Centenares de científicos lideraron el jueves una marcha de la comunidad educativa hacia el Congreso en protesta por un severo recorte del presupuesto estatal de ciencia y tecnología. Detrás de los hombres de ciencia se encolumnaron docentes, becarios y organizaciones estudiantiles contra la reducción presupuestaria prevista para 2017.

"Esto es un golpe de muerte para la ciencia argentina", dijo el investigador y docente Hernán Palermo, uno de los convocantes.

Los manifestantes llevaron carteles con la leyenda "¡No nos manden a lavar los platos!", en relación con la histórica frase del exministro de Economía Domingo Cavallo, quien en el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) dijo que los científicos en lugar de pedir más presupuesto deberían ocuparse de limpiar la vajilla en la cocina.

"Un país en vías de desarrollo no puede darse el lujo de despreciar la ciencia", dijo el científico Augusto Rapallini, parafraseando al argentino Premio Nobel de Medicina 1947 Bernardo Houssay. Las críticas de los profesionales apuntaron al gobierno del presidente Mauricio Macri.

El presupuesto destinado a la ciencia osciló entre el 0,7% y 0,8% del total nacional en la última década. El proyecto de 2017, aún no votado en las cámaras, lo reduce al "mínimo histórico de 0,59%", señaló el estatal Centro de Investigaciones en Bionanociencias.

"Se están cerrando programas nacionales de tecnología y se abren otros con importaciones", dijo Alberto Kornblihtt, director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias.

Argentina repatrió a miles de científicos durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y el país puso por primera vez en órbita satélites de comunicaciones, entre otros avances. "La comunidad se verá afectada por una nueva fuga de cerebros. La gente no trabaja por amor al arte. Si no se le paga bien, se va", dijo Juan Pablo Paz, investigador del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Algunos científicos marcharon con sus familias y llevaban valijas rodantes en un gesto simbólico de lo que puede suceder en una nueva fuga de cerebros como la que sufrió Argentina tras los golpes de Estado en las décadas de los años 60 y 70.