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"Los animales fueron mis salvadores durante años y ahora yo los tengo que salvar a ellos", dice en la sala de su casa, una reserva en Córdoba
31/05/2017 - 15:09hs

Cuando era niña, los únicos lugares donde Kai Pacha se sentía tranquila eran el patio de su casa y su cuarto, donde tenía dos huecos en la pared por donde observaba el mundo.

"Podía hablar, pero no podía comunicarme con los demás", explica.

Kai, que hoy, a sus 48 años, es la dueña de una exuberante reserva natural en Córdoba, sufría un leve autismo y sus únicos interlocutores eran los animales: les contaba sus miedos, sus sueños, sus complejos.

Pero un día Kai se dio cuenta de que los animales necesitaban su ayuda, porque "los atacamos, les dañamos su entorno".

Entonces, para retribuir el apoyo que le dieron durante su niñez, superó el autismo y aprendió a comunicarse con sus semejantes.

"Los animales fueron mis salvadores durante años y ahora yo los tengo que salvar a ellos", dice en la sala de su casa, una morada hecha de barro donde han vivido gatos, perros, pumas y monos.

Su voz es suave, pausada; a veces trastabilla. Hablar no le resulta cómodo. Pero responde con esmero.

Más allá del zoológico

La reserva Pumakawa, en las sierras de la provincia medterránea, no busca simular la experiencia de ir al zoológico.

"No nos interesa la exhibición en una vidriera, sino la recuperación del monte y del animal", dice.

Gobiernos locales, veterinarios y residentes de la zona le traen a Kai, graduada en trabajo social y con media carrera de derecho, los animales silvestres que encuentran heridos, huérfanos o atropellados en la carretera.

Kaku, por ejemplo, una puma de cabeza pequeña y grandes ojos claros, llegó cachorra, y al estar huérfana el cuidado tenía que ser muy riguroso, constante, porque los pumas no se pueden calentar a sí mismos.

Primero se le rompió una pierna y no podía caminar: se arrastraba por el piso rasgándose la piel. Luego quedó ciega. Y los veterinarios recomendaron sacrificarla.

Pero con un caminador de bebé colgado del techo Kai logró que caminara. Y con la ayuda de una oftalmóloga de humanos le dio las vitaminas y antibióticos que le devolvieron la vista.

Kaku hoy se besa, acaricia y arrejunta con Kai como si fueran de la misma especie. Pasaron tanto tiempo y trabajo juntas que, en un caso extraordinario, la puma la ve como una de sus pares.

Los pumas que llegaron a la reserva heridos o huérfanos se tienen que quedar con Kai porque si vuelven a la libertad pueden ser un peligro para los humanos, pero a los otros animales que le llegan y logra recuperar los devuelve a su estado silvestre.

"Cada uno de nuestros animales tiene una historia que la gente se lleva a su casa y le permite tomar conciencia", explica.

"Porque si cuidamos el ambiente, cuidamos la posibilidad de ser felices".

"Porque así viva en el piso 15 de un edificio en la ciudad, la gente tiene que ser consciente de que cuando abre la canilla está administrando agua de un arroyo. Y es importante que no la derroche".