Como gerente de Enología de Casa Bianchi, Facundo Pereira es responsable de elaborar uno de los mejores Merlot del país bajo la línea Particular. 

Por eso, nadie mejor como él para responder diez preguntas clave para conocer más a fondo esta cepa que, en los últimos años, ha salido de su ocaso y está recuperando el protagonismo que se merece. 

-¿De dónde es originaria la cepa y en qué año comenzó a cultivarse en la Argentina? 

-El Merlot, como todos los otros varietales han surgido de cruzamientos naturales entre diferentes cepas en su viaje de colonización desde el Cáucaso (región antigua ubicada entre los actuales Mar Negro y Mar Cáspio) hasta las extensiones que hoy tenemos. Podemos decir recién donde se lo reconoce como Merlot es en el sudoeste de Francia, y de allí continuó su multiplicación por estacas, técnica que permite preservar las características del varietal a las nuevas plantas. 

En Argentina, las cepas ingresan con los españoles hacia el año 1556, pero en aquel momento no se diferenciaban los varietales, eran viñedos mezclados. En el año 1853, el Gobierno de Mendoza trae de Francia a Michel Pouget, fundando la “Quinta Agronómica” (Escuela de Estudios en Vitivinicultura), donde contaba con un vivero dónde se comienzan a reproducir diferentes varietales bien identificados, entre ellos el Merlot.

-¿Qué características organolépticas desarrolló, a rasgos generales, esta cepa en el país y que las diferencian de las características de su región de origen? 

-Este varietal, prefiere las zonas más húmedas y frescas, a diferencia de las mayores extensiones de nuestra viticultura, por lo que su adaptación no ha sido tan fácil como otros varietales. Esto hace que los Merlot argentinos presente menos intensidad colorante y tonalidades menos violáceas que los vinos franceses, especialmente de Saint Emilion y Pomerol, donde es la principal variedad. En cuanto a sus aromas, no hay diferencias marcadas en sus descriptores de frutos rojos, suave carácter especiado, aunque en Francia su evolución se logran aromas de trufas, que en nuestros vinos argentinos es raro encontrar. La mayor diferencia, es la intensidad aromática que logran normalmente los vinos franceses, como también su estructura de boca, que hace de este varietal un vino de muy buen cuerpo y elegancia.

-¿Cuál es a tu entender, el mejor terroir en la Argentina para el desarrollo de esta cepa y por qué? 

-He vivido muy de cerca la elaboración de este varietal en Argentina desde el año 1998 y también lo hice en Francia en varias oportunidades elaborando vinos en Pomerol. Y encuentro que este varietal se expresa muy bien en zonas como Rio Negro, Valle de Uco y San Rafael. Y, como nuevas zonas, el Valle de Pedernal, en San Juan. Son zonas de menor temperatura en dónde el Merlot se siente más a gusto, y expresa mejor su complejidad aromática. Los suelos influyen de diferente manera en cuanto a la estructura de boca, siendo el contenido calcáreo de San Rafael un punto que destaco en su estructura importante y a su vez redondez y suavidad de sus taninos. En todos los casos, siempre es fundamental un follaje equilibrado y que proteja del sol a los racimos.

-¿Qué zonas, por tipo de suelo o clima, considerás que NO son tan aptas para esta variedad? 

-Este se expresa menos en zonas de suelos arenosos y climas muy cálidos, donde la exposición solar, sea directa o por reflejo de suelos muy calientes, hacen perder la fruta fresca, que es un signo muy importante en este varietal. En muchas zonas podemos tener estas características, pero en la zona noreste de Mendoza es bastante dominante.

-¿Con qué variedades se adapta mejor a la hora de hacer blends tintos? 

-Siempre ha sido compañero inseparable del Cabernet Sauvignon, y en Argentina es un varietal menos difundido puro, porque siempre ha ayudado a la mayoría de los cortes. En Pomerol y Saint Emilion, su casamiento es con el Cabernet Franc, pero dominando el Merlot, que es la diferencia de uso con Argentina, donde nuestros blends no son dominados por esta cepa.

-¿Qué potencial de guarda tiene esta cepa cuando se la elabora con un criterio enológico para que evolucione a través de los años? 

-En Bianchi tenemos Merlot del año 1999, que es una delicia, y creo que puede vivir varios años más. Podemos hablar de 15 a 20 años en Argentina, y creo que nos falta por conocer más profundamente nuestros terroir para encontrar los detalles que prolonguen más esa vida.

-¿Qué características desarrolla con la guarda extensa? 

-Una complejidad aromática excelente, aportado por las notas de trufas que mencionaba anteriormente, y una suavidad de boca que hace que cada sorbo sea un placer único.

-¿Cómo se lleva esta variedad con la madera? ¿Qué tipo de barrica se adapta mejor, bajo tu óptica? 

-Se lleva muy bien. De hecho, es una de la herramienta que ayuda a prolongar su vida. Por las características de elegancia que tiene este varietal, el roble francés es el indicado, y con tostado suaves a medio. Mi concepto de madera busca que la misma no sea protagonista, sino que el consumidor piense en la madera como la razón lógica de la complejidad que tiene el vino.

-¿Qué opciones de maridaje sugerís para disfrutar más de esta variedad? 

-Me encanta este vino con estofados de carne o carnes con salsas que no sean excesivamente especiadas. Pastas rellenas. Conejo en escabeche. Quesos de pasta dura. Quesos de cabra, y ni que decir si estos quesos los combinamos con un trocito de dulce de membrillo como postre.

-¿Cómo proyectás a esta cepa en la Argentina de acá a los próximos 10 años? 

-Esta cepa tiene mucha historia en la Argentina y va a permanecer en los niveles que actualmente se encuentra en producción. Creo que es un varietal, como otros grandes varietales, que hoy está bajo la sombra del Malbec como identidad de los vinos argentinos. Igualmente, quienes seguimos defendiendo su elaboración como la del Cabernet Sauvignon, que fuertemente está resurgiendo, serán varietales que muestren al mundo que nuestro país es tierra de grandes vinos, independiente de la variedad que se trate.