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De acuerdo a la ley, los número uno de las empresas tienen obligación de estar informados sobre lo que sucede en sus compañías y tomar medidas acordes
24/06/2016 - 14:45hs

Todos sabemos que "el que rompe, paga". Pero el problema no lo tiene sólo el que paga sino, también, el que acusa.

El escándalo de Volkswagen, por su magnitud, puso en evidencia lo complejo que es gerenciar, dirigir y administrar empresas donde los factores de riesgo se multiplican día a día, y donde los managers quedan expuestos al riesgo reputacional de "mala gestión".

La automotriz alemana se vio envuelta en un escándalo mundial al haber admitido la falsificación de pruebas de sus motores diesel. El caso conocido como "dieselgate" repercutió no solo en los resultados financieros de la empresa, sino también en la carrera de sus principales directivos.  

Como todo esquema de responsabilidad, las cabezas que tienden a rodar primero son las que asoman en la punta de la pirámide; o sea el presidente, el CEO y todo el directorio.

La leyes en casi todo el mundo suelen prever regímenes de responsabilidad muy severos respecto de los managers, fijando un estándar de conducta elevado para quienes tienen la responsabilidad de dirigir empresas.

Se exige obrar conforme lo haría un ordenado empresario. En "criollo", esto significa adoptar una conducta muy parecida a la que tomaría uno si la empresa fuera propia.

En este código de conducta opera una suerte de regla de proporcionalidad: a mayor complejidad del negocio mayor será el nivel de diligencia exigido. Por diligencia debe entenderse algo muy simple: tomar las decisiones de negocios obrando de manera informada.

Es muy importante tener presente que la ley argentina referida a empresas prevé que el directivo es responsable por su obrar "culposo", o sea por haber actuado en forma irresponsable o, si se quiere, desinformada.

Es decir que, quien sea llamado a "defender su pellejo" deberá convencer a sus acusadores que su actuación ha sido diligente e "informada". El problema es probarlo.

No hay muchos precedentes comparables similares al escándalo de Volkswagen, pero el régimen legal lo prevé expresamente. Por lo tanto cualquier director de una empresa argentina está expuesto al riesgo de responsabilidad igual que el CEO de VW.

Y ese riesgo no es otro que quedar imputado por no haber tomado los recaudos internos necesarios para evitar que más de 11 millones de vehículos de la emblemática marca emitieran NOx, con el costo reputacional que este delito provoca a esta marca centenaria, líder mundial y poseedora de un prestigio sin igual.

Por caso, bajo este esquema, el error del CEO de Volkswagen -suponiendo que fue sólo un error- sería que en su condición de número uno de la compañía debió haber conocido el problema de las emisiones NOx. Y ese deber de estar informado parte, fundamentalmente, de su rol de presidente y máxima autoridad de la empresa.

Aceptar estos cargos no es gratis y se paga su precio. Esa es una de las razones por las cuales estos cargos devengan honorarios, bonus y stock options que llegan a superar en más de 300 veces el sueldo promedio de un empleado.

También es la razón por las cuales los directores suelen contratar los seguros D&O por cifras millonarias. Pero no se llame a engaño: esas pólizas no cubren las conductas "gravemente negligentes".

¿Qué se entiende por grave? Es cuestión de dimes y diretes. El manager queda a merced de lo que la compañía de seguros entienda por grave o, peor aún, el juez. 

No hay duda que la salida para no "quedar pegado" en un caso como éste es poner en marcha mecanismos de delegación de funciones y responsabilidades con claros procesos internos escritos para la toma de decisiones en todos los niveles de la organización.

Es verdad que este sistema atenta contra la dinámica de la toma de decisiones y alimenta la burocracia empresaria, pero es el único camino posible para demostrar la gestión diligente y el obrar informado del director, ejecutivo, CEO o presidente. Cualquier otro camino, expone a los altos ejecutivos al calvario judicial con altas probabilidades de quedar "pegado".

Un dato no menor, para tener muy en cuenta, es que la ley argentina autoriza asignar responsabilidad a cada director según su área de responsabilidad. Esta asignación específica de responsabilidad es un mecanismo que evita "solidarizar" las negligencias y, por ende, las pérdidas.

Este sistema significa concentrar la responsabilidad en las áreas correspondientes sin que los otros directores asuman riesgos por el obrar negligente de otros.

Aprovechemos este sistema, pues la Argentina es uno de los pocos países que lo admite.