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Doble festejo: Macri celebra con Rodrí­guez Larreta y ratifica su liderazgo para la gran batalla por la presidencia

Con la victoria de su "delfín" respiró aliviado. Pero hace números y observa que la victoria tiene un "lado B" capaz de transformar algarabía en inquietud
27/04/2015 - 10:01hs
Doble festejo: Macri celebra con Rodrí­guez Larreta y ratifica su liderazgo para la gran batalla por la presidencia

Más que eufórico, Mauricio Macri lucía aliviado. Como quien acaba de sacarse un gran peso de encima, tras conocerse los resultados de las PASO para la Ciudad de Buenos Aires.

Como todo el ámbito político nacional había diagnosticado desde hacía tiempo, lo que estaba en disputa en esta primaria iba mucho más allá de la elección entre dos precandidatos: se ponía en tela de juicio su liderazgo en el PRO y hasta corría riesgo su proyecto presidencial.

Una victoria de Gabriela Michetti habría significado un desafío a su autoridad en su propia fuerza política, algo que lo habría debilitado y que empañaría la gran victoria de su partido en las primarias de Santa Fe.

Se sabía que otros contrincantes, como Sergio Massa, alentaban el triunfo de quien finalmente quedó en segundo lugar, como una forma de recuperar posiciones ante un Macri debilitado.

Es por eso que la contundente victoria de Horacio Rodríguez Larreta significó para el líder del PRO haber pasado el primer gran escollo de un esbozo de "rebelión interna" en el partido que fundara hace 12 años.

Pero ganar en las urnas no era lo único. Luego había otras cosas que resolver, como por ejemplo saber "gestionar" esa victoria, tanto a nivel político como en lo comunicacional.

El gran objetivo consistía en dar un mensaje de unidad, para lo cual resultaba imprescindible sostener emocionalmente a Michetti, darle un lugar protagónico en los festejos partidarios y colmarla de elogios.

Cualquier gesto ofuscado o frase crítica por parte de la precandidata habría sido un "gol en contra", porque dejaría la duda de una fisura insalvable en el PRO y abriría la puerta a una eventual pérdida de votos hacia otros candidatos.

Acaso por eso fue que circuló con insistencia una versión según la cual Macri estaba reunido con Michetti, a quien le habría ofrecido una alta responsabilidad como reconocimiento a su labor y para evitar la sensación de fractura.

Si bien no llegó a oficializarse, la imagen del partido quedó a salvo. Michetti lucía lógicamente triste por el resultado adverso pero sin llegar a transmitir resentimiento. En su conferencia de prensa dedicó varios párrafos al liderazgo de Macri y a su candidatura presidencial.

Había otras cuestiones de forma: el PRO es conocido por cultivar una cultura y estética política propias, muy alejada de las tradicionales. Los festejos con pantalla gigante, papel picado, baile casi en tono tinelliano, siempre han sido un arma de doble filo. Y no sólo porque le molesten a Fito Páez, sino porque pueden llegar a pecar por exceso.

Era la primera vez que el PRO debía lidiar con la delicada cuestión de si cabía festejar con la habitual algarabía casamentera tras una elección que había dejado derrotados de las propias filas.

Pero se logró manejar el tema. Hubo sobriedad a la hora de los discursos, con abundantes apelaciones a la unidad y con un Macri que se preocupó por dar una imagen más focalizada en la carrera presidencial que en la disputa porteña.

Su posterior baile al ritmo de "Tan Biónica" lució algo excesivo pero, a favor de él, Michetti no dejó de sonreír ni de aplaudir cuando las cámaras la "ponchaban" .

El riesgo de la "fuga" hacia Lousteau

El triunfo político de Macri no es necesariamente la victoria de Rodríguez Larreta. Pasó el round de la interna, pero todavía falta el desafío mayor: ganar la elección "de verdad".

Y no será tan fácil como parece: para ganar en primera vuelta en la Ciudad se necesita más del 50% de los votos, algo que es muy difícil de lograr. De hecho, ni siquiera lo consiguió Macri en sus dos elecciones.

Allí reaparecen algunos fantasmas para el PRO. A diferencia de lo que había ocurrido en los balotajes en los que Macri se debía medir contra el kirchnerista Daniel Filmus, ahora la pelea será contra Martín Lousteau.

Acaso el único resultado de ayer que el actual jefe de gobierno porteño lamente en su fuero más íntimo sea que el kirchnerista Mariano Recalde no haya podido superar al precandidato de ECO.

Los escenarios polarizados siempre han beneficiado tanto al jefe de gobierno porteño como a la presidenta Cristina Kirchner. Un balotaje frente al titular de Aerolíneas Argentinas le daría a Rodríguez Larreta un escenario más cómodo, porque canalizaría con facilidad el voto de rechazo al kirchnerismo, que en Capital es un sentimiento potente.

Pero Lousteau hizo una buena elección, y eso para el macrismo es un problema. El ex ministro de Economía tiene un discurso y un perfil de votante similar al del PRO, a punto tal que en su momento fue tentado por Macri para ser candidato en Capital.

Esta similitud implica que, eventualmente, los votantes de Michetti que no simpatizan con Rodríguez Larreta podrían votarlo sin que implique un riesgo de caer en posturas pro-kirchneristas.

De manera que Lousteau encuentra ahora frente a sí un muy buen escenario para crecer.

Se presume que en una eventual segunda vuelta sumará los votos que fueron para Graciela Ocaña y, muy probablemente, los que en primera vuelta apoyen a Mariano Recalde.

Visto desde la perspectiva de un kirchnerista, ante la disyuntiva de votar al "delfín" de Macri, de sufragar en blanco o de hacerlo por Lousteau, esta última se presenta como la opción más atractiva.

Implica un Gobierno con posturas algo más "progresistas" que las del PRO pero, sobre todo, brinda una oportunidad en bandeja para aguarle la fiesta al actual jefe porteño en su propia cancha.

Con la suma de todos los votos que no pasen la primera vuelta -incluyendo una "fuga" de simpatizantes de Michetti-, Lousteau estaría en condiciones de desafiar a Rodríguez Larreta en una segunda vuelta.

Por lo pronto, Lousteau podría superar el 40% del electorado si solamente contara con el apoyo kirchnerista. Es probable, además, que capte algo del voto de izquierda.

De manera que bastaría con que un tercio de los votantes de Michetti le dieran su apoyo como para que estuviera en condiciones de superar al propio Rodríguez Larreta.

Lo captó tempranamente Elisa Carrió, quien apenas hubo una tendencia de boca de urna proclamó que "el Rulo" se impondría sobre "el Pelado".

Luego el propio Lousteau tuvo un discurso con varios guiños hacia los votantes peronistas y hacia los de Michetti, al enfatizar en los puntos de crítica hacia la gestión macrista que generan cierto consenso opositor.

Todo un desafío para el PRO que deberá, a partir de hoy mismo, reconstruir la unidad interna con hechos y no sólo con la declamación de los discursos de campaña.

Esto implicará una negociación con Michetti, a quien se deberá "seducir" con la posibilidad de un protagonismo alto en un futuro gobierno de la Ciudad. Aparte, claro, de un puesto destacado en un eventual gobierno nacional con Macri presidente.

Si bien no será fácil luego de las asperezas de la campaña interna, para Rodríguez Larreta no habrá tarea más importante.

La diferencia entre ganar o perder puede estar dada por el entusiasmo que Michetti ponga en acompañarlo durante la campaña de las elecciones "en serio" que se disputarán en julio.

La pérdida de la inocencia

"El PRO llegó a la política" ha sido una de las frase más escuchadas en estas últimas semanas. No estaba claro si ello significaba algo positivo o negativo, pero sí que implicaba un desafío.

En definitiva, si algo definía el estilo distintivo del PRO era que exhibía cierta "ingenuidad" frente a las prácticas de los peronistas y radicales, donde las internas, las intrigas palaciegas y las traiciones forman parte del folclore.

En contraste, el partido de Macri defendía su estilo distintivo como uno de sus valores. Y lo atribuía al hecho de que muchos de sus dirigentes tienen una procedencia extrapolítica, sobre todo de ámbitos como empresas privadas, ONGs y religiosos.

Esta lucha intestina significó una "pérdida de la inocencia" con varios riesgos incluidos, como destacó la propia Michetti en su conferencia de prensa.

Quedó demostrado que el PRO no es ajeno a los celos, a las peleas por cargos y a las chicanas, al igual que lo que sucede en el resto del sistema político argentino. No obstante, a fin de cuentas, logró transitar la interna sin perder su esencia.

Lo que viene ahora es un desafío nuevo, el de mantener la unidad con los nuevos socios de la Unión Cívica Radical y con Elisa Carrió.

Primero, porque ambos presidenciables apoyarán a Lousteau en las elecciones porteñas de julio, lo que dará lugar a críticas hacia la gestión del propio Macri en la Ciudad.

Inevitablemente se tratarán temas espinosos, como su permisividad hacia el millonario y oscuro negocio de los juegos de azar.

Pero, además, porque ahora se abre un nuevo capítulo en el tejido de alianzas para el líder del PRO: se acerca la hora de volver a hablar con Sergio Massa.

En el ámbito político se sigue haciendo referencia con gran insistencia respecto de que el tigrense, a último momento, puede llegar a bajar su candidatura presidencial para disputar la gobernación de Buenos Aires, con apoyo de Macri.Massa -cuya presencia electoral en Capital fue casi nula- perdió su esperanza de contar con un margen más amplio de negociación, a raíz de la derrota de Michetti.

Por lo pronto, la campaña está tomando temperatura, luego de la votación primaria en el distrito de mayor visibilidad nacional.

Si bien cuatro meses en la Argentina son una eternidad (tiempo que falta para las primarias presidenciales), lo cierto es que ya puede afirmarse que Macri consolidó su aspiración de ser tomado muy en serio como un desafiante de porte.

Acaso la situación que más haya festejado el candidato del PRO no fue el resultado electoral ni el beso de Rodríguez Larreta y Michetti en el escenario. El gesto político más elocuente de la jornada fue la cara de Daniel Scioli.

Rodeado por dirigentes de La Cámpora que suelen denostarlo a diario, el gobernador se acercó al bunker kirchnerista probablemente con más sentido táctico que con ganas genuinas.

Fue otra noche negativa para Scioli: no pudo festejar un buen resultado peronista, no sintió el calor de la hinchada ni recibió palabras amables que le dieran la certeza de que su candidatura será apoyada.

En un momento en que la cámara lo "ponchó" mientras escuchaba el discurso de Recalde, su gesto serio y apesadumbrado valió más que mil palabras. En determinado momento, alguien le avisó y se apuró a sonreír de golpe. Pero ya era tarde.

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