uno de los bancos que está tratando de incrementar su share en el mercado de tarjetas es el Ciudad, que hasta ahora se habí­a focalizado más en los créditos hipotecarios, donde es tradicionalmente fuerte.

Maximiliano Coll, gerente de Productos y Servicios, indica que se sumó a la estrategia de aliarse con retailers de electrodomésticos como Frávega, Garbarino, Ribeiro y Rodó, para planes de cuotas sin interés.

Y da su visión sobre por qué esta modalidad es la que se está imponiendo sobre los préstamos tradicionales: "Un banco no vende más tarjetas por tener una tasa más baja, sino por los beneficios que brinda, la atención al público que tiene y la calidad del servicio. Y es por eso que las entidades con más tarjetas no son las que tienen menor tasa".

Otra consecuencia de la inflación sobre el mercado del crédito es el alargamiento de los plazos de pago, un fenómeno motivado, justamente, por la percepción de que el tiempo juega a favor de quien tomó un préstamo.

"Esto determina que, cuando se analizan los saldos que los bancos tienen en concepto de créditos, dé la sensación de que hay un mayor volumen. En otros momentos se puede prestar mucho pero con vencimientos de corto plazo, y entonces el saldo no muestra un crecimiento tan grande", explica Barbero, de Deloitte.

Lo cierto es que, con el aliciente de la inflación, el endeudamiento tiene este año fuertes posibilidades de crecer. El nivel de deuda actual, según un relevamiento de la consultora Abeceb, está en un promedio nacional de $4.000 por habitante.

Pero hay fuertes disparidades regionales, de manera que si se considera Capital Federal, que encabeza el ranking, el í­ndice de deuda sube hasta los 30.798 pesos.

Fernando Gutierrez
©iProfesional.com