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Ataque ochentoso: el Gobierno avanza con su plan de "desdoblar sin desdoblar"

La adopción del "dólar turista" y otras medidas que están en carpeta buscan generar el efecto similar al de un esquema de tipos de cambio múltiple
26/03/2013 - 10:04hs
Ataque ochentoso: el Gobierno avanza con su plan de "desdoblar sin desdoblar"

Los políticos experimentados saben que los presidentes pueden quedar presos de sus palabras, y que las frases dichas un día pueden condicionarlos por el resto de su carrera.

Así, por ejemplo, a Eduardo Duhalde le recordarán toda su vida el haber afirmado "quien puso dólares, recibirá dólares".

Seguramente, consciente de esa situación, Cristina Kirchner sigue resistiéndose a desdoblar el mercado cambiario en varios dólares, en contra de la sugerencia que le han hecho economistas del propio Gobierno y de la oposición.

Y es que en todos los archivos televisivos quedó guardada su frase de mayo del año pasado, cuando se exacerbó la escapada del dólar blue y comenzaban los rumores sobre inminentes medidas económicas, salidas de la creatividad de Axel Kicillof.

"Dicen que el viceministro de Economía habla de cuatro, cinco o treinta tipos de cambio. Por favor, no crean nada, esta Presidenta es absolutamente responsable y previsible. Olvídense, no va a haber nada raro, ningún shock de ningún tipo", había dicho Cristina en esa oportunidad.

Hoy, cuando se hace evidente que la política económica tiene serios problemas, con una inflación terca, un atraso cambiario inocultable, con reservas del Banco Central que no dejan de caer y con un dólar blue descontrolado, esas palabras de la mandataria empiezan a parecerse a un pesado lastre.Sea por no contradecir lo que en su momento dijo la jefa de Estado, o tal vez por evitar mayores costos políticos en un año electoral, los asesores económicos de Cristina están abocados a una tarea difícil: devaluar sin devaluar.

O, mejor dicho, "desdoblar sin desdoblar". Es decir, tomar medidas que logren un impacto similar al de implementar un sistema con múltiples tipos de cambio, pero sin adoptar ese régimen formalmente sino de manera indirecta.

Misión: devaluar sin que se note

No se trata, por cierto, de una tarea fácil. Hace unos años, con medidas tales como las retenciones a las exportaciones de soja y con las cuotas de importación para sectores industriales sensibles, como el textil, parecía un tema manejable.

De esa manera, se limaban los efectos del incipiente atraso cambiario, de manera que los productores locales no sufrieran el embate de la competencia china. Y los dólares de la soja ayudaban a financiar todo el esquema.

Pero los economistas advertían que esas medidas sólo serían efectivas en el corto plazo y que, con el paso del tiempo, se iba a necesitar de una mayor dosis de regulación.

Es el caso de Federico Muñoz, quien señalaba cómo las iniciativas que supuestamente tenían el objetivo de contener la fuga de capitales no estaban logrando su cometido.

"Mientras el atraso cambiario se sigue agudizando, el Gobierno no atina a otra cosa que a endurecer las restricciones. Para algunos, el alivio vendría de la mano de la cosecha de soja, pero estamos convencidos de que su aporte distará mucho de ser una salvación", afirmaba.

Es en ese contexto en el que abundaban las especulaciones sobre medidas "ochentosas".

"El menú es conocido, casi un Plan Primavera siglo XXI con los beneficios de la soja y la debilidad del dólar a nivel mundial", escribía el economista Guillermo Kohan en un artículo periodístico. Y arriesgaba que, como en aquella ocasión, se buscaría "acelerar la devaluación del dólar oficial y habilitar una franja libre desdoblando el mercado con un dólar comercial y otro financiero como en los ‘80".

Lo que resultaba evidente y ampliamente esperado era que llegara algún tipo de restricción al turismo, como efectivamente ocurrió con la implementación del recargo del 20% a las compras de pasajes aéreos, reservas hoteleras y uso de tarjetas en el exterior.

A fin de cuentas, para un Gobierno que debió vender u$s7.300 millones por conceptos turísticos, era insostenible la idea de seguir subsidiando un tercio del valor de los viajes.

En cambio, lo que no se tenía en claro era la forma en que se intentaría corregir esa situación.

Y lo que interpretan los economistas es que, tal vez condicionados por aquella frase de la Presidenta -y buscando minimizar el costo político- lo que se buscó es desdoblar el mercado cambiario pero sin que se note.

Algunos calificaron la estrategia como "devaluación fiscal".

Es el caso de Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, para quien la medida de encarecer un 20% la compra de paquetes turísticos "inicia el camino de las devaluaciones tributarias".

Y arriesga que las próximas medidas podrían apuntar a aumentar ese porcentaje de adelanto en el cobro del Impuesto a las Ganancias, y eventualmente extenderlo a otras operaciones, como la compra de divisas para viajes.

También considera que una probable medida de "devaluación fiscal" podría consistir en incrementar los reembolsos a los exportadores industriales que hoy tienen problemas de competitividad. Y señala que ello podría ser financiado, en parte, gracias a la propia recaudación que consiga Ricardo Echegaray con el recargo del 20%, ya que una gran mayoría de los argentinos nunca lo reclamará a la AFIP.

En otras palabras que, tal como sucede en una devaluación, se produzca una transferencia de recursos desde quienes demandan divisas hacia quienes producen en pesos.

Sin embargo, el gremio de los economistas se manifiesta escéptico a que este tipo de iniciativas sea beneficiosa para el país.

Diana Mondino, docente de la UCEMA, señala que "poner impuestos no soluciona el problema de fondo, porque la cuestión a resolver no es el turismo, sino la brecha entre el paralelo y el oficial".

"Es un error creer que la gente no modifica su patrón de consumo. Y aun más equivocado es suponer que si un insumo se encarece sólo afecta a un rubro. Es decir, buena parte de la sociedad dejará de consumir otras cosas para poder irse de viaje. Es un análisis muy primitivo el que hace el Gobierno", critica Mondino.

¿Lo mejor de lo peor?

La cuestión que debaten en este momento los economistas -tanto dentro como fuera de la administración kirchnerista- es si desdoblar el mercado cambiario de manera explícita, como se hacía en los años '70 y '80, es lo mismo que "desdoblar sin desdoblar".

Y las opiniones, incluso entre aquellos que no gustan del esquema de tipos de cambio múltiples, es que la estrategia de hoy día es peor.

"La teoría de un esquema de desdoblamiento es que se dejan de usar reservas del Banco Central. El que quiere dólares para viajar los va a buscar al mercado libre. En cambio, la situación actual no libera al Central de seguir financiando al turismo", observa el economista Enrique Szewach.

En tanto Lorenzo Sigaut (h), analista jefe de la consultora Ecolatina, apunta que la deficiencia de la política que está aplicando en la actualidad la administración kirchnerista reside en que tiene efectos parciales.

"Podría argumentarse que el objetivo del Gobierno es que se vayan menos divisas por turismo. Pero lo que le tiene que preocupar es el saldo neto. Es decir, la diferencia entre los dólares que los argentinos usan afuera y los que los extranjeros traen. Y para achicar ese déficit se necesita que los turistas que arriban al país lo encuentren más barato, cosa que no ocurre dentro de este esquema", señala Sigaut.

Su opinión es que un desdoblamiento explícito, por lo menos "tendría la ventaja de que aparecería gente dispuesta a vender billetes verdes, que es lo que hoy escasea en el mercado blue. Claro que en este momento adoptar esa medida sería algo complejo y arriesgado".

En la misma línea, Joaquín Berro Madero, analista de la Fundación Mediterránea, califica al desdoblamiento cambiario formal como "la mejor de las peores alternativas".

"Las experiencias de tipos de cambios múltiples de los '70 y '80 fracasaron ya que terminaron generando una puja de reclamos. Siempre alguien buscaba que se modificase el tipo de cambio por el cual se liquidaban las operaciones de exportación, pasando del segmento comercial al financiero", recuerda.

Este efecto, para algunos analistas, ya empieza a notarse informalmente, tal como lo evidencia la lentitud de los productores rurales en la liquidación de su cosecha.

Al respecto, Andrés Méndez, director de la consultora AMF, afirma: "El control cambiario propicia comportamientos elusivos.  ¿Qué actitud se espera que adopte un exportador que debe desprenderse de su producción para que se la liquiden a un tipo de cambio de $3,32 y encuentra una brecha de más del 100% frente a la cotización del blue?".

"Lo que trata de hacer, añade, es comercializar un mínimo por el mercado oficial y, si puede, se ‘sienta' encima de los excedentes".

El riesgo de un efecto boomerang

El gran temor que recorre el mercado, en definitiva, es que el Gobierno obtenga lo opuesto a lo que busca.

Es decir, intenta lograr el efecto de una devaluación sin tomar medidas drásticas que podrían generar malhumor social y un alto costo político.

Pero lo que advierten los analistas es que hoy está obteniendo la "parte mala" de un mercado cambiario desdoblado (distorsiones de precios, incentivos a eludir exportaciones, informalidad) sin obtener nada a cambio de lo que podría llamarse "parte buena".

Esta última es lo que justamente se persigue al implementar un desdoblamiento formal: un aumento en la oferta privada de dólares o el alivio de aquellos sectores industriales más afectados por un tipo de cambio oficial que no los favorece.

Un poderoso motivo para esta sospecha es el hecho de que, con la escapada del tipo de cambio paralelo, los argentinos vuelven a percibir al nuevo "dólar turista" como barato pese al recargo.

De hecho, el encarecimiento relativo de viajar se "licuó" en apenas dos días, si se considera el costo de los pasajes aéreos en términos de dólar blue.

Los más escépticos creen que comenzó una nueva etapa, en la que medidas de emergencia -tales como pedirle a los cambistas "amigos" que vuelquen dólares para calmar al mercado paralelo- están destinadas al fracaso.

Para Gabriel Caamaño, de la Consultora Ledesma, la escapada del blue "es la señal más convincente de la creciente desconfianza respecto de la sustentabilidad del esquema de política. Ya no en el mediano-largo plazo, sino en el mismísimo corto".

En este contexto, ya son muchos los que creen que los tiempos se aceleran, y surgen dudas sobre si el Gobierno tendrá la capacidad de mantener al mercado bajo control en los largos seis meses que faltan hasta las elecciones.

"Esto de gobernar pensando más en lo que publicarán los medios de comunicación al día siguiente que en el largo plazo es una estrategia con rendimientos decrecientes. Los logros duran cada vez menos y se hace necesario emparchar todo el tiempo, como queda en claro con el congelamiento de precios y con el dólar blue", afirma Gustavo Lazzari, economista de la Fundación Libertad y Progreso.

En todo caso, hay una certeza: la pérdida de competitividad, ese problema cíclico de la economía argentina, tiene escasas posibilidades de resolverse.

Como afirma un pesimista artículo de Orlando Ferreres, en este contexto político cualquier medida que se tome, sea un desdoblamiento cambiario o una aceleración de la devaluación, puede derivar en un shock inflacionario.

"Es tarde para llorar sobre la leche derramada. Este año con elecciones habrá que pasarlo como se pueda, como quien se toma un trago amargo, pues esta variable y otras no pueden corregirse ahora", concluye.