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Llenar el changuito en el súper resulta cada vez más caro: ¿de quién es la culpa?

Tras dispararse los precios del "bife argentino", las subas se extendieron a varios productos. Expertos revelan si es un problema que llegó para quedarse
03/09/2010 - 09:10hs
Llenar el changuito en el súper resulta cada vez más caro: ¿de quién es la culpa?

Ya se está haciendo una costumbre: cada vez que se difunden los datos de inflación, hay un rubro que "brilla" por trepar muy por encima del resto. Y es, justamente, el más sensible. El de los alimentos.

Algo que resulta hasta paradójico, si se tiene en cuenta que esto se da en el paí­s llamado a ser el "granero del mundo", un calificativo que supo ganarse varias décadas atrás.

¿Es que resulta el bolsillo de los argentinos una suerte de ví­ctima de esa mayor demanda de alimentos que proviene de otras latitudes?

Al respecto, se han escuchado múltiples explicaciones: que los aumentos son producto del mayor poder de compra, que son culpa de un dólar que se mantiene quieto, que es consecuencia del shock internacional de precios o que derivan de la sequí­a, entre otros argumentos.

En principio, se hací­a referencia a que el problema sólo se circunscribí­a al "bife argentino", es decir, al sector cárnico.

Y que era cuestión de esperar un "recomodamiento" de precios relativos que, en algún momento, iba a tener que producirse, para que luego el termómetro inflacionario comenzara a descender.

No sólo que esto no se dio sino que, además, los fuertes incrementos se extendieron más allá de la órbita de la carne.

Ahora, también los productos elaborados con trigo -panificados y fideos secos-, las frutas, verduras y una extensa lista de artí­culos que los argentinos deben llevar a sus hogares en forma cotidiana, sufrieron importantes alzas.

Al respecto, un preocupante dato revelado por la consulta que dirige el economista Carlos Melconian, pone de manifiesto la magnitud de estos repuntes: sólo en un mes, los incrementos llegaron al 10% para gran parte de los alimentos producidos a base de trigo.

Es por eso que son cada vez más las voces que afirman que esa alta inflación alimentaria ha llegado para quedarse un buen rato.

Los números son contundentes al respecto:

  • La inflación real promedio fue del 23% en los últimos doce meses, tal como coinciden en afirmar las distintas consultoras privadas.
  • Varios escalones por encima se ubicó el incremento en la canasta básica, que fue del 29 por ciento.
  • En particular, alimentos y bebidas aumentaron nada más y nada menos que un 30,4%, de acuerdo con el relevamiento realizado por la consultora especializada Inflación Verdadera.

Más aún, según la fundación FIEL, la "Canasta Básica Alimentaria" escaló un 36% en el último año.

En buen romance, esto significa que aquellos argentinos que destinan una mayor proporción de sus ingresos al rubro servicios (medicina prepaga, educación privada, cable, Internet, expensas, entre otros) sufren un impacto menor ante la escalada promedio de los precios.  

En contraposición, cuanto más destinan de su presupuesto mensual para llenar el changuito del súper, mayor es el impacto en sus bolsillos.

Así­, por ejemplo, en el caso de una familia cuyos ingresos ascienden a unos $3.000 mensuales y destina unos $1.500 por mes a este í­tem, su "impacto" –en el último año- ha sido de un 28 por ciento.

En cambio, para otra cuyos ingresos conjuntos ascienden a $10.000 y destina unos $2.500 por mes, la pérdida promedio es de 5 puntos menos.

Las perspectivas no indican una mejora en este sentido y amenazan con amplificarse.El bife argentino, con "sello garantizado"

La persistencia en el encarecimiento de los alimentos parece contradecir el argumento sobre que el gran incremento de la carne, observado meses atrás, era un fenómeno meramente estacional. 

Así­, por ejemplo, la tapa de asado lleva, en lo que va del año, un 18% de aumento y el bife de chorizo un 32%. En ambos casos, hubo nuevos escalones de subas producidas en los últimos dos meses.

"Acá no se trata de un problema coyuntural y pasajero, sino estructural. Como consecuencia de las polí­ticas que desestimularon la producción, cayó tanto el stock vacuno que estamos con una oferta baja. Y esto no se resuelve rápido, porque en temas como la carne se depende de los tiempos biológicos", afirma Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural Argentina (SRA).

En su visión, la recomposición de la oferta ganadera llevará al menos unos tres años, habida cuenta de que hay 2 millones y medio menos de terneros que en 2009.

En otras palabras, la inflación que afecta a "asadito criollo" estarí­a "garantizada", por lo menos, hasta el mediano plazo.Un problema netamente local

En la batalla retórica por imponer la versión sobre cuál es la causa que hace que los alimentos no dejen de subir se llegó a identificar, entre "los culpables", a las compras realizada por otros paí­ses y al shock internacional de precios de las materias primas agrí­colas.

De ser así­, el problema no sólo serí­a argentino sino que afectarí­a, además, a los habitantes de otras naciones, también proveedoras de alimentos.

Sin embargo, resulta ser que no todos lo sufren de la misma manera.

Al respecto, un trabajo realizado por Luciano Cohan, economista jefe de la consultora Analytica, es más que elocuente.

Cohan realizó una comparación entre la Argentina y los paí­ses de la región. Y la conclusión a la que arribó es que la brecha entre la inflación de alimentos y la suba general de precios está lejos de ser una tónica regional, sino que se trata, más bien, de un fenómeno netamente local.

El siguiente cuadro grafica esta situación:

"No se trata de un shock internacional responsable de la suba en los precios de los alimentos. Eso se ve con claridad cuando se compara la inflación argentina con la de otras economí­as de la región, que no tuvieron un encarecimiento relativo de los alimentos tan fuerte", sostiene Cohan.

"Lo paradójico de esta situación es que el paí­s está peor que sus vecinos, a pesar de que el Gobierno haya puesto en práctica una baterí­a de medidas que apuntaban a defender la mesa de los argentinos", agrega Cohan.

Y destaca que esta situación queda evidenciada con mayor claridad cuando se analiza el impacto de problemas internos de oferta, tales como las dificultades del sector lácteo, el conflicto por las retenciones y el problema de caí­da en el stock de carne vacuna.

En la misma lí­nea, Ambrosetti considera que "la suba internacional de alimentos puede explicar un 25% del problema. Pero que el 75% restante es producto de desajustes propios de la economí­a doméstica". Malas noticias

Si el problema argentino radica en la oferta, ¿qué tan lejos se está de revertir la actual situación, que golpea tan duramente a buena parte de la sociedad, en un momento en el que la economí­a se recupera a tasas chinas?

Lamentablemente, los indicios apuntan a que el actual contexto no cambiará en el corto plazo.

Sucede que, pese a la recuperación de la actividad, la industria alimenticia sigue mostrando una performance muy modesta.

Mientras que otros sectores hicieron "gala" de sus repuntes, el semestre pasado fue recesivo para esta rama de actividad que, además, sufrió el mix de malas condiciones climáticas y de una baja inversión.

"Que la producción de alimentos y bebidas muestre caí­das durante siete meses consecutivos es preocupante, sobre todo ante una demanda que es creciente y que está fuertemente impulsada por las polí­ticas económicas", señala el último reporte de Dante Sica, director de Abeceb.

Estos números podrí­an estar en un punto de inflexión. Un informe de IERAL -el instituto de la Fundación Mediterránea dirigido por Jorge Vasconcelos- señala que el motivo de la retracción en la industria de alimentos tuvo su origen en la sequí­a de 2009, que redujo la disponibilidad de materia prima en los molinos.

"La imposibilidad de compensar la merma en la cosecha con importación temporal de semillas agravó el fenómeno", destaca el informe de Vasconcelos.

De todas formas, alerta sobre una incipiente reversión de esta situación recesiva aunque remarcó que "subsisten problemas en el complejo cárnico y, en parte, también en el sector lácteo".

La pregunta, entonces, es si el tí­mido repunte en este sector será suficiente como para atenuar la inflación alimentaria. Y la respuesta, por ahora, es un contundente "no".

"No se espera una reversión sensible en los precios de los alimentos, en particular los de la carne vacuna", pronostica un informe de Analytica.

"La faena está aún 25% por debajo del nivel del año pasado lo cual, junto con una fuerte recuperación de la demanda, confluyen en una considerable suba de precios. Se espera que estos cuellos de botella, que se trasladan también a otros mercados, como los del pollo o la carne de cerdo, se mantengan al menos hasta mediados de 2011", agrega.

En este contexto, aparece claro que el alivio, a hora de llenar el changuito en el súper, puede provenir de dos ví­as: o por un incremento en la inversión o por un alza de las importaciones.

En relación al segundo punto, si bien está aumentando, el Gobierno trata de desincentivar las compras de productos provenientes del exterior, como parte de su polí­tica por preservar un superávit alto en la balanza comercial.

Queda entonces la inversión. Sin embargo, no hay señales esperanzadoras en este sentido.

"El clima polí­tico y la alta conflictividad hace que no se den las condiciones óptimas para efectuar grandes desembolsos", señala Ambrosetti.

Para el economista de la Sociedad Rural, "este es un sector donde las inversiones se planifican a 10 años, y no estamos viendo mejoras en la infraestructura ni aumentos en la capacidad productiva". Desde Rusia con sequí­a

Finalmente, es claro que el componente de la inflación importada también juega, aunque no sea en este momento el principal motivo que justifican las subas.

Y las noticias provenientes del exterior están encendiendo luces amarillas.

La peor sequí­a ocurrida en Rusia en décadas disparó más de un 40% el precio del trigo. Y ya se generó una especulación internacional en el sentido de si podrí­a llegar a reeditarse el gran shock de los precios alimenticios ocurrido hace un par de años.

Los expertos calculan que la incidencia del trigo en el precio del pan es de sólo 9%, pero aun así­ se generó nerviosismo por la posibilidad de que haya mayores presiones al alza en los panificados y los fideos, componentes importantes de la canasta básica alimentaria.

"Hay que estar atentos a aquellos productos que están atados a la evolución del dólar. Ahora, con esta polí­tica de mantener un tipo de cambio prácticamente fijo, se está notando que las subas en aquellos alimentos elaborados a base de trigo y derivados de la soja generan inflación", advierte Pablo Schiaffino, economista jefe de la consultora Chi Square.

El pronóstico de este economista es que, con el mantenimiento de la actual polí­tica cambiaria (que genera una inflación en dólares de 15% anual en promedio), la Argentina queda expuesta a sufrir ante eventuales shocks internacionales.

En definitiva, con problemas de oferta, exacerbación de la demanda, restricción a las importaciones, bajo nivel de inversión y una inflación internacional creciente, todos los ingredientes están presentes para que "la mesa de los argentinos" siga llevándose la peor parte.

Fernando Gutiérrez

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