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Dos estilos de polí­tica económica

En un análisis para iProfesional.com, Ví­ctor Beker diferencia dos maneras de manejar la economí­a de un paí­s: en base al consenso o la sorpresa
12/11/2008 - 17:09hs
Dos estilos de polí­tica económica

 

Existen dos formas de llevar adelante la polí­tica económica: en base al consenso o en base a la sorpresa.

En el primer caso, el gobierno enuncia las metas a alcanzar y trata de movilizar a la sociedad para el logro de las mismas. Se preocupa por poner a disposición del público la mayor cantidad de información posible y de convencerlo de la bondad de los objetivos e instrumentos elegidos. La credibilidad que pueda inspirar en la ciudadaní­a es la clave: de ella depende el nivel de apoyo social que logre para el éxito de la estrategia planteada. Es el estilo del consenso.

El éxito de la estrategia depende de cómo se vayan concretando los logros planteados, de modo de mantener y ampliar el consenso inicial. La falta de resultados puede hacer que el mismo se debilite, desaparezca y el plan, entonces, fracase.

La segunda alternativa se basa en la sorpresa. Se trata de tomar por sorpresa a la sociedad una y otra vez, de modo que no se anticipe a las medidas que se adoptan. Por ejemplo, una devaluación producirá la transferencia de ingresos y recursos esperada siempre que los agentes no se anticipen a la misma y los aumentos de precios y salarios anulen sus efectos reales.

En este caso, el hacedor de polí­tica económica se asemeja a un general que continuamente estudia a su enemigo, buscando encontrar sus puntos vulnerables para descargar allí­ un ataque por sorpresa. Lejos de enunciar sus planes para lograr el consenso social en torno a ellos, los mantiene en secreto y lanza las medidas sin previo aviso.

En este caso, el éxito depende de la sorpresa. La clave reside en que los agentes económicos no sospechen nada y, por tanto, no intenten ningún movimiento preventivo. La credibilidad no interesa. En muchos casos es conveniente que la sociedad cuente con la menor cantidad de información posible para reducir su capacidad de reacción. Incluso es posible que se recurra a difundir información falsa –por ejemplo, í­ndices de inflación menores a los verdaderos- como forma de confundirla, adormecerla o desorientarla.

El talón de Aquiles de este estilo es que la sociedad se habitúa a la sorpresa. Por tanto, está dispuesta a dar pábulo a cualquier versión por disparatada que parezca: todos los eventos posibles pasan a tener igual grado de probabilidad. En tal caso, los agentes sobreactúan preventivamente, buscando ponerse a cubierto de todo hecho negativo. En el lí­mite, la fuga de capitales –monetarios y/o humanos- es el resultado.

Ello genera una dinámica perversa. El gobierno debe adelantarse a los rumores más extremos llevándolos a la práctica antes que los agentes se hayan puesto a cubierto de ellos.

Finalmente, enfrascados en esta especie de juego de ajedrez, gobierno y sociedad dedican el mí­nimo tiempo a la producción, la inversión y el crecimiento económico.

Por Ví­ctor Beker (*)© Especial para iProfesional.com

(*) El autor es economista, director del Centro de Estudios de la Nueva Economí­a de la Universidad de Belgrano (UB) y profesor titular consulto de la UBA.