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¿Modelo no se mancha?: oposición no habla de ajuste sino de continuidad con buenos modales

El relato necesita "villanos" y no los encuentra. Los opositores toman los postulados más vendedores del discurso oficial y se presentan como garantes
23/09/2013 - 07:02hs
¿Modelo no se mancha?: oposición no habla de ajuste sino de continuidad con buenos modales

Uno de los peores temores del kirchnerismo se está materializando: la oposición no gasta más energías en criticar al "modelo".

Por el contrario, parecería que aprendió cómo tomar sus postulados más "vendedores" para sacar rédito electoral.

Es algo que está comprobando Cristina Kirchner cuando se enoja con los empresarios: le reclaman diálogo, se quejan de que la economía va mal, hasta le aconsejan hacer retoques económicos para no perder más votos y, cuando finalmente la tienen enfrente, lo más atrevido que le plantean es que hay demoras en los trámites aduaneros.¿Era eso el cambio de modelo que la oposición reclamaba? ¿Ni una sola palabra sobre inflación, atraso cambiario, cepo al dólar, colapso energético?

¿Tampoco hay menciones al empleo sostenido sobre la base de un millón de nuevos puestos públicos, ni sobre los subsidios, ya sea a la electricidad y gas del que gozan los sectores de ingresos medios, o del que los más pobres que viajan en tren pagan a los que lo hacen en avión?

Es comprensible la frustración de Cristina. Es que si alguno de los empresarios le hubiese pedido -por ejemplo- una suba de tarifas, o un dólar a $7,50, esto le daría pie para sostener sus tesis conspirativas o decir que hay un "club de devaluadores" que pretende enriquecerse a costa de una caída en el salario de los argentinos.

Pero nada de eso ha ocurrido hasta ahora. Tanto, que en el último encuentro en la Casa Rosada -sin que nadie le haya insinuado una devaluación brusca- la Presidenta igual advirtió a los líderes empresariales que no la van a forzar a que tome medidas impopulares.

Esta falta de críticas frontales al "modelo" termina siendo un problema para Cristina. Porque necesita algún tipo de señal para confirmar que tenía razón cuando advertía que "el pasado económico que asoló la Argentina y que quebró industrias siempre está a la vuelta de la esquina".El "relato" necesita de villanos. Y no sólo con el objetivo de recuperar votos para las legislativas de octubre sino, sobre todo, para mantener la épica en los momentos en que se complica la economía.

Como dice el analista Jorge Asís: "Sólo vale salir airoso en el presente. Cuando la debacle se avecine se encontrará, en todo caso, a quien culpar. O se hará lo imposible para que la ceremonia del ajuste le caiga a otro y responsabilizarlo. Lo primero que debe salvarse del aluvión adverso, es la fantasía".Con las armas del adversario

Lejos del tipo de demandas que Cristina hubiera esperado, los únicos puntos en los cuales realmente hubo alguna crítica explícita no resultan funcionales al relato oficial.

Uno de ellos, porque viene desde la izquierda: el cuestionamiento a la firma del contrato de YPF con Chevron. A lo sumo, habilita a la Presidenta para quejarse del "gataflorismo" de la oposición, pero sabe que en el fondo el mundo empresario apoyó esa medida.

La otra demanda era el clamor por la suba en el piso del Impuesto a las Ganancias, un punto en el cual el kirchnerismo sufrió una derrota conceptual. Debió "digerir" en tiempo récord su argumento inicial de que ese tributo alcanzaba sólo a una minoría.

Como señala Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas, "uno de los más serios problemas que puede enfrentar el Gobierno es que todo lo que ceda y corrija sea presentado como un logro no de él sino de sus adversarios y, por lo tanto, alimente el crecimiento de ellos".

Los analistas del propio kirchnerismo se dieron cuenta de que esto, además de parecer contradictorio, ni siquiera dejaría el consuelo de traer rédito electoral.

En este contexto, el politólogo Artemio López, afín al Gobierno, propuso "dejar de mirar tanto a los sectores medios y a la opinión pública, y mirar más las demandas de los sectores populares, que fueron históricamente más fieles".

Más explícito aun es el analista Gerardo Fernández en su planteo sobre el alivio en Ganancias: "La medida no es redituable en votos y favorece a la crema de los asalariados que detestan al kirchnerismo".

Pero hay un punto más interesante vinculado con esa modificación en el impuesto: la oposición ganó utilizando argumentos "kirchneristas", ya que se mejora el poder adquisitivo a costa de que se financie con un empeoramiento de la presión tributaria."Ninguno de los opositores sugirió siquiera la posibilidad de que parte de la brecha fiscal se cierre con un recorte del gasto público", observa el economista Federico Muñoz.

Y agrega: "Esta omisión es llamativa, si tenemos en cuenta que el gasto primario federal creció desde un 17% al 29% del PBI desde el inicio de la era Kirchner".

Para algunos analistas, este hecho demuestra que finalmente la oposición ha conseguido "resolver" el problema que la acosaba en las elecciones anteriores: ofrecerse como una renovación del estilo político, pero sin insinuar ajustes tradicionales ni afectar la capacidad de consumo.

"Más de la mitad de la población está de acuerdo con los lineamientos generales del modelo económico o, mejor dicho, no ve razones para efectuar un profundo cambio. Y hay otra parte que está básicamente en desacuerdo con el estilo kirchnerista y considera que es momento de cambiar", observa Fernando Navajas, economista de la fundación FIEL.

El analista sostiene que, finalmente, a través de figuras como las de Sergio Massa, la oposición logró esa conjunción de continuidad de las políticas pero con nuevos "modales".

Billetera mata lealtad

Claro que la adhesión al "modelo" está bien lejos de la discusión ideológica. Más bien, pasa por el apoyo a quien ofrezca la idea de una continuidad sin traumas.

En otras palabras, quienes están enojados con el kirchnerismo no es porque se plantean si éste cumplió o no con los objetivos que formuló inicialmente.

Los analistas creen que las críticas principales no tienen que ver con el hecho de que un cuarto de la población siga debajo la línea de pobreza, o con que el empleo se sostuvo a base de puestos públicos, o si a pesar del modelo industrialista que se trata de impulsar, la economía sea más soja dependiente que nunca.

"El ciudadano argentino no está demandando modificaciones drásticas, busca soluciones sobre temas de su vida cotidiana", destaca la encuestadora Graciela Römer, al tiempo que agrega que lo que quiere es que las cosas funcionen.

En definitiva, lo que trasluce de este nuevo momento político es que el revés electoral del kirchnerismo no es tanto un rechazo al modelo, sino una expresión de enojo porque el modelo ya no funciona como antes.

Algunos intelectuales oficialistas creen que el apoyo al Gobierno en las elecciones presidenciales de 2011 se logró sobre la base de las medidas más "ideológicas", como la reestatización del sistema jubilatorio o la "recuperación" de YPF. Otros piensan que, por encima de estas cosas, la población priorizó dos variables clave: el mantenimiento del empleo y el consumo.

Todo lo demás, incluyendo la inflación, antes era secundario siempre que se garantizara el sostenimiento del salario real.

Pero la pérdida de votos en el conurbano y en las provincias del norte dejó en claro que ahora el empleo está en fase declinante por culpa del retraso cambiario. Y la capacidad de consumo también se resintió porque, desde hace dos años, los ajustes salariales no llegan al nivel de suba de precios.

Y, como ya había quedado también en evidencia durante los "cacerolazos", el kirchnerismo subestimó la importancia del cepo cambiario, que está muy lejos de la caricatura del "tilingo" preocupado porque no tiene divisas para gastar en Miami.

En la Argentina, prohibir la compra de dólares equivale a una prohibición del ahorro, más allá de que provoque un congelamiento del mercado inmobiliario.

El diagnóstico que está quedando en claro es que en la relación entre Cristina y el 54% de sus votantes de 2011, "no hubo amor sino dinero"

"El populismo posmoderno potencia las adhesiones cuando hay bonanza y acelera la diáspora cuando vienen las vacas flacas", observa Daniel Montamat, ex secretario de Energía y fuerte crítico del "modelo K". Reminiscencias de 1999La gran paradoja de hoy es que quienes castigan al kirchnerismo en las urnas no sienten que estén hundiendo al "modelo". Por el contrario, muchos tratan de rescatarlo

Resulta sugestivo que en las declaraciones de los principales dirigentes del "equipo programático" de Massa, como Alberto Fernández, Martín Redrado, Miguel Peirano o Marco Lavagna se apele a cierta nostalgia por los primeros años del kirchnerismo.

Es decir, la "batalla cultural" no la ganaron aquellos que sostienen que el modelo K siempre fue malo -y que lo que ocurre hoy es consecuencia de haber dilapidado recursos en los años de abundancia- sino que, al contrario, predomina la idea de que había un modelo bueno que se deterioró.

Y, paradójicamente, el mensaje entre líneas es que la forma de salvarlo es ponerlo en manos de la oposición, porque la Presidenta, en su terquedad, lo está llevando por mal camino.

No es, por cierto, la primera vez que ocurre este fenómeno en la historia reciente argentina.

No en vano a muchos ven analogías y parecidos con los últimos años del menemismo, cuando los argentinos vieron en un candidato opositor al mejor garante de que seguirían disfrutando de las ventajas del "uno a uno".

En este contexto -igual que en 1999- es natural que la acusación más grave que se pueda hacer en la política argentina sea la de querer propiciar un ajuste.