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Tras la tragedia del domingo se abrió el dilema. "Muy pocos estarían dispuestas a comprar un auto que no anteponga su seguridad", dicen especialistas
20/03/2018 - 19:17hs

Ya se produjo el primer atropello mortal en el que se ve implicado un coche autónomo.

El accidente sucedió el pasado domingo en Tempe (Arizona), cuando un auto de la flota de Uber se encontraba circulando en modo autónomo, aunque con un operador humano en su interior.

Ya en el 2017 la compañía Uber anunciaba que suspendía temporalmente su programa de prueba de vehículos sin conductor tras una colisión de uno de sus automóviles.

Uber comenzó a probar sus vehículos sin conductor en Tempe el mes de febrero de 2017, mientras que en San Francisco lo hizo desde diciembre de 2016 y en Pittsburgh desde septiembre de ese mismo año, publicó abc.es.

Ahora de nuevo anuncian la suspensión de su programa de vehículos autoconducidos hasta que el suceso del atropello sea investigado.

Este tipo de accidentes llevan a la reflexión, dado que ante un accidente es el vehículo autónomo el que toma determinadas decisiones. Esto abre, por ejemplo, un importante dilema: el coche, de poder hacerlo, ¿salva a un peatón o salva al pasajero del coche?

Tal y como muestra la infografía bajo estas líneas, los órganos y sentidos del hombre serán "sustituidos" en estos automóviles por avanzadas tecnologías que, a decir de los más escépticos, aún tienen que demostrar su valía en la toma de decisiones clave, sobre todo en momentos críticos.

El hecho, como señala la agencia SINC, ante riesgo de accidente es que los programas informáticos de este tipo de vehículos toman decisiones que, por ejemplo, tienden a sacrificar a sus pasajeros si hay un riesgo de atropello de peatones.

 

“Muy pocas personas estarían dispuestas a comprar un coche que no anteponga su seguridad, aunque les parezca bien que otros los adquieran”, explica Francois Bonnefon, investigador de economía de la Universidad de Toulouse (Francia).

Bonnefon, junto a sus colegas Azim Shariff, del departamento de Piscología de la Universidad en Oregón, e Iyad Rahwa, del Media Lab del MIT, realizaron un estudio sobre el dilema social de los coches sin conductor. “Los programadores, que tratan de definir los algoritmos para ayudar a que estos coches tomen decisiones, se enfrentan a múltiples retos. A esto se añaden cuestiones éticas y morales que hasta ahora no se han debatido en profundidad”, señala el investigador francés.

La realidad es que no hay una solución clara para este dilema.

De hecho, el equipo realizó varias encuestas a residentes de Estados Unidos que formulaban preguntas sobre la forma en que les gustaría que se comportaran los vehículos autónomos.

Los escenarios planteados incluían el número de vidas de peatones que se podrían salvar. Los autores crearon además la web interactiva Moral Machine en la que la gente puede explorar y crear nuevas situaciones.

Los participantes dijeron que los coches autónomos deberían estar programados para proteger a los peatones (usando algoritmos utilitarios), pero indicaron que preferirían comprar aquellos cuya programación les diera prioridad como pasajeros en cuanto a seguridad, sobre todo viajando con la familia.

Esto sugiere que si ambas versiones de coches sin conductor estuvieran a la venta, la que protege a los peatones y la que salvaría a los pasajeros, muy pocos optarían por la primera opción.

Bonnefon subraya que los gobiernos que decidan regular en favor de los coches autónomos que primen al peatón “pueden causar más daño que beneficio. Tal vez se salven algunas vidas gracias a los algoritmos utilitarios, pero habrá menos gente dispuesta a comprarlos o usarlos, lo cual a la larga será negativo porque estos vehículos pueden eliminar hasta un 90% de los accidentes de tráfico”, destaca.

“Construir máquinas autónomas que tengan en cuenta cuestiones éticas es uno de los grandes desafíos de la inteligencia artificial", dicen los autores.

Y es que la ética experimental puede proporcionar ideas clave en este ámbito a medida que haya más vehículos autónomos en la calle.