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¿Scioli autosuficiente?: ya en campaña, se dio el gusto de empezar las clases en fecha sin depender de la caja K

En el año clave de su carrera, el gobernador bonaerense se había fijado el objetivo de evitar la pesadilla de cada marzo. Su estrategia de "raspar la olla"
03/03/2015 - 10:10hs
¿Scioli autosuficiente?: ya en campaña, se dio el gusto de empezar las clases en fecha sin depender de la caja K

En los últimos días, Daniel Scioli tuvo varios motivos de alivio.

Al tope de su ranking, figuran que Cristina Kirchner no lo denostara en público durante su discurso inaugural del año legislativo y que las escuelas de la provincia mostraron una imagen insólita: maestros en las aulas en fecha y niños tomando clase.El verano había hecho prever un año difícil para el gobernador bonaerense: sus compañeros del kirchnerismo duro no le perdonaban sus "ingenuos" gestos de acercamiento al Grupo Clarín, de manera que las críticas abundaron, incluyendo a la propia Cristina, que fustigó el tono de la "campaña naranja".

"Queremos que nos expliquen cuál es su proyecto. El país no es una foto ni un color. El país o la Patria son algo más que una foto, un color o una campaña", había remarcado la Presidenta.

Semejante clima hacía suponer que a Scioli no le iba a resultar fácil el arranque de su año electoral. Y, entre los temores que poblaban sus peores pesadillas, se encontraba la repetición de la clásica huelga docente de cada año.

La actual paz que se vive en la provincia le implicó un gasto adicional de $21.000 millones en el presupuesto docente, una cifra que se aproxima al endeudamiento que le había aprobado la legislatura para este año.

Pero, además, lo obligó a mostrar cintura política en un momento complicado.La pesadilla de cada marzo

La tensión con los docentes había llegado a su récord en 2014, cuando el paro se extendió todo un mes.

Como había ocurrido en otras oportunidades, el gobierno central no lo asistió financieramente y lo dejó librado a su suerte. Fue en ese contexto en el que debió subir impuestos y adelantar una moratoria impositiva como forma de poder financiar la oferta que finalmente fue aceptada.

Pero ese año el daño político ya estaba hecho. Otro inicio de ciclo lectivo con millones de alumnos de la escuela pública sin poder comenzar, a lo que se sumaba el recuerdo hace dos períodos, cuando la provincia se quedó sin fondos para pagar el medio aguinaldo.

En el medio, un duro conflicto había dejado escenas desagradables, como ladrillos que volaban tras reuniones entre ministros y dirigentes sindicales. 

Para peor, el sueldo del sector público bonaerense se convertía por tercer año consecutivo en variable de ajuste. Para Scioli, la situación era difícil de empeorar.

Su decisión estratégica de reivindicar su condición de kirchnerista y de no criticar en público a la Presidenta le impedía ponerse en el rol de víctima -algo para lo cual tiene argumentos fundados, dado que la provincia de Buenos Aires es la más desfavorecida en el reparto de la torta fiscal-.

De manera que el "candidato naranja" se había fijado un objetivo que consideraba fundamental: este 2 de marzo, el inicio de clases -que además coincidía con su último mensaje como gobernador a la legislatura bonaerense- tenía que darse sí o sí.

No es necesario ser un politólogo ni un asesor de campaña para darse cuenta que pocas cosas son tan poco rendidoras desde el punto de vista político como pelearse con los maestros.

La escuela pública ocupa un lugar especial en la conciencia colectiva de los argentinos. Y, en las últimas décadas, cobró una mayor notoriedad a raíz del creciente deterioro de la educación en ese ámbito y de los casos de violencia contra los educadores.

Por ello, los reclamos de los maestros despiertan más adhesiones que los de otros gremios.

Lo sabía bien Néstor Kirchner cuando, a sólo dos días después de haber asumido la Presidencia, viajó sorpresivamente a Entre Ríos y se comprometió a girar $80 millones para pagar los sueldos de docentes y así destrabar un conflicto que se había extendido casi tres meses.

Parece una lección política bastante elemental y, sin embargo, ni Cristina ni Scioli daban la sensación de haberla comprendido plenamente.

Ya sea por falta de recursos financieros de la provincia o por la pulseada entre ambos, lo cierto es que en los últimos años no habían podido evitar las huelgas que dilataban el inicio de clases.

Cambio de estrategia

El acuerdo que este año evitó el paro implicó cifras inusuales, por lo elevadas: 40% de suba para los salarios de inicio y 36% de incremento promedio. Todo un cambio respecto del 2014, cuando se acordó un 28% en dos cuotas, uno de los porcentuales más bajos en pactados paritarias, frente a una inflación que se proyectaba en torno al 40%.

Este año, aún queda una parte del gremio docente que sigue expresando quejas por solapamiento salarial entre los distintos grados de antigüedad, pero se dictó la conciliación obligatoria y todo indica que no debería haber picos de conflicto.

En su alocución ante la legislatura, Scioli hasta pudo darse el gusto de incluir el tema educativo sin que se generasen abucheos.

"Soy un convencido de que las soluciones de fondo a los problemas que enfrentamos vienen de la mano de la educación pública. Por eso hoy tenemos una educación integral (...), acceso a Internet, escuelas técnicas y agrarias reequipadas, nuevas universidades y programas que vinculan a la educación con el trabajo", detalló.

El gobernador expresó su agradecimiento: "A nuestros 330.000 docentes les deseo que tengan un buen ciclo lectivo". Claro que para llegar a esta instancia, mostró reflejos que no se le habían advertido en años anteriores.Primero, comenzó el diálogo en diciembre, cuando lo habitual era que las conversaciones con los maestros se iniciaran en febrero, ya muy encima del inicio del ciclo escolar.

Además, se descomprimió la tensión con los sindicatos mediante el inédito pago de un adelanto de entre el 7% y 8% para docentes y estatales para enero y febrero.

"Tengo la sensación de que Scioli ‘primerió' con un incremento que no podían rechazar. Eso fue sorpresivo. Pero, además, está claro que tuvo que llevar la presión tributaria de la provincia a un nivel muy alto", afirma el economista José Luis Espert.

Este es un punto en el cual Scioli ha demostrado que algo aprendió de Cristina: presenta dicha presión como parte de una lucha redistributiva en la cual se castiga a los "sectores concentrados".

Así lo explicó ayer la ministra de economía de la provincia, Silvina Batakis: "Desde su asunción, llevó a cabo importantes reformas tributarias, como el revalúo inmobiliario rural -que no se realizaba desde hace 60 años- y gravó a los sectores concentrados, como las empresas telefónicas, las proveedoras de cable, el juego y los pooles de siembra, buscando que aquellos con mayor rentabilidad sean quienes más aporten".

Claro que la realidad ha demostrado que probablemente ya se haya llegado al límite en la estrategia de financiar aumentos salariales recurriendo a una mayor presión fiscal. Así lo demuestra el revés que tuvo su estrategia de hacerse de efectivo mediante el adelanto de una cuota en el cobro de impuestos.

La medida implicaba que más de 9 millones de contribuyentes deberían pagar, entre uno y tres meses antes, el inmobiliario urbano, baldío urbano y patentes. El anticipo incluía aumentos de hasta el 70% en algunos tributos.

Ante el solo enunciado de la medida, las protestas fueron tan fuertes que disuadieron al gobernador, que debió dar marcha atrás, temeroso de generar otro frente de conflicto en plena campaña electoral. La movida incluía el adelanto del inmobiliario rural, un impuesto que representa un ingreso de $2.340 millones para el estado bonaerense.Rascando el fondo de la olla

No lo podía decir en su discurso, pero acaso la íntima satisfacción de Scioli fue la de haber logrado un inicio "normal" de clases a pesar de que la canilla financiera desde el gobierno central sigue goteando muy escasamente para la provincia de Buenos Aires.

"Un ejemplo claro de esto es lo que ocurre con el Fondo del Conurbano, que tiene un techo de $650 millones para Buenos Aires, de manera que la inflación lo va licuando cada año. Ahora recibe apenas un 2% de lo que se recauda y ya hay 18 provincias que cobran más", observa el consultor Federico Muñoz.

Según este economista, si el mismo fuera íntegramente a las arcas de la provincia habría recursos para cubrir holgadamente las subas de salarios y los pagos de aguinaldos.

Lo cierto es que, a contramano del "federalismo fiscal" que reivindica la Presidenta, los números muestran que es creciente el monto que el Gobierno central maneja discrecionalmente, en comparación con el monto que se coparticipa en forma automática.  Según un informe de la consultora Economía & Regiones, apenas un 27% de la renta federal queda en arcas provinciales.

En este contexto, Buenos Aires tiene la situación más complicada. El último año, se ubicó en el último puesto de la tabla en incrementos de transferencias, con una suba nominal de 36% en un año en el que la inflación medida por privados fue del 38,5%.

En el reparto de la "torta" entre todas las provincias, Buenos Aires cayó dos décimas, hasta 18,9%, a pesar de que concentra el 40% de la población del país.Nada indicaba que la situación fuera a ser más amable para Scioli en el año electoral.

De hecho, a lo largo de los conflictos que tuvo el gobernador, el núcleo duro del kirchnerismo no solamente no había expresado pena respecto de las dificultades financieras del gobierno provincial, sino que hasta le llegaron a pedirle a Cristina un apoyo más explícito a los reclamos de los docentes y funcionarios.

Es en este contexto en el que Buenos Aires se hizo más dependiente de aumentar su propia recaudación y de buscar fondos mediante la emisión de títulos de deuda.

La provincia concentra el 55% de las colocaciones de bonos provinciales y este año deberá pagar vencimientos por u$s1.050 millones, una cifra que duplica lo que deberá abonar la Ciudad.

A ello se agrega un cambio en las prioridades de gasto.

"Scioli aprendió la lección de que si seguía ese juego político (de tire y afloje por las transferencias) no iba a llegar a 2015. Entonces hizo un fuerte ajuste en el gasto y un incremento de la obra pública por debajo de lo que crecieron los recursos", argumenta Guillermo Giuzzi, analista de Economía & Regiones.

Pero eso fue el pasado. Ahora, está lanzado a su carrera electoral y, como ha sido estudiado por la ciencia política, hay una correlación directa entre gasto público y calendario de elecciones.

A Scioli le llegó el momento "dulce" de dar aumentos. Luego vendrá la hora de pagar, pero eso lo hará "el que sigue" y, tal vez, tenga la posibilidad de tomar deuda a una tasa de interés bastante más baja que la actual.

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