iProfesionaliProfesional

En pleno "no default", el Gobierno muestra un raro optimismo respecto de que Griesa dará marcha atrás

Ahora, las esperanzas oficiales para acordar con buitres están puestas en un aliado impensado, el JP Morgan, y en la presión internacional contra el juez 
01/08/2014 - 10:03hs
En pleno "no default", el Gobierno muestra un raro optimismo respecto de que Griesa dará marcha atrás

Calma, distensión, un tono casi optimista de que todo se va a arreglar: lo que transmitió el ministro Axel Kicillof no parecía la actitud propia de un país que acaba de entrar en cesación de pagos y sobre el cual llueven pronósticos de catástrofe económica.

Y no sólo se trata de la "batalla semántica" para combatir el uso de la expresión "default", sino que se notó cierta confianza respecto de que la dureza argentina finalmente hará que Griesa revea su actitud.

Ante la pregunta de si en el próximo vencimiento de bonos, el 30 de septiembre, se repetiría la estrategia de junio pasado -cuando el Gobierno depositó u$s539 millones sabiendo que era altamente probable que el juez impidiera el pago a los acreedores, Kicillof insinuó que, tal vez para esa fecha, el problema ya esté resuelto.

Por lo que había expuesto hasta ese momento, lo que parecía lógico es que la respuesta fuera que, para ser coherente con su postura de país buen pagador, se volvería a depositar la cuota, que en este caso ascendería a u$s183 millones por cuatro tramos del bono Par.

Pero el ministro mostró optimismo en el sentido de que, para ese entonces -es decir, en dos meses- no será necesario pasar por la misma situación, porque ya Griesa habrá dictado la medida cautelar que suspende el fallo condenatorio.

"Vamos paso a paso, porque esto es dinámico y está plagado de sorpresas. Las decisiones del juez siempre nos han sorprendido", afirmó el ministro, quien se mostró "esperanzado en que esta gente entre en razón y se deje guiar por la sensatez".

En definitiva, lo que Kicillof adelantó es su expectativa de que en cuestión de días se reponga el "stay" y que, de esa forma, la Argentina obtenga una victoria en este round con los "buitres".

Llamó la atención semejante expresión de optimismo justo cuando las agencias calificadoras de riesgo consideran oficialmente que el país está en default y cuando ya comenzaron los trámites para cobrar los seguros por cesación de pagos.

¿Información privilegiada en poder del ministro respecto de alguna gestión secreta? No pareció, dado que Kicillof ni siquiera tenía muy en claro qué se tratará hoy en la reunión convocada por Griesa con los abogados de ambas partes.

Más que reponer el stay, las versiones que circularon apuntaban a que tomaría decisiones respecto de cómo proceder con el dinero que congeló desde hace un mes, ahora que venció el plazo y no se llegó a un acuerdo para evitar el default.

Tampoco se vio demasiado entusiasmo por la posibilidad de que una negociación privada de entidades destrabara el impasse.

Tanto Kicillof, como más tarde la Presidenta Cristina Kirchner, ironizaron respecto del "patriotismo" que habría alentado a los banqueros de Adeba a presentar una propuesta que implicaría el depósito de una garantía de u$s250 millones.

Pronósticos cruzadosEl humor del mercado apuntó en sentido absolutamente opuesto al que expuso el ministro: tras la euforia del día previo, cuando parecía que un acuerdo era inminente, sobrevino un desplome de bonos y acciones, con pérdidas de hasta 11 por ciento.

Además, la preocupación ahora se focaliza en un efecto que el Gobierno subestima pero que muchos especialistas consideran más peligroso que la temida cláusula RUFO: la posibilidad del "efecto aceleración" en los pedidos de cobro (ver nota: "Efecto aceleración": un problemón que asoma para la Argentina si "bonistas buenos" tampoco pueden cobrar).

Según Guillermo Nielsen, que diseñó el canje de 2005, es más alta de lo que se supone la posibilidad de que haya agentes financieros o estudios de abogados que junten rápidamente el 25% de las acreencias en Wall Street y accionen contra la Argentina para pedir, en un solo pago, todas las cuotas que estaban originalmente programadas hasta el año 2033.

En el día de ayer, el único hecho positivo para la postura argentina fue otro respaldo internacional, ampliamente festejado por la Presidenta: una carta enviada por economistas estadounidenses, incluyendo algunos ganadores del Nobel, al Congreso.

En la misiva se advierte sobre el mal precedente que implica la sentencia de Griesa para todo el sistema financiero mundial.

"La decisión de la Corte crea un riesgo moral, dado que los inversores tendrían la posibilidad de obtener un repago completo, sin importar qué tan riesgosa sea su inversión", afirma el texto.

Pero lo cierto es que, hasta ahora, la presión internacional no se ha mostrado efectiva para torcer la situación a favor de la postura argentina.

JP Morgan, el aliado impensadoHay, por estas horas, un único factor capaz de cambiar las cosas: la negociación entre privados.

El propio Kicillof dejó abierta una ventana en este sentido: dijo que no se opone y que, además, le resulta lógico que se desarrollen estas conversaciones, porque los bancos argentinos tienen en su cartera bonos reestructurados, es decir, incentivos para defender la cotización de los títulos.

Lo que quedó en claro es que, en las condiciones en que Adeba había propuesto hacer las gestiones, no habría apoyo del Gobierno. 

Se conocieron nuevos detalles respecto de por qué cayó el acuerdo que parecía un hecho.

Kicillof convenció a Cristina de que no era aceptable que los bancos pidieran, como garantía de repago, el dinero depositado en Sedesa -un fondo creado durante la crisis del Tequila en 1995, para dar liquidez al sistema financiero en casos de inestabilidad-.

Claro que, como ocurre con todas las garantías, la intención de los bancos era ejecutar ese derecho solamente si el Gobierno no les devolvía los u$s250 millones.

De manera que la suspicacia de Kicillof puede tener un efecto boomerang: ¿da el ministro por sentado que los bancos no podrán cobrar y entonces tendrán que hacer uso de esa garantía?

Otra tesis, que ha defendido Nielsen, es que, en realidad, el problema de fondo fue un desacuerdo sobre a qué precio el Gobierno le recompraría los bonos defaulteados a los bancos argentinos.

Para el especialista, Kicillof no estaría dispuesto a pagar más que lo que habían obtenido los inversores que entraron al canje. Es decir un 35% del valor nominal, aún cuando ya haya vencido para ese entonces la cláusula RUFO.

En el mismo sentido opinó Juan Curutchet, vicepresidente del Banco Ciudad, quien siguió de cerca las frustradas negociaciones: "Si el Estado paga esos bonos defaulteados al valor del canje, significará una pérdida muy grande para las entidades".

Este ejecutivo no tiene dudas respecto de que fue una decisión política lo que hizo naufragar las conversaciones.

"Estaba preparado el mecanismo para girar los fondos, pero Kicillof no se entusiasmó con la propuesta, y prefirió algo mucho más complicado, como que los bancos compraran toda la deuda de los fondos buitres", apuntó Curutchet.

Contó, además, que súbitamente los funcionarios del Banco Central con los que se venía coordinando el acuerdo "dejaron de atender los teléfonos".

Sus declaraciones abonan las versiones surgidas del ámbito bancario en el sentido de que hubo una desavenencia interna del Gobierno, en la cual Kicillof se enfrentó a la postura liderada por Juan Carlos Fábrega, titular del Central.

"Si ser generoso con la plata de otro es malo, serlo con la de todos los argentinos es mucho peor", fue la descalificadora observación de Kicillof.

Una frase que, por cierto, inmediatamente dio lugar a "chicanas" en el ámbito político. Como esta de Alfonso Prat -Gay, ex titular del Central: "Pagar punitorios por u$s3.700 millones al Club de París sin preguntar es exactamente eso, Axel".

Finalmente, el discurso de la Presidenta confirmó que había, además, motivaciones políticas: el kirchnerismo no se sentía cómodo con el hecho de que Jorge Brito, dueño del Banco Macro y uno de los enemigos favoritos del Gobierno, apareciera como quien "sacara las papas del fuego" al modelo K.

Cristina aludió irónicamente a "algunos que parecían generosos, pero para ser San Martín no alcanza que te pongan en un diario como salvador de la Patria".

Más dura que Kicillof, insinuó que la propuesta de los banqueros carecía de honestidad y apuntaba a hacer un negocio con los depósitos de los ahorristas.

Lo irónico del caso es que, ahora que la gestión de los bancos argentinos se desdibujó, la mayor esperanza para superar la situación queda en manos de instituciones como el JP Morgan, al cual la prensa financiera de Estados Unidos señala como candidato a comprar la deuda a los "buitres".

"Se puede resolver, en todos los casos de default siempre se siguió negociando en privado", sostuvo Arnaldo Bocco, ex director del Central, invitado al programa oficialista "6-7-8", quien comentó los antecedentes de gestiones hechas con los buitres en los casos de default de Perú y Nicaragua.

Suponiendo que el acuerdo se pueda concretar, ¿estará dispuesto este célebre banco de inversión a sufrir un 65% de quita cuando le traiga estos títulos defaulteados al Ejecutivo?

Será, en ese caso, todo un desafío para la retórica kirchnerista explicar cómo se reconocerá al JP Morgan una cotización mayor a la que en su momento se le negó a los bancos argentinos.

Un aplauso al "no default"

Mientras el mundo habla de default, en la Argentina hubo una sobredosis de "relato" para contrarrestar las predicciones de los analistas sobre dificultades en la economía.

El operativo "la vida continúa" está oficialmente en marcha: no hay cesación de pagos, la economía está funcionando, el Gobierno sigue enfocado en sostener la actividad y no resigna el consumo como uno de los motores.

Todos los condimentos del kirchnerismo más puro se hicieron presentes en la cadena nacional de Cristina Kirchner: el festejo a un aumento jubilatorio (que por cierto está tres puntos por debajo de la inflación en el último semestre), la comparación histórica con los presidentes que endeudaron al país y la desconfianza hacia los empresarios que se ofrecieron para destrabar el problema.

Y, para coronar esta nueva etapa del "relato", un arriesgado espejo con 2001: el aplauso del auditorio y de los militantes al "no default".

Temas relacionados