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La mejor sommelier argentina, una de las más reconocidas a nivel mundial, dialogó con iProfesional sobre los desafíos que tiene por delante la industria
06/10/2017 - 19:43hs

A esta altura es, sin dudas, una de las grandes embajadoras del vino con sello nacional. 

Consagrada como mejor sommelier de la Argentina, Paz Levinson consiguió uno de los grandes logros de su carrera al ubicarse en el cuarto puesto en el último Mundial, que organizó en 2016 en la Ciudad de Mendoza la Asociación Argentina de Sommeliers. 

Y esta notoriedad que ha ganado en los últimos años, lógicamente, implica más exposición y también más esfuerzo y trabajo, en pos de difundir etiquetas y bodegas locales en los principales mercados de consumo a nivel global

De hecho, Levinson acaba de participar como jurado internacional en la última edición del Argentina Wine Awards, certamen organizado por Wines of Argentina y que premia a los mejores ejemplares de exportación. 

En el marco de este concurso clave para la industria, iProfesional dialogó con Levinson, quien analizó el presente de la vitivinicultura nacional y las perspectivas que se abren hacia adelante. 

-Si tuvieras que trazar un balance, ¿cuánto considerás se sabe de la Argentina en mercados claves? 

-Depende de los mercados. Francia, por ejemplo, es un mercado chico pero donde se sabe mucho de la calidad del vino argentino. En general, es un público que toma vino y que es muy curioso. En Inglaterra o en ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, también saben muchísimo de vinos y la ventaja es que tenés consumidores muy curiosos, que buscan diversidad de estilos y de productores, no quieren ver siempre lo mismo, les encanta el dinamismo que naturalmente tiene esta industria. Por eso, si estamos ante dueños de restaurantes o sommeliers de esos lugares, no podemos ir con información muy básica. Ellos van a fondo y muchos quieren absorber lo máximo posible. Por eso nuestro desafío es lograr que más sommeliers del exterior vengan y se especialicen en la Argentina; algo parecido a lo que sucede con algunas regiones de Italia o con Borgoña. 

-¿Qué país productor ves que, en líneas generales, está haciendo cosas realmente interesantes? 

-En el mundo hay países que no tienen regiones con tanto prestigio o consagradas como Borgoña, pero que igual tienen cosas interesantes para mostrar. Un caso que vale la pena mencionar es el de Sudáfrica, que cada vez tiene etiquetas más locas y productores más descontracturados. Es un país que está bueno para evaluar. Ellos empezaron a darle mucha difusión al Pinotage y como no funcionó, buscaron diferenciarse. Y lo lograron: hoy están en boca de miles de especialistas alrededor del mundo que están en busca de vinos que marquen tendencia. 

-¿Y la Argentina está compitiendo de igual a igual en esa carrera? 

-Todavía siento que necesitamos más diversidad de productores y de propuestas. Tal vez en el mercado interno se ven bastante las cosas nuevas que suceden, pero hay una gran comunidad en el exterior que está buscando información y cosas novedosas y veo que tenemos que seguir trabajando para mostrarles todo el potencial que tenemos. 

-¿Cómo lograr no aburrir con el Malbec? 

-Tratando de comunicar el terroir, además de la variedad. Es una cepa que permite mostrar diversidad y plasticidad. Pero también que habla de la historia de la vitivinicultura argentina. Hace 40 años, de hecho, teníamos en la Argentina más Malbec que ahora. Claramente no es una moda. 

-Respecto de la tendencia por la cual se habla más de terroir y menos de variedad, ¿cuán al detalle conviene ir como país y a qué ritmo? 

-En lo personal, cuando doy una cata en el exterior, ya no estoy hablando tanto de Tunuyán, Tupungato o San Carlos, sino que directamente me enfoco en las subregiones. Si lo tenemos que repetir mil veces lo haremos, pero es algo que se va a terminar conociendo. Cuando hablamos de vinos, nunca tenemos que tenerle miedo a la información, a ser bien específicos. Incluso, escuché que hay temor de hablar de ciertas subregiones por lo difícil que es pronunciar esos nombres, como sucede con Gualtallary. Los nombres que tenemos en la Argentina hay que valorarlos. Hay zonas de Sudáfrica que sí son muy difíciles de pronunciar e igual se comunican. La clave es no asustarnos por el tipo o el caudal de información. Lo peor que puede pasarnos es no tener nada para decir. Pensemos en lo que sucede con Borgoña: sólo el 1% es Grand Cru y si bien la enorme mayoría de lo que se consume no viene de los Grand Cru, los consumidores en todo el mundo hablan de eso. 

Además, si hablamos mucho tiempo en general, habrá gente que capte esa noción general, pero nos vamos a perder de llegar al que quiere profundizar. A mí me gusta formar sommeliers que después sean los que lleven nuestra bandera por el mundo. Parecen pequeños pasos pero estoy convencida de que tienen un enorme impacto a nivel industria

-Además de Malbec de diferentes subregiones, ¿en qué otras cosas ponés el foco en tus capacitaciones? 

-Me interesa mucho mostrar el Bonarda de Argentina. Me parece que es un vino que tiene una enorme oportunidad en el exterior. Es una uva originaria de Saboya y que en la Argentina encontró su lugar en el mundo y tenemos un montón. De hecho, reconocidos estudiosos de cepas dicen que es una de las variedades más interesantes y una de las que más futuro tienen entre las variedades menos difundidas a nivel global. 

-¿Qué otras cosas sería interesante potenciar para insistir que la Argentina es Malbec y también mucho más? 

-Me gusta mostrar cortes de Malbec con Cabernet Franc y el Cabernet Franc también como varietal, que se da excelentemente en la Argentina. También hay blends blancos súper interesantes, algunos con Torrontés. De hecho, creo que los blends son una buena manera de insistir con el Torrontés, que no se ve como una variedad de altísima gama en el exterior. Creo que los sommeliers del mundo deben conocerla más, por su estilo perfumado y seco, que la convierte en una herramienta interesante en los restaurantes a la hora de acompañar platos. 

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