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¿No quiere o no puede?: el Gobierno teme al peligroso "efecto dominó" que traerí­a una nueva devaluación

Analistas creen que la promesa de Vanoli de mantener la calma cambiaria es incumplible, aunque deseable                         
21/10/2014 - 10:02hs
¿No quiere o no puede?: el Gobierno teme al peligroso "efecto dominó" que traerí­a una nueva devaluación

En el manual de recomendaciones para un ministro de Economía y/o presidente de un Banco Central recién asumido, hay una que los expertos subrayan con marcador rojo: no prometer que no habrá devaluación y asegurar que el tipo de cambio se mantendrá estable.

Las razones para esta recomendación son claras: la historia reciente está llena de funcionarios que pretendieron transmitir confianza y autoridad pero que, para su pesar, sufrieron los embates del mercado, que siempre responde con la mano en el bolsillo aunque se le hable con el corazón.

Además, aun cuando el recién asumido tuviese herramientas suficientes como para controlar el mercado cambiario, hay otro elemento cultural que no se puede soslayar: la propia memoria histórica de los argentinos, que los lleva a desconfiar de todo aquel que promete que no habrá una devaluación.

No en vano, la frase "el que apuesta al dólar pierde" quedó registrada como uno de los mayores yerros comunicacionales de todos los tiempos, y como prueba de que cuanto mayor es el énfasis en negar una corrección cambiaria, mayor es su probabilidad de ocurrencia.

Sin embargo, Vanoli hizo caso omiso de todos estos aprendizajes. Apenas asumió en el Banco Central tras la renuncia/despido de Juan Carlos Fábrega, prometió precisamente lo que el manual recomienda que no debe decir: que el dólar se quedará quieto.

Para peor, pidió la colaboración del "enemigo". Dijo que el objetivo de la estabilidad cambiaria se lograría gracias a la ayuda de quienes pocos días antes habían sido señalados públicamente como los fogoneadores de la devaluación: los banqueros que operan en el mercado del "contado con liqui".Vanoli y el coro de escépticos

El debut de Vanoli fue recibido con un escepticismo pocas veces visto por parte de los economistas.

"Lo peor que puede hacer un presidente del Banco Central es decir que no va a devaluar", disparó Aldo Pignanelli, uno de sus predecesores en el cargo, quien considera que el tipo de cambio de equilibrio hoy es de $10,40.

El ex titular del BCRA señaló además que Vanoli se encontrará con grandes dificultades para cumplir su pronóstico: "Con una inflación tan alta como la que tiene la Argentina, es imposible mantener el dólar y no devaluar, ya que tendrá al menos que ir acompañando el crecimiento de los precios".

Alfonso Prat-Gay también tuvo una impresión parecida: "Otro presidente del BCRA que arranca prometiendo que no devaluar. Si no te dice cómo va a bajar la inflación, no le creas".

En tanto, Carlos Pérez, que fuera director del Central durante la etapa de Martín Redrado, opinó que la frase de Vanoli debe ser considerada "más como una expresión de deseo que como una realidad".

"Ningún gobierno devalúa por decisión propia. En realidad, son las condiciones del propio mercado que llevan a eso", agregó. 

Otro que se mostró escéptico fue el influyente Miguel Angel Broda, quien señaló que -sin crédito internacional-, el Gobierno tiene poco margen de maniobra como para evitar un salto cambiario.

"Una definición parecida a la que se hace actualmente también se había formulado seis meses antes de la devaluación que tuvo lugar en enero. Las circunstancias son las que fuerzan los acontecimientos", argumentó.Extrañas coincidencias

Claro que estas críticas no deben llevar a pensar que los economistas hubiesen preferido lo contrario. Es decir, que Vanoli hubiese asumido y haya anticipado que, con el tiempo, iba a sobrevenir una cprrección cambiaria.

En realidad, lo que señalan es que le será muy difícil cumplir con su promesa, dado el actual contexto económico, si bien todos coinciden en lo poco deseable que resulta una disparada del tipo de cambio.¿Por qué entonces surge esta aparente contradicción? Sencillamente por el hecho de que no se perciben condiciones como para que se produzca una "devaluación exitosa".

En la jerga de los economistas, se denomina así a una corrección cambiaria en la que, mientras el dólar sube, el resto de los precios permanece relativamente estable.

Cuando esto ocurre, todos los bienes y servicios se abaratan -medidos en dólares- y el país recupera competitividad cambiaria.

Se hace más fácil exportar y también sustituir importaciones, por lo que se produce un "efecto reactivante" en la economía.

Como complemento, comienzan a entrar más divisas al país porque llegan turistas extranjeros en mayor cantidad, y las reservas del Banco Central suelen mejorar su posición.

Además, se alivian las cuentas fiscales, porque cada dólar que dejan las exportaciones pasa a "valer" más pesos.

El paradigma de la devaluación exitosa fue la de 2002, un hecho del que Roberto Lavagna siempre se jactó: a una suba del 200% en el precio del billete verde le siguió una inflación de "apenas" un 40%.Si, en cambio, la suba del dólar es acompañada por un aumento inmediato de todos los precios de bienes y servicios, entonces el salto devaluatorio se neutraliza y el Gobierno se queda con la peor de las combinaciones.

Es decir:

Sin el "efecto reactivante" sobre la economía.

•Con malhumor social y su consecuente costo político.

•Con caída del poder de compra del salario.

Precisamente esto es lo que ha pasado con los últimos saltos del billete verde en la Argentina.

La devaluación de 2009 había sido relativamente útil: la divisa estadounidense sufrió una corrección alcista del 30% mientras que la inflación fue de la mitad.

Esto ayudó a superar la recesión que trajo la crisis financiera internacional y posibilitó un rebote económico en los dos años posteriores.

Pero en la siguiente devaluación importante, la de enero último, sucedió otra cosa: en apenas cuatro meses, la mayoría de los precios en pesos de los bienes y servicios habían pegado un salto del 20%, similar al que había dado la divisa estadounidense.

En tanto, todos los indicadores, tanto en la producción como en el consumo, mostraban una contracción.

Un estudio de la fundación FIEL establece que en el primer cuatrimestre la industria cayó un 3,4% en términos reales, con sectores que literalmente se desplomaron, como el automotor, que perdió un 17% y el metalmecánico, que cayó un 7,6%.

Esto es lo que ha llevado a pensar que una nueva devaluación brusca sería inútil en cuanto a los objetivos perseguidos: nadie piensa que un alza del billete verde pueda generar un "efecto reactivante" en la economía.

Por el contrario, hay fundados temores sobre que agudizará una aceleración de la inflación.El círculo verde... y vicioso

¿Qué es lo que hace que ahora ya no exista margen para una devaluación exitosa? Los expertos señalan varios factores que están jugando en contra.

El primero es la alta probabilidad de conflictividad social: si el dólar se dispara, los sindicatos agudizarán sus reclamos por una pronta reapertura de paritarias, lo cual pondría más presión a los precios de bienes y servicios.

Este era un factor que no estaba tan presente en otros momentos de la historia reciente.

El otro gran tema es el déficit fiscal, la muletilla preferida por los economistas críticos.

Enrique Szewach lo describe como un "círculo vicioso": "El Banco Central emite pesos, luego los retira colocando deuda por la cual paga intereses. Para eso debe emitir más pesos, entonces necesita compensar con una devaluación. Pero se encuentra con el problema de que al subir el dólar también lo hace la inflación, con lo cual se licúa el salario y se vuelve al mismo lugar".

En tanto, el consultor Gabriel Rubinstein advierte: "Si no se resuelve primero el déficit fiscal y sin crédito externo, maxi-devaluar sería acelerar la huída del peso. Se generará más inflación y mayor brecha".

Extrañamente, el Gobierno parece coincidir con estos pronósticos negativos sobre una eventual corrección cambiaria, aunque naturalmente no culpa de los posibles problemas a su política sino a la reacción de las empresas y los ahorristas.

Para Vanoli, hay un tema cultural que hace que, en este país, no sea una solución para recuperar competitividad: "Con la idiosincrasia argentina, con una devaluación como la que quieren volver a forzar los sectores concentrados, todo lo que aumente el tipo de cambio será acompañado por un aumento de precios", dijo en una reciente entrevista.

La peor pesadilla de los economistas

Hay, además, un factor preocupante que desvela a los economistas: la tendencia cada vez mayor de los argentinos a desprenderse rápidamente de los pesos que tienen en sus bolsillos.

En la jerga técnica se denomina "caída en la demanda de dinero".

Es un fenómeno asociado a momentos de alta inflación y que en la Argentina tuvo su manifestación más aguda hacia fines de los años '80.

En aquella época se llegaba al extremo de que, aun cuando el Banco Central moderaba la emisión, la inflación igual se aceleraba. No porque haya más billetes dando vueltas en la economía, sino porque éstos pasaban más rápido de mano en mano (por su desvalorización).

Esta mayor rotación generaba un efecto similar en los precios.

Ya hay varios expertos que están dando fuertes advertencias en este sentido. Creen que, con el nivel de inflación actual y con la incertidumbre política, se está incubando otra vez este "monstruo".

También coinciden en que una devaluación brusca podría generar una huida masiva del peso en pos de buscar refugio en otros activos.

"Hay razones fundadas para temer que, con un nuevo ajuste de la divisa estadounidense, la reacción de las variables nominales sería la de una aceleración abrupta y sin rezagos", argumenta el economista Federico Muñoz.

"En enero, la devaluación de casi 20% derivó en tres meses de inflación que promedió poco más del 4% mensual. En las actuales circunstancias, el pass through de dólar a precios sería más rápido y directo. Y no puede descartarse una espiral alcista de todas las variables nominales", completó. 

no tiene instrumentos para atacar en forma efectiva y permanente la caída de la demanda de dinero. "A lo sumo puede intentar contenerla un tiempo, subiendo las tasas de interés de los plazos fijos. Pero esto se termina diluyendo si no se solucionan los problemas de fondo de la economía que son, precisamente, los causales de que la gente no quiera quedarse con pesos en la mano", apuntó. 

Desde la consultora agregaron que el gran riesgo actual es que para financiar el rojo fiscal habrá que emitir $100.000 millones, de los cuales sólo una porción minoritaria podría ser reabsorbida.

"Los efectos de la caída de la demanda de dinero pueden ser fulminantes, en el sentido de que operan rápidamente y suelen acelerarse", señalaron. Lo paradójico de este momento es que, aunque parece haber cierto consenso respecto de lo negativo que sería una devaluación, los especialistas consideran que -en la medida en que no ingresen dólares del exterior- su ocurrencia será inevitable.

Como siempre, los ahorristas entienden estos temas más rápido que los funcionarios.

No por nada la demanda de dólares, en sus versiones "ahorro" y "turista", están batiendo récords en estos días de octubre.

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