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La ceremonia de investidura culmina el ascenso a la cumbre del poder de un hombre que hace dos años no era más que un personaje de la farándula
20/01/2017 - 13:57hs

Donald John Trump, un magnate inmobiliario y estrella de los reality shows nació hace 70 años en Nueva York, y se convertirá este viernes en el 45º presidente de Estados Unidos.

La ceremonia inaugural culmina el desconcertante ascenso a la cumbre del poder mundial de un hombre que hace dos años no era más que un estrambótico personaje de la farándula norteamericana, con una tendencia irrefrenable al exceso verbal y al exabrupto racista.

Su inexperiencia política y su carácter imprevisible, además de los conflictos de interés con sus empresas y su vínculo con el presidente ruso, Vladímir Putin, le restan a una presidencia que prometió en campaña "hacer grande a América de nuevo".

El republicano vencedor en las elecciones de noviembre pese a sacar casi tres millones de votos menos que su rival demócrata, Hillary Clinton, hereda de Barack Obama una economía en crecimiento y baja desocupación, además de la mayor maquinaria de guerra y espionaje de la historia.

Le espera un mundo inestable, con guerras en Oriente, amenazas nucleares en Asia y países como China y Rusia con ambiciones expansionistas.

Al mediodía (hora de Washington), Trump jurará el cargo ante el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts. Jurará con dos ejemplares de la Biblia, uno que le regaló su madre cuando tenía nueve años y otra que perteneció a Abraham Lincoln, el presidente que acabó con la esclavitud.

Será el presidente de mayor edad de la historia en asumir el cargo y el menos preparado, sin ninguna experiencia ejecutiva ni legislativa, ni tampoco militar. Después pronunciará el discurso en el que dará el tono de los próximos cuatro años.

El de Trump se medirá con algunos de los discursos más brillantes de la historia. En 1865, al final de la Guerra Civil, Lincoln pronunció un discurso de reconciliación: "Con malicia hacia nadie, con caridad para todos...".

"A lo único que hay que tener miedo es al miedo", dijo Franklin Roosevelt en 1931. Y Kennedy pasó a la historia en 1961 con la frase "no preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país".

"Mi tema, y es lo que oirás el viernes, es América primero", dijo el presidente electo hace unos días al periodista Mike Allen. "America first" es, como "make America great again", una de sus frases fetiche, la síntesis del trumpismo: nacionalismo y populismo; repliegue geopolítico y económico.

"America first" también era a principios de los años cuarenta el eslogan de los filonazis estadounidenses que se oponían a la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial.

Trump ganó las elecciones agitando el odio a las minorías y el racismo: el trauma fundacional de este país. Que el hombre que agitó el racismo sustituya al presidente negro; que el que juega a la división incluso tras su victoria electoral ocupe el lugar del presidente que inició su mandato bajo el signo de la unidad y la esperanza; que el comandante en jefe más impulsivo sustituya a uno de los más reflexivos, refleja lo brusco del cambio en Washington.

Con sus ataques a la prensa, a las minorías, a musulmanes e hispanos o a adversarios electorales, Trump abrió un debate sobre la resistencia de las instituciones democráticas y el sistema de contrapoderes.

El profesor emérito de Columbia Robert Paxton, autor del clásico La anatomía del fascismo, dijo durante la campaña: "Con Trump tenemos una especie de cuasifascismo populista, o protofascismo, más que un fascismo del todo desarrollado".

"Creo que Donald Trump ya dañó el sistema democrático de EE.UU.", consideró esta semana en un correo electrónico, según dio cuenta el diario El País. "Empeoró algunas tendencias desafortunadas, como la transformación de la elección a presidente en una rama del mundo del entretenimiento. Degradó el lenguaje de la política con epítetos e insultos. Alentó la expresión de opiniones racistas y xenófobas", prosiguió.

"Lo que viene ahora, después de la inauguración", añadió Paxton, "solo podemos imaginarlo, porque no sabemos aún qué declaraciones de Trump no significan nada y cuáles revelan prioridades serias sobre su futuro. Un área de peligro particular es la prensa. Trump es un hombre vengativo, y es muy posible que use el poder de la presidencia para dañar a los periodistas que lo critiquen".

Los excesos de su personalidad, su desconocimiento de la profesión y la opacidad de sus vínculos económicos pueden complicar su presidencia.

Algunos ya vaticinan que sufrirá un proceso de destitución. Sería erróneo darlo por hecho. "No subestimen al tipo", dijo por su parte Obama.

Con una mayoría clara de su partido, el republicano, el Congreso, y con la economía en expansión, el nuevo presidente podrá apuntarse los éxitos de Obama si no comete errores de bulto, y si no lo sorprende una crisis internacional.

"Al menos al principio, él será Donald Trump en la Casa Blanca. No creo que cambie", comentó en Washington el veterano periodista Bob Schieffer.

"Lo que aprendimos en esta campaña es que no podemos predecir lo que ocurrirá, porque en cuanto pensábamos que lo habíamos entendido, ocurría otra cosa. Mucha gente está feliz por la elección, otra está triste, pero todos estábamos sorprendidos, incluso el equipo de Trump", sentenció.

Trump quiere ser Trump. Desde sus inicios como constructor en Queens y en Manhattan, el método le funcionó. "Cultivo las fantasías de la gente", escribió en 1987 en El arte de la negociación. "Quizá la gente no siempre piense a lo grande por sí sola, pero les emociona ver a otros que sí lo hacen", escribió.

Presidente Donald Trump: a mediodía estas palabras que para muchos siguen sonando a fantasía serán realidad.